domingo, 26 de junio de 2011

Trashumancia León - 5


Las grandes cabañas: Mayorales y rabadanes.
A través del Censo del Marqués de la Ensenada, de 1752, y de las referencias de los viajeros que recorrieron las tierras de León, podemos conocer las principales cabañas que utilizaban los puertos y su distribución. En esta época, los pastores leoneses combinan la trashumancia de sus pequeños rebaños con la difícil agricultura en sus pueblos de origen o con actividades complementarias durante la “invernía”, tales como la arriería, la fabricación de aperos y utensilios de madera, etcétera. Otros alquilan su trabajo a los mayorales o propietarios de grandes rebaños.
Entre los viajeros que nos dan noticias de las cabañas ganaderas podemos citar a Townsend, que, en 1786, en un viaje por Babia, pasa por el pueblo de Truébano y lo describe como “consistente en 22 miserables chozas que pertenecen a los frailes de El Escorial”. Empleaban a 200 pastores para cuidar 28.000 ovejas. Según señala, “para alimentación de los pastores tienen un pequeño molino con una rueda de agua horizontal que trabaja día y noche y un horno que jamás tiene tiempo de enfriarse, porque por la mañana cuece el pan para los pastores y por la noche para sus perros”.


Por su parte, Jovellanos, en 1792, en un viaje desde Asturias a León por Babia, comenta que en esta comarca se apacientan en verano “300.000 cabezas” de ganado merino, pertenecientes a los monasterios de El Paular, El Escorial y Guadalupe, que tienen sus “roperías” en Truébano, Quintanilla y Beberino, respectivamente. En realidad, los tres monasterios eran propietarios de 90.000 ovejas. Cita, además, otras cabañas importantes como la de Sexma, que tiene su ropería en Riolago, las de Salazar y Ondátegui, con ropería en Villasecino, Fernán Núñez (antigua cabaña de la duquesa viuda de Béjar) en el puerto de La Mesa, Duque del Infantado en Torrestío y Negrete en Valdeburón.
En la montaña de Riaño, además de la cabaña de Negrete, fueron importantes en esta época las del Marqués de Iturbieta, el Conde de Alcolea, el Conde de Valparay, doña María Catalina, de Ciudad Real; la de Bernardo de Rojas, de Toledo, y la del Marqués de Perales, entre otras. Algunos pueblos como Lois o Argovejo tenían dos roperías cada uno. En este último pueblo, de los diez molinos existentes, dos molían exclusivamente para los pastores y eran propiedad de dos ganaderos vecinos de Madrid.
Roperías


Las roperías eran una parte muy importante en la intendencia de los rebaños. En ellas, además de fabricar el pan para los pastores y sus perros, se almacenaban los hatos o enseres de los pastores, la sal para las ovejas e incluso servían de enfermería. Pocas de estas construcciones han llegado hasta nuestros días. En Babia, de las antiguas roperías de Quintanilla o Truébano, sólo permanece en pie el caserío de Vildeo en las proximidades de Torre de Babia.
En la comarca de Gordón, en el pueblo de Beberino, se conserva en pie parte de la ropería del monasterio de Guadalupe, con un retrato de la Virgen Morena de Guadalupe en la fachada. Estos monjes Jerónimos utilizaban la mayor parte de los puertos de La Tercia. Junto al antiguo puente medieval de Serrilla, en el río Torio, se conserva el denominado "molino de La Ropería", rehecho a finales del siglo pasado, al lado del cual hay vestigios de la casa solariega donde se hospedaban los mayorales del Duque del Infantado.
Las cabañas de Rojas (conocida más tarde como de la Condesa de Bornos) y la del Marqués de Perales tuvieron una gran importancia histórica en la montaña de Riaño. La primera tuvo su ropería, y aún se conserva el edificio, en el pueblo de Retuerto (Valdeburón). En cuanto a la de Perales, contó con ropería en Las Salas, que aún se mantiene en pie y sirve de vivienda a varias familias; el origen de este edificio se sitúa en 1783, año en que se estipulan las capitulaciones entre el marqués y dicho pueblo para su construcción, que posteriormente pasaría al pueblo de Tejerina, de donde eran los mayorales de la cabaña.

Algunas cabañas han llegado prácticamente hasta la época actual, aunque con unos efectivos muy mermados y con una organización que ya nada tiene que ver con la tradicional. Hasta los años cincuenta, la trashumancia larga tuvo cierto vigor y se mantuvo, de forma que podría parecer milagrosa, pero basada en una racionalidad ecológica indiscutible, como pervivencia del antiguo régimen. Posteriormente, muchas cabañas se deshicieron o cambiaron de manos. Actualmente, todavía es posible encontrar en la montaña de León los últimos representantes de las antiguas cabañas, que a duras penas consiguen sobrevivir con los actuales costes de producción y mercados a la baja. En otros casos las cabañas han dejado su imprenta y su genética en ganaderías que han sustituido los desplazamientos largos por estancias en lugares cercanos, los regadíos del Sur de la provincia.
Sector occidental. Babia

Entre las cabañas tradicionales de la zona de Babia cabe citar la del Conde de la Oliva y la de los Hidalgos de Sena. La cabaña del Conde de la Oliva, como se la conoce en la montaña, hoy propiedad del Conde de Campos, de Orellana, ha aprovechado tradicionalmente los mejores pastos de Babia, sobre todo de las localidades de Torre, Torrestío, Torrebarrio, Abelgas y La Majua. A principios de siglo subían hasta diez rebaños y actualmente todavía dedica a la trashumancia una importante proporción de su ganado. Últimamente ha utilizado los puertos de San Isidro (cuenca del río Porma) y desde hace tres años utiliza los de Maraña (montaña de Riaño). En invierno utiliza sus fincas en Trujillo, entre las que destaca «Mengalozana» y la «Dehesa de Doña Catalina».
Como hemos comentado anteriormente, tanto en esta ganadería como en otras tradicionales que venían a León, era norma que los mayorales y el resto de los pastores fuesen de la tierra. Cabe destacar, en este sentido, al mayoral Benigno Álvarez Pozal, de Torre de Babia, fallecido en 1990 a los noventa y tres años.
La ganadería de los hermanos Hidalgo Álvarez, de la localidad de Sena de Luna, no fue nunca una cabaña muy numerosa. En el presente siglo no pasó de 3.000 ovejas y una buena yeguada, pero tiene fama de ser una de las más selectas. Actualmente conserva un buen hatajo que trashuma desde los puertos de su propiedad en Villafeliz a su finca de «Casas Caídas», en la comarca de La Serena (Badajoz).
La familia Hidalgo ha sabido mantener, con gran dedicación y apego a la tradición, la pureza de esta raza singular, al margen de las modas de cruces indiscriminados que tanto han perjudicado al merino autóctono. Este rebaño es muy apreciado actualmente por todos los ganaderos que quieren recuperar la pureza de sus merinos. Honorio Suárez Rodríguez, de Abelgas de Luna, fue mayoral de la cabaña hasta 1979, permaneciendo en dicha ganadería treinta y siete años. La mayoría de los pastores de esta cabaña eran también naturales de este pueblo.

Otra cabaña que también tuvo importancia en Babia fue la de Francisco Fernández Blanco, de Sierra Pambley. En verano utilizaba los puertos de la Cubilla, de su propiedad, en Pinos de Babia, que posteriormente serían vendidos al concejo de Mieres (Asturias). Su ganado invernaba en las dehesas de Requejo y Quintanilla, en Zamora. Esta ganadería desapareció pronto, al poco de fallecer su propietario en 1915. Poseía entonces 2.000 ovejas, 111 cabezas de vacuno y 38 de ganado caballar.
Actualmente, muchos de los rebaños trashumantes y trasterminantes existentes en Babia y Luna proceden de las dos primeras ganaderías citadas, a través de la pequeña “piara” o "escusa" de ovejas propias, que, como forma de pago, los pastores mantenían en el rebaño del "amo". Con el tiempo, se independizaron y con una “piara” crearon su propio rebaño que, en muchos casos, llegó a tener cierta entidad. Estos rebaños han ido pasando de padres a hijos y persisten en nuestros días.
Foto: Santiago Bayon Vera 

jueves, 23 de junio de 2011

Trashumancia León - 4

Entrada de la cañada en la sierra leonesa


En relación con la situación de los pastos de puerto aprovechados por las merinas, los pueblos de pastores ocupan una situación excéntrica y meridional, en la periferia de la montaña, cerca del lugar donde la principal cañada penetra en la sierra.
A partir de allí la cañada se subdivide en ramales que van a cada puerto, siendo así la zona comentada el último lugar de descanso antes de la entrada en la sierra.
Los pastos de puerto en la montaña de Riaño se distribuyen en torno a los dos amplios valles que la división del río Esla forma en el centro del complejo montañoso oriental de León. A partir de dicha confluencia, donde se ubicaba la villa de Riaño, el río Esla, hoy embalsado, abandona la montaña encajado en desfiladeros que en la práctica dotaban a la comarca de Riaño de un cierto aislamiento y un carácter autónomo respecto al exterior.

Los concejos del alto Esla, Valdeburón y Tierras de la Reina regían el uso de las tierras y la ganadería en la comarca, llegando a gozar en determinadas épocas de cierta prosperidad relativa, con productos de renta procedentes de la explotación de ganado vacuno, además de otras artesanías que se intercambiaban con las tierras bajas cerealistas. La ganadería del merino funcionó como una actividad superpuesta y en buena parte ajena a la economía de los concejos, quedando el uso de los puertos en manos de grandes propietarios relacionados con la nobleza, que poseían también las fincas en Extremadura imprescindibles para la invernada.
Este hecho nos hace pensar que el ejercicio de la actividad trashumante es más antiguo que la organización comunal de la montaña y gozaba, por antecedencia, de unos derechos que los concejos no lograron arrebatar. Aunque éstos reciben beneficios de los arriendos que ya la Mesta practicaba -y en algunos casos y determinadas épocas históricas tuvieron cierta importancia para la economía del concejo-, la trashumancia es, en realidad, un fenómeno económico superpuesto y bastante ajeno a la actividad agrícola-ganadera de los pueblos de la montaña y solo se relaciona con ellos por su proximidad espacial y por los exiguos intercambios. Muy raramente los trashumantes alquilaban o compraban casa e incluso la comida solían traerla de fuera, es decir, de sus propios pueblos. A veces en los pueblos que arrendaban el puerto se adquiría el cereal para la fabricación de pan.


Las grandes cabañas (Rojas, Perales, Cuesta, Montenegro) acaparaban hasta época reciente el aprovechamiento de la alta montaña del Esla; el desplazamiento de sus rebaños hasta los puertos tenía lugar por la Cañada Real Leonesa Oriental, muy cerca del límite entre la región de los páramos palentinos y la montaña (entre San Pedro Cansoles, en Palencia, y Valcuence, ya en León). El hecho de que la cañada penetre en la sierra por el valle del Cea y remonte un puerto (El Pando), y no lo haga siguiendo el río Esla aguas arriba como parecía, en principio, más lógico, se debe al carácter cerrado de dicha comarca y a los desfiladeros en los que el río se encajaba para abandonarla, que dificultaban el paso de las merinas. En el valle del Cea, la cañada, una vez cruzado el río en Soto de Valderrueda y de pasar por la ermita de Santa María de Vega, sube a los montes situados en la orilla derecha del río, en la divisoria entre el Cea y el Tuéjar, cumbre por la que se aproxima al lugar denominado Las Lomas, donde los rebaños pasaban la noche; también allí se hacía tradicionalmente el relevo de los pastores que llegaban por los que tenían el primer turno en los puertos y que se habían adelantado desde el camino para estar unos días en casa.


A partir de Las Lomas, la cañada se vuelve a bifurcar. Los que iban para el puerto de San Isidro (valle del Porma) tomaban el cordel de la izquierda y, bajando a La Red, continuaban por el collado de Aviados, collado de las Cruces y los Castros de Mental para llegar a Remolina, pasando antes por el puerto de Cabreros.
Desde Remolina, los rebaños se dirigían a Anciles o bien continuaban río abajo, por Las Salas, hasta alcanzar el cauce del río Dueñas (vereda de la Puente del Campo a Camposolillo), pasaban la collada de Viego y bajaban a Reyero, remontando el río Porma hasta el puerto de San Isidro.
Los que iban a los puertos de Valdeburón, desde Las Lomas y siguiendo la Cañada Real, bajaban a Prioro y remontaban el puerto de El Pando, última barrera orográfica para acceder al valle del Esla. En este alto, la cañada discurre paralelamente a la vía romana, para bajar después por el hayedo de Salio a este pueblo y cruzar el Esla por el puente de Pedrosa. Desde allí y por Riaño se dirigían a los puertos de Valdeburón.
Únicamente los que accedían a los puertos de Barniedo, Portilla, Llánaves y Valdeón, al Norte de la cabecera del Esla, seguían un cordel más directo que se apartaba de la Cañada Real en la provincia de Palencia y que pasando por el Cristo del Amparo, Velilla del Río Carrión y Besande llegaba a las Calares de Barniedo, desde donde paralelo a la carretera acude a los puertos indicados.

La relación de esta situación con el tema que nos ocupa se debe a que, precisamente, no es en los pueblos propietarios de los puertos -que, como hemos dicho, gozaban de mayores recursos y prosperidad económica-, donde el oficio de pastor trashumante, enrolado al servicio de las grandes cabañas, cobra importancia, sino, por el contrario, en pueblos que, en general, con un territorio pobre y exiguo no tenían pastos que vender a los ganaderos extremeños de merinas y se encontraban, además, relativamente alejados de los puertos.
Los pueblos de pastores trashumantes no disponían ni de terreno suficiente ni de producción necesaria para el sustento de las familias. La presión demográfica era grande y los recursos limitados.
El hecho de contar en el pueblo con mayorales hacía que el resto de la gente tuviese mayor oportunidad de enrolarse como pastores. De este modo los varones de familias enteras se dedicaban a esta actividad, bien temporalmente por un número determinado de años (generalmente los anteriores al servicio militar), bien con carácter permanente, siendo frecuente el caso de personas que bajaron a Extremadura cincuenta o más años.
Como afirma Villarroel, "sólo había dos alternativas para los habitantes: pastor o religioso (cura o fraile)". Esta segunda opción era también muy seguida ante la falta de medios económicos para sufragar otro tipo de estudios y por el clima religioso que se respiraba en estos pueblos. En este sentido, hay que resaltar el importante papel que jugaron la existencia en la zona de la Preceptoría de Morgovejo y la Cátedra de Latín y Humanidades de Lois, verdadera cantera donde iniciaron los estudios muchos clérigos.


De esta manera, por ejemplo, a Tejerina se le puede considerar como uno de los pueblos más levíticos de toda España. En el año 1965 podían contabilizarse un total de 65 sacerdotes, religiosos y religiosas, procedentes del pueblo, lo que comparado con los 300 habitantes que permanecían en él supone un 21 % de la población.

Trashumancia León - 3


Pastores trashumantes


La documentación existente permite datar desde el siglo XVIII la importancia de la profesión de pastor trashumante en los pueblos de la cabecera del Cea y adyacentes. Según datos del Catastro del Marqués de la Ensenada (Archivo Histórico Provincial de León), referidos a ocho pueblos de dicha zona, los pastores de «ganado fino» (es decir, de «merinas» y necesariamente trashumantes), fueron en algunos casos superiores en dichos pueblos a los labradores de "pan coger". Destacan en esta época los pueblos de Remolina, Las Salas, Anciles y Argovejo, donde cerca de la mitad de los vecinos se dedicaban al pastoreo.
Puede demostrarse también que dichos pastores no eran sólo arreadores poco cualificados, sino que entre ellos eran numerosos los de grado superior dentro de la jerarquía pastoril.
La mayor parte de los mayorales y rabadanes de las grandes cabañas procedían de los pueblos mencionados. Del año 1783 data un documento que trata de las capitulaciones entre el Marqués de Perales, caballero de Alcántara, y el pueblo de Las Salas para construir en dicho lugar ropería para la cabaña de dicho marqués. Por parte del marqués interviene su mayoral Vicente Rodríguez, vecino de Morgovejo


También de esta época hay noticias de José Fernández Tejerina (1759-1794), natural de Remolina, que fue mayoral de la Cabaña de Rojas, y de Ángel Escanciano Villarroel (17691854), natural de Tejerina, que fue mayoral de la cabaña del Marqués de Perales.
En 1811, el duque del Infantado, don Pedro de Alcántara y Toledo, satisfecho del buen comportamiento de sus rabadanes Adriano Martínez Carretero, de Oville, y Bernardo Carril, de Las Salas, los nombra mayorales de su cabaña.
En estos documentos observamos ya la aparición histórica de dos de las cabañas que van a llegar hasta nuestros días, la de Perales y la de Rojas y su relación con determinados pueblos (Tejerina, Las Salas y Remolina), que posteriormente veremos cómo se mantiene a través de sus sucesivos mayorales.
Causas de la especialización en el pastoreo trashumante


Los documentos atestiguan que en el siglo XVIII y XIX el Marqués de Perales tiene ya mayorales en dos localidades del alto Cea: Morgovejo y Tejerina. Por su parte, la cabaña de Rojas lo tiene en Remolina, y en Las Salas el Duque del Infantado.
La especialización en el pastoreo trashumante llega a tener en algunos pueblos carácter casi monocultivo y era la única fuente de ingresos externos que proporcionaba una cierta prosperidad relativa. Tal es la importancia y arraigo del oficio que, en la época en que desaparecen las grandes cabañas, los pastores, antes empleados en ellas, toman la iniciativa de asociarse y constituirse en copropietarios de rebaños de «piaras» que siguen practicando la antigua trashumancia. Este fenómeno, que llegó a tener gran importancia en los años cincuenta y que será analizado más adelante con detalle, creemos que no tiene equivalente en otras zonas de trashumancia tradicional, por lo menos en la provincia de León, y constituye una prueba fehaciente de la especialización pastoril en los pueblos que comentamos.

Tres son las causas que explicarían dicha especialización. La primera es la situación de los pueblos, muy cercanos al lugar en el que la cañada penetra en la sierra, y donde tradicionalmente se procedía, y aún se procede en la actualidad, al relevo y, en su caso, la contratación de pastores. La segunda, la escasez de recursos y la relativa pobreza del territorio en comparación con el de otros pueblos situados más en el interior de la montaña (cabecera del Esla). La tercera es el conocimiento tradicional del oficio por parte del colectivo humano y su transmisión (cultura pastoril), que predisponía a los jóvenes a enrolarse como pastores, por imitación de sus familiares, que desempeñaban cargos importantes (mayorales, rabadanes).

miércoles, 22 de junio de 2011

Trashumancia León - 2


En la montaña, el rebaño se divide en dos partes no iguales; la mayor es la «cabeza» (unas 800 ovejas) que va a los puertos más grandes. Lo guardan por parejas turnándose en relevos de una semana. Las parejas están formadas por el rabadán y el zagal, por una parte, y el ayudador y el “sobrao”, por otra. Al desaparecer el “sobrao” quedaron tres pastores, deshaciéndose las parejas y permaneciendo sólo un pastor en el puerto. Si el zagal es responsable, hacen dos semanas en casa y una en la majada. En cuanto al resto del rebaño, “retazo” (unas 500 ovejas), se dirige a los puertos más pequeños, guardándolo a turnos entre el compañero y el personal. Además, en el verano se suele contratar para cada puerto un motril - similar al zagal, con funciones de aprendiz, que se encarga de las funciones que no requieren especial destreza y de guardar las yeguas.

En cuanto a las funciones en Extremadura, el rabadán, además de los cuidados generales sobre el rebaño, es el encargado de “ahija” -poner cada cordero con su madre o con otra oveja para que lo críe- las ovejas según van naciendo, y el persona, el ayudador y el compañero son los “hatajeros” o encargados del cuidado de los hatajos que se forman tras la paridera. El compañero se encarga del hatajo temprano o “primada”; el ayudador, del intermedio o segundo (“hatajillo”,) y el persona se ocupa de apacentar la “chicada” o hatajo formada por las últimas ovejas paridas. El “sobrao” se encarga de las yeguas y las cabras. La peor parte la lleva el zagal, que se encarga de las “borras” (corderas del año) y de las «machorras» (ovejas vacías), hatajo que se pasa el día recorriendo las mojoneras o lindes de las fincas y las zonas de terreno más abrupto y con peor pasto.


Para atender al conjunto de la cabaña, existía, además de los anteriores, el cargo de ropero, que se encargaba de fabricar y repartir el pan y otras funciones de intendencia. Había un ropero mayor, equiparado a la categoría de compañero y roperos ayudantes, que se equiparan al ayudador en escusa y sueldo. Éstos residían en las roperías, situadas en lugares estratégicos de los pueblos más o menos equidistantes de los puertos.

En Extremadura, el rabadán dormía siempre en el chozo principal junto al zagal, mientras que el resto de los pastores lo hacía junto a su hatajo, en el «chozuelo» o chozo móvil para una sola persona, en el que había que entrar agachado por una pequeña abertura y que se trasladaba de lugar cuando se cambiaban las cercas para hacer el “redileo”
Salarios
El sueldo de los pastores está y aún sigue integrado por dos conceptos: la “escusa” (ovejas propiedad del pastor que se mantienen incluidas en el rebaño del dueño y no pagan por los pastos) y una cantidad en metálico (la soldada). Si el otoño es favorable y hay comida bastante, la escusa no ocasiona gastos a los pastores, pero en caso de no haber comida suficiente el dueño sólo paga el pienso de sus ovejas. Los pastores pueden vender libremente las crías de las cabras y yeguas sin intervención del dueño, pero, por el contrario, los corderos de la escusa se venden juntos con los del dueño, de dos formas diferentes, según la cabaña. Por ejemplo, en la cabaña de Rojas se cobraba prorrateo, según ovejas y crías totales, mientras que en la de Perales cada pastor cobraba según el peso de sus corderos.



En general, la escusa era la principal fuente de ingresos, superior a la soldada, por lo que obligaba a los pastores a una mayor participación en el cuidado del rebaño, que, en realidad, era una especie de propiedad compartida con múltiples participaciones. La lana de las ovejas de la escusa era para los dueños, aunque en los últimos años, en que ésta adquirió menor precio, también se les concedió a los pastores. En los años treinta se eliminó la escusa de las yeguas y se subió el sueldo a los pastores treinta duros por cada animal suprimido de su propiedad. En esta época les corresponde cinco yeguas al rabadán, cuatro al compañero, tres al ayudador, sobrao y persona y una al zagal. El caballo o semental es del amo.
Además de los ingresos directos, la cabaña les facilitaba pan de trigo (se fabricaban “bolletes” de 1 kg., que era la ración diaria de cada pastor) y los "cundidos": aceite, vinagre y sal. También pagaba médico y botica, en caso de enfermedad propia, y en caso de enfermedad grave de algún familiar se abonaban los viajes, sueldo completo y se les conservaba su puesto.

Hay que tener en cuenta que, además de estos ingresos, la familia del pastor mantenía en la montaña sus propios animales y cultivaba las tierras, de forma que lo que se ganaba en la cabaña prácticamente se ahorraba en su totalidad. Por el verano, en los turnos de descanso, el pastor ayuda en casa en todas las labores del campo, sobre todo las más duras, como recoger el cereal y la hierba, así como cortar la leña para el largo invierno.
En los pueblos de pastores trashumantes se ahorraba dinero debido a la economía del autoabastecimiento, se construyeron buenas casas y había cierto auge económico, todavía hoy reconocible por los edificios. Se disfrutaba, en definitiva, de una posición bastante acomodada para la época. Incluso de pueblos de los alrededores venían a pedir dinero prestado, pues se comentaba que “donde hay pastores, hay dinero”. Dichos ahorros se consiguen a base de austeridad y sacrificio (en Extremadura no se compra más que lo imprescindible) y tras permanecer alejados diez meses de la familia (ocho en Extremadura y dos más en los puertos).
Los ascensos en la jerarquía pastoril eran generalmente por antigüedad, a veces también por méritos o elección libre por parte del mayoral, como en el caso del nombramiento de rabadanes. El mayoral, al ser el responsable máximo, debe disfrutar de la plena confianza de los dueños de la cabaña, por lo que eran elegidos siempre por ellos. En Extremadura, el mayoral vivía en una casa, en vez del chozo donde lo hacían los pastores. Los mayorales eran siempre personas muy fieles en el servicio a los dueños, con fama de honestos y serios, y llevaban con minuciosidad las cuentas, en el llamado “Libro de la cabaña”. 
Desde el punto de vista de la especialización económica, es un hecho notable que en todas las cabañas tradicionales de la montaña de León y en particular de la zona oriental, tanto los mayorales y rabadanes como el resto de los pastores, fuesen “serranos” de León y de unos pueblos concretos. Los pastores extremeños eran estantes y, en general, no querían venir a los puertos. Los pastores serranos de los pueblos que comentamos sabían todos leer y escribir y tenían un cierto nivel cultural que contrastaba con el analfabetismo existente entonces en otras partes de España.

jueves, 16 de junio de 2011

Trashumancia León - 1


Montaña de León

 Continuando con el examen de la antigua tradición pastoril, los puertos de merinas son, en realidad, recursos relacionados, a través de un antiguo y complejo sistema de producción, con los lejanos pastizales de Extremadura. La conservación en forma productiva de ambos recursos se debe al quehacer y la experiencia -varias veces centenaria- de un grupo humano concreto, bien localizado en ciertas localidades de las montañas que rodean el Duero, y en particular en las del Norte de León. Se trata de los pastores trashumantes. Documentar la existencia de este grupo de personas, portadores de una cultura y conocimientos importantes para gestionar adecuadamente el complejo sistema de explotación basado en la trashumancia, nos lleva a la consideración de cinco epígrafes:


Pastores serranos

Además de una actividad económica a gran escala, la trashumancia fue también la ocupación de un buen número de habitantes de la Corona de Castilla. Muchos montañeses tenían este tipo de pastoreo como forma de vida, y eran portadores de una cultura y unos conocimientos peculiares. Entre éstos jugaron un papel destacado los provenientes de las sierras de la Submeseta Septentrional (leoneses, riojanos, sorianos, segovianos), conocidos aún en la actualidad como «pastores serranos» en Extremadura. Por su pertenencia a antiguas comunidades de montaña, estos pastores se hallaban especialmente instruidos para el oficio trashumante. Acostumbrados a permanecer durante el verano en los puertos, se resignaban también a la larga permanencia de hasta siete meses ininterrumpidos en los pastos de extremo, período durante el cual la familia permanecía en la montaña.
Los serranos fueron un elemento esencial en la composición social de la Mesta, constituyendo la gran masa de trashumantes de primera hora. Es destacable la importancia que, ya en el siglo XVIII, habían adquirido las grandes cabañas, que acaparaban la mayor parte de los puertos leoneses, y cuyos propietarios eran ganaderos trashumantes residentes en Madrid, ricos propietarios de dehesas del Sur y las Comunidades Eclesiásticas. En las grandes cabañas, la media por explotación superaba entonces las 10.000 cabezas, mientras que en el resto de los asociados mesteños rondaba las 200. Aun con esta deficiente estructura los pequeños propietarios suponían el 66% de los efectivos trashumantes.
Los pastores leoneses practicaban la trashumancia de largo alcance en cuadrillas autóctonas o empleados como asalariados en las grandes cabañas, cuya importancia, principalmente en la montaña de Riaño y en Babia, se mantuvo con gran fuerza hasta la primera mitad del siglo actual.

Para la gestión y organización del pastoreo existía una organización jerárquica, casi militar, en la que cada componente tenía cometidos concretos, tanto en los puertos, como en los caminos o en extremo.
El mayoral es el jefe supremo responsable máximo de la cabaña y tiene el cometido de contratar pastores, arrendar las hierbas en puertos y los pastos de invernada, decidir la venta de corderos, lana, etcétera, así como controlar los aspectos económicos y de organización. Sólo rinde cuentas anualmente ante los dueños, que solían vivir en Madrid.
A su cargo directo tiene los rabadanes, que eran los encargados de cada rebaño (formado por unas 1.200-1.300 ovejas), y a los que convocaba en determinadas ocasiones, tanto en la montaña como en Extremadura, para hacer las cuentas de cada rebaño, decidir la venta de ovejas viejas, la selección y reparto de sementales, organizar la salida de los rebaños cañada arriba o abajo y establecer el orden y fechas más adecuadas para ello. Según Mateo Díez (1985), en las grandes cabañas había, a veces, también un sotomayoral.



En los desplazamientos, los rebaños van emparejados para ayudarse, denominándose «alpaceros» los que forman cada pareja, que se mantiene generalmente año tras año en el mismo orden.
Por debajo del rabadán el orden es el siguiente: el compañero, el ayudador, el "Persona", el sobrao y el zagal. El rabadán no solía hacer todo el camino con los pastores; en la bajada por la Cañada Oriental se incorporaba normalmente en Valdestillas o Arévalo. Se adelantaba al rebaño para ir buscando lo necesario para los pastores y el ganado (víveres, lugares de acampada, pastos durante el camino, etcétera). Además, es el encargado de ir pagando la "contenta", (propina que se daba, a veces, a los guardas para que hicieran la «vista gorda») y las multas, cuando los ganados se salían de la cañada. El compañero es el segundo en categoría, marcha al frente del rebaño en los caminos y dirige los «mansos». Se trata de carneros castrados adiestrados para acudir a la llamada del pastor o al ofrecimiento de pan y dirigir así el rebaño; llevan un cencerro que por su sonido mueve al resto del rebaño y resultan especialmente útiles en los pasos difíciles. El ayudador es el encargado de las yeguas, por lo que era también llamado «yegüero». Los restantes (persona, «Sobrao» y zagal) son «arreadores» en el camino, a los que correspondía el mayor trabajo para evitar que el ganado se saliera a los sembrados; con ese fin los dos primeros se situaban en los laterales y el zagal -aprendiz de pastor- detrás del rebaño. Por los años treinta se suprimieron las yeguas de la "escusa" de los pastores y se eliminó la función del sobrao, quedando el número de pastores reducido a cinco por rebaño.
Al margen de esos cometidos en el camino, cada pastor tiene también otras funciones cuando el rebaño se encuentra en los puertos o en Extremadura.



viernes, 10 de junio de 2011

Trashumancia en Extremadura - Historia - y 6


DISTRIBUCIÓN DE LOS TRASHUMANTES EN EXTREMADURA

Aunque el itinerario de las vías pecuarias obedece en su origen a la localización concreta de los pastizales, posteriormente, y en muchos casos, la elección del lugar de invernada ha venido impuesta por el estado viario. En la actualidad, a pesar de emplearse medios diferentes de acceso (camión o ferrocarril) se siguen presenciando los lugares tradicionales de invernada.
La Cabecera Soriana, enclavada en el Alto Macizo Ibérico, dispone de tres Cañadas Reales que permitían el movimiento ganadero hacia las áreas de invernada: Cañada Real Segoviana, Cañada Real Soriana Occidental y Cañada Real Soriana Oriental. De ellas, las dos primeras ponen en contacto las sierras con Extremadura. La Soriana Occidental era utilizada por pastores riojanos y sorianos y dado su peculiar trazado, que atravesaba la Segoviana, las Leonesas y la Vizana, permitía elegir camino y desviarse por otros itinerarios. La Cañada Real Segoviana canalizaba los rebaños de Cameros-La Demanda y los llevaba hasta la comarca pacense de La Serena. La otra gran cañada, la Soriana Oriental, comunicaba los pastos sorianos de Tierras Altas y Valle del Tera con el Valle de Alcudia y Andalucía. Así se comprende que sus rebaños merinos trashumantes se repartieran equitativamente entre los dos grandes invernaderos de Extremadura y el Valle de Alcudia. En la actualidad, unos pocos se dirigen aún a la provincia cacereña (términos de Abertura, Trujillo, La Cumbre y Membrío), siendo más importante el contingente que lo hace a la pacense (municipios de Hornachos, Llerena, Peñalsordo, Retamal, Siruela o Talarrubias).

Los trashumantes conquenses son los que menos presencia tienen en Extremadura, porque las cañadas que parten de sus comarcas los acercaban antes a los pastizales de La Mancha, Campos de Calatrava y Montiel, Valle de Alcudia y Sierra Morena e incluso hacia zonas de la vertiente oriental (Alicante y Valencia). Dentro de la región extremeña se localizan en las zonas próximas a sus tradicionales invernaderos, apareciendo tan sólo en la provincia de Badajoz, en la comarca de La Serena:
La Cabecera de León estaba bien comunicada con Extremadura, porque en ella se inician tres de las grandes cañadas: 1) Cañada Real de la Plata o de La Vizana, con origen en las comarcas más septentrionales, pasa por Benavente (donde se le une el cordel de Sanabria), Zamora y Salamanca; atraviesa el puerto de Béjar, La Vera y Plasencia para terminar en Trujillo; 2) Cañada Real Leonesa Occidental, que recoge el ganado de la montaña central leonesa, atraviesa el Sistema Central por el Puerto del Picó y cruza la región extremeña hasta Trujillo, donde se le incorpora la Cañada de la Plata y continúa hasta las proximidades de Segura de León, casi en el límite de Badajoz con Huelva, y 3) Cañada Real Leonesa Oriental, que tiene su origen en el sector más oriental de la montaña leonesa, en la comarca de Riaño. Su recorrido por la provincia cacereña es muy corto, pero luego se alarga extensamente por los pastizales de La Serena y termina en las tierras pacenses de Montemolín, ya en el límite de las provincias de Sevilla y Huelva.

Por estas grandes vías se desplazaba el mayor contingente del ganado leonés hacia tierras extremeñas, siendo muy pocos los que se aventuraban a invernar más allá (Alcudia, Pedroches, Sierra Morena), incluso algunos de los rebaños se quedaban en las dehesas salmantinas cuando encontraban alimento en ellas. Actualmente los leoneses, asturianos y cántabros, así como los salmantinos y extremeños que agostan en Palencia y Burgos, tienen las fincas de invernada fundamentalmente en el área Centro-occidental, siendo los términos de Alcántara y Brozas los más frecuentados. Entre los que se dirigen a Zamora se diferencian dos núcleos principales: uno en La Serena, y otro al sur del río Tajo (Garrovillas, Torrejón el Rubio, Brozas ... )
Los rebaños del antiguo Partido Mesteño de Segovia disponían de varios accesos por el Sistema Central, ya que a través de él penetraban varias de las grandes Cañadas Reales (La Vizana, las Leonesas, la Soriana Occidental y la Cañada Segoviana). Actualmente, y por el volumen de ganado que transita por ellas -mayoritariamente vacuno- destacan las siguientes vías pecuarias: la Cañada Real Leonesa Occidental, la más usada por las vacadas abulenses; el Cordel de Tornavacas, que discurre por el Valle del Jerte y que es también usado por el ganado ovino, aunque la fuerte presión agrícola y de infraestructuras está forzando a los ganaderos a utilizar el camión y, finalmente, aunque con menor uso, las Cañadas Reales de la Plata y Soriana Occidental, que comunican con los pastos salmantinos de la Sierra de Candelario.

Finalmente, los ganados de la Cabecera Carpetana se distribuyen por toda Extremadura, observándose ciertas preferencias según que el ganado se desplace por vía pecuaria o se traslade en camión y, además, en el primer caso, la mayor o menor proximidad a las áreas de agostada.
Así, los salmantinos y abulenses de las sierras de Candelario que acceden por el área de Béjar suelen invernar en los municipios de la penillanura septentrional cacereña, en torno a Plasencia, Coria y Valle del Tajo; los que van por el Puerto de Tornavacas invernan en el sector central de Cáceres y alcanzan también la provincia de Badajoz, en su sector noroccidental; por último los ganaderos que cruzan el Puerto del Pico tienen las fincas de invernada en la región central extremeña, en los municipios limítrofes entre Cáceres y Badajoz.
En resumen, la mayoría de las cañadas de mayor categoría concluyen en tierras extremeñas, creando una tradición de destinos que aún hoy pervive: los leoneses, que utilizaban las vías más occidentales, trashuman a las dos provincias de Extremadura, al igual que los del Sistema Central (abulenses y salmantinos han desplazado a segovianos y madrileños); desde el Sistema Ibérico Central se dirigen tanto a esta región corno al Valle de Alcudia y, por último, los conquenses, hoy como ayer, apenas se desplazan a las dehesas extremeñas, prefiriendo las manchegas y andaluzas.
Es precisamente esta concentración de ganaderos en Extremadura lo que ha permitido que esta tierra haya jugado y juegue un papel fundamental como enclave difusor de la cultura pastoril. En ella se mezclan y comparten modos de vida y conocimientos que, durante los meses estivales, se distribuirán por los lugares de origen. Lugares en donde los pastores leoneses, abulenses y salmantinos seguirán considerando a Extremadura como el contrapunto a sus paisajes serranos. Se configura así una cultura pastoril con rasgos comunes entre diferentes áreas y que se refleja en los distintos aspectos de manejo del ganado (el cabeceo de las merinas, los tratamientos y curas de enfermedades), culinarios (la popular caldereta o las migas), artísticos (con motivos muy diversos representados en cayadas, colodras o enseres domésticos), arquitectónicos (chozos, corralejas), religiosos (advocación y devoción a vírgenes y santos extremeños por parte de serranos y viceversa, calendario pastoril); así como en la vestimenta y útiles (morrales, abarcas). Pero el máximo exponente surge con la marcada tendencia actual al emparejamiento entre serranos y extremeños. La reciprocidad de estos intercambios socioculturales se amplía con la presencia de los extremeños en los agostaderos serranos.
Todas estas manifestaciones de la vida cotidiana de serranos y extremeños aparecen en los numerosos dichos y cantares que muestran el hondo sentir de la cultura pastoril, como éste tan conocido:



Ya se van los pastores
a la Extremadura,
ya se queda la sierra
triste y oscura...


Trashumancia en Extremadura - Historia - 5


TRASHUMANCIA INVERSA: CABAÑA DE EXTREMADURA
Por último, he querido diferenciar las cabañas de los propios extremeños, fundamentalmente cacereños, que, por una parte, practican la trashumancia larga, trasladando en la época estival sus rebaños de ovejas a las cabeceras serranas de las antiguas cuadrillas mesteñas (con mayor presencia en la antigua cabecera leonesa), y, por otra, efectúan una trashumancia corta, o trasterminancia, desplazando sus manadas de vacas y algunos rebaños caprinos a unos agostaderos más cercanos, situados en la periferia septentrional del territorio extremeño, en las serranías de la confluencia de las provincias de Cáceres, Salamanca y Ávila.
Esta trashumancia es ciertamente inversa a la que practican los ganaderos serranos, cuyo modelo fue imitado por los extremeños y otros ganaderos de «tierras llanas» en la Edad Moderna. La estancia invernal de los ganados trashumantes se localizaba en aquellas comarcas de Extremadura con predominio de la explotación adehesada (Tierra de Cáceres, Tierra de Trujillo, Concejo de la Mata, Encomiendas de Alcántara, Tierra de Coria, etc.) y fue en ellas donde surgió la cabaña trashumante extremeña.

Entre los grandes propietarios extremeños que históricamente realizaron trashumancia (nobleza e instituciones eclesiásticas) cabe destacar la cabaña del Monasterio de Guadalupe, cuyo término era reducido y estaba pobremente dotado, por lo que tenía dehesas en otros términos como el de Trujillo y el de Medellín, y que a mediados del siglo XV comenzó a practicar una trashumancia de largó recorrido, arrendando agostaderos en las sierras conquenses y mediante el «privilegio portugués» en la Sierra de la Estrella. A partir del siglo XVI se dirigen a los puertos asturleoneses de la cordillera Cantábrica y, si bien los pastores durante el XVII eran vecinos de Mengamuñoz (Avila), a mediados del XVIII lo eran los naturales de las aldeas en donde se encontraban los pastos estivales.
Es a lo largo de este siglo XVIII, en el segundo período de auge de la Mesta, cuando el total de ovinos que concurren en Extremadura aumenta en términos absolutos, e incluso el incremento de los estantes supera al de los trashumantes. La cabaña natural extremeña aumenta y entra en competencia directa con la foránea para repartiese la misma superficie adehesada. Se refleja así la vocación ganadera de la región extremeña, donde conviven las tres modalidades de pastoreo: estante, trasterminante o travesío (también denominados «riberiegos» porque seguían el curso de las riberas) y trashumante. En las Tierras de Cáceres y de Trujillo existía una numerosa cabaña de ganado estante que compartía las dehesas con los trashumantes. En esta última localidad los lugareños se repartían los pastos con pastores de la Tierra de Ayllón, de Aguilar o de los Cameros, y todos se aprovechaban de la llamada «derrota de las mieses» (una vez finalizada la cosecha de cereales o prados, los propietarios o sus arrendatarios estaban obligados a abrir sus tierras al ganado de la población en general, así como las tierras que dejaban los pastores serranos).

El crecimiento de la cabaña ganadera trashumante del municipio de Cáceres es ciertamente representativo de lo que ocurrió en los dos últimos siglos en otros territorios extremeños. Durante el siglo XVIII se fue creando una cabaña de tratos trashumantes cuyo máximo desarrollo se alcanzó posteriormente a comienzos del siglo XIX: 3.000 reses ovinas en 1724, 9.460 en 1795, 23.000 hacia 1818 y 33.830 en 1824.
Así pues, mientras las tradicionales cuadrillas mesteñas entran en declive, se incorporan otras nuevas, manifestándose así un relevo de los protagonistas del negocio merinero. Actualmente la tendencia se mantiene, al menos en algunas comarcas, como en la de Plasencia, según lo confirman los datos aportados por la oficina Veterinaria de Zona, que incluye, entre otras, las siguientes localidades de procedencia: Casas de Millán, Malpartida de Plasencia, Zarza de Granadilla, Guijo de Granadilla, Mohedas de Granadilla, Cañaveral, Torrejón el Rubio, Abadía, Serradilla, Plasencia, Garguera, Montehermoso y Oliva de Plasencia. En efecto, más de la mitad (51,4%) de la cabaña vacuna trashumante de la zona (6.596 cabezas) pertenece a ganaderos extremeños, cuya participación es todavía más marcada en la cabaña ovina (78,4% de un total de 16.998 cabezas) y especialmente en la caprina (91% de las 13.381 cabezas registradas). Además, gran parte del desplazamiento de ganado se realiza dentro de los límites del área extremeña (8.477 cabras y unas dos mil vacas). Entre los lugares de destino, dentro de la provincia de Cáceres, están los pastos de La Garganta, Tornavacas, Cabezabellosa, Hervás, Jerte o Baños de Montemayor. (Un estudio del importante contingente de ganado cabrío que pasta tanto en las comarcas altomontañosas como en el llano extremeño, pero siempre sin salir de los límites jurisdiccionales de la propia provincia cacereña. Fuera de la comunidad se dirigen a localidades cercanas de las sierras abulenses y salmantinas.


sábado, 4 de junio de 2011

Trashumancia en Extremadura - Historia - 4

TRASHUMANCIA HACIA EXTREMADURA: AREAS DE PROCEDENCIA - 2


Cabecera Carpetana
Fueron famosas las cabañas de El Espinar, Riaza, Segovia, Torreval de San Pedro, Valdecasas y Guijar y Veganzones, en Segovia, mientras que del área madrileña destacaban la cabaña trashumante del Monasterio de El Paular y del de San Martín de Valdeiglesias, el señorío de Buitrago en el Valle de Lozoya y el área de Canencia. De Ávila cabe destacar Aldeavieja, Barco de Avila, Navaescurial, Piedrahita, San Martín de la Vega y San Martín del Pimpollar.  
En la documentación escrita a partir del siglo XV aparecen citados ganados trashumantes de localidades como Segovia, Riaza o Buitrago en las dehesas de Puebla de Alcocer (En invernadero podían dar cobijo en sus quince dehesas a 125.000 cabezas de ganado, ovejas en su casi totalidad, de serranos de Segovia, Riaza, Colmenar, Buitrago,...) o de Navafría en Cáceres (Sépase por esta publica escriptura arrendamiento como nos, don Pablo Joseph de Maioralgo Enriquez, vezino y rexidor perpetuo de esta villa de Cazeres, y Alonso Gonzalez, vezino del lugar de Navafria, juridizion a la villa de Pedraza, estante al presente en dicha villa de Cazeres, yo, (... ) , otorgo y conozco que doy en rrenta y por arrendamiento al dicho Alonso Gonzalez, y para el pasto de sus ganados lanares merinos, la dehesa del Xaqueso, del término y juridizion desta villa, por tiempo y espacio de dos años enteros).
En 1780 el partido de Segovia supone el 23% del total de agremiados al Honrado Concejo de la Mesta, abarcando cuadrillas segovianas, madrileñas, y abulenses que franqueaban los numerosos puertos de montaña. Según Manuel el Río comprendía los Puertos de Somosierra, Fuenfría, Navacerrada, Guadarrama, El Escorial, Cebreros, Divide la Vera y Extremadura alta con Castilla por los puertos de Serranillos y El Pico, Tomavacas y el de Baños y la ciudad de Plasencia.
El censo de ganado que ha trashumado entre Extremadura y esta cabecera en la campaña 1993 asciende a 18.439 reses vacunas, 29.898 ovinas y 4.698 caprinas, que representan el 70%, el 36,5% el 25,9%, respectivamente, de las cabañas que invernan en Extremadura. Considerando el número de cabezas trashumantes que invernan en tierras extremeñas (126.127), supone que esta cabecera absorbe más del 40%.


Los principales movimientos de ganado tanto ovino como, sobre todo, bovino (vaca avileña) tienen por origen la provincia abulense. Curiosamente los serranos de estas comarcas son los que mejor consideración tienen de Extremadura, a pesar de las rencillas normales entre regiones limítrofes. Sienten por los extremeños un gran respeto, siendo común la expresión son buena gente, con los que uno se puede casar. No consideran Ávila como su capital sino que prefieren las ciudades sureñas, ya sean manchegas (Talavera de la Reina) o extremeñas (Plasencia). Los ganados abulenses trashumantes proceden de una gran cantidad de pueblos que se extienden por toda la Sierra de Gredos y alcanzan, en ocasiones, la Sierra de Ávila en la franja central de. la provincia: Aldeanueva de Santa Cruz, La Aldehuela, Ávila, Barco de Ávila, Becedas, Bohoyo, Bonilla de la Sierra, Cabezas del Pozo, Cabezas Villar, Casas de Sebastián de la Fuente, Cepeda la Mora, Colmenar de Montemayor, Don Jimeno, Fresno de la Ribera, Gamonal, Garganta del Villar, Gil García, La Herguijuela, Horcajada, Hoyos de Miguel Muñoz, Hoyos del Collado, Hoyos del Espino, Hurtumpascual, Los Llanos, Madrona, Manjabalago, Mengamuñoz, Muñana, Muñogalindo, Narrillos del Rebollar, Nava del Barco, Navacarros, Navacepeda de Tormes, Navacepedilla de Corneja, Navadijos, Navaescurial, Navalguijo, Navalonguilla, Navalperal, Navamediana, Navarredonda de Gredos, Navas del Barco, Palacio de Corneja, Peguerinos, Piedrahita, Pradosegar, Puerto Castilla, San Bartolomé de Béjar, San Juan del Olmo, San Martín de la Vega, San Martín del Pimpollar, San Miguel de Corneja, Sanchorreja, Santa Lucía, Santa María de los Caballeros, Santiago del Collado, Solana de Béjar, El Soto, Tormellas, La Torre, Tremedal, Umbrías, Vadillo de la Sierra, Valdecasas, Villafranca de la Sierra, Villanueva del Campillo, Villatoro, Zapardiel de la Rivera y La Zarza.
También el área salmantina se encuadra dentro de esta cabecera serrana con un elevado contingente de ganado mayor y menor. Entre las localidades de agostada cabe citar: Alaraz, Alba de Tormes, La Alberca, Aldeacipreste, La Aldehuela, Béiar, Berrocal de Salvatierra, Buenamadre, El Cabaco, Calzada de Béjar, Calzada de Valdeunciel, Candelario, Cantalapiedra, Cantalgallo, Cantalpino, Castellanos de Morisco, Cespedosa de Tormes, Ciudad Rodrigo, Colmenar de Montemayor, Escurial de la Sierra, Fuente de Béjar, Galinduste, Gallegos de Solmirón, Garcirrey, Herguijuela de la Sierra, Horcajo de Montemayor, La Hoya, Huertas, Lagunilla, Ledesma, Macotera, Malpartida de Peñaranda, Narros de Valdunciel, Nava el Cano, Palaciosrubios, El Payo, Pedrosillo, Peñacaballera, Peñaparda, Robleda, Salamanca, San Esteban de la Sierra, Sancti Spiritus, Santiago de la Puebla, Tabera Abajo, Tejeda y Seguñuela, Valdelamatanza, Valero de la Sierra, Villaflores, Villar de la Yegua, Villasrubias y Zorita Frontera.


Actualmente son pocos los ganaderos segovianos que se desplazan con sus ganados hasta Extremadura, prefiriendo como zona de invernada el Valle de Alcudia (Ciudad Real). Según este censo de 1993, desde los municipios de Arcones y Matabuena se dirige hacia Extremadura un contingente de entre 3.000 y 4.000 ovejas a la comarca de Alcántara.
Finalmente, en la provincia de Madrid, la tradición trashumante se mantiene viva en una familia de Horcajuelo de la Sierra, que durante cinco generaciones no ha dejado de invernar con su rebaño en La Serena.

Cabecera Cantábrica
En la región leonesa se incluye un amplio espacio definido por el sistema orográfico de la Cordillera Cantábrica, desde su conexión oeste con el macizo Galaico-Portugués hasta su enlace pirenaico (Montañas Vascas). De Poniente a Oriente incorpora los puertos de Leitariegos, Somiedo, La Mesa, Pajares, Covadonga, Valdeón y Caín, y se desvía por las alturas que rodean el valle del Liébana hasta unirse con las montañas de Cervera, Aguilar y Pisuerga, llegando a tocar la tierra del Pas y las sierras de Santander.
A estas sierras pertenecían pequeños ganaderos mesteños que compartían sus puertos en verano con grandes cabañas «cuyos propietarios eran ganaderos trashumantes residentes en Madrid, ricos propietarios de dehesas del Sur y las Comunidades Eclesiásticas».
En 1780 el partido de León representaba el 17% del gremio mesteño, agrupando cuadrillas leonesas, burgalesas y riojanas.


Los rebaños trashumantes que utilizaron los puertos leoneses en el período de 1987 a 1991, según el censo realizado por Gómez Sal y Rodríguez Pascual, fueron: 52,5% extremeños, 36,3% leoneses, 5,7% salmantinos y 5,3% manchegos. Más del 50% de las ovejas trashumantes se localizan en el sector oriental (comarca de Riaño y Porma), donde hay una presencia acusada de extremeños o manchegos; otras zonas características son la comarca de Babia en el sector occidental y La Tercia en la montaña central. En el período comentado el grueso de los rebaños ovinos (casi el 88% de las ovejas) invernaba en la provincia de Cáceres (Alcántara, Brozas, Membrío y Trujillo), perdiéndose casi la tradición de invernar en la comarca de La Serena, tradición mantenida tan sólo por una ganadería leonesa. Treinta y cinco mil ovejas se desplazaron hasta Extremadura y 1.800 vacunos a Cáceres.
Como ya se ha comentado, se incluye en esta cabecera leonesa las localidades burgalesas de la comarca de Valdelucio y La Lora, próxima a las montafias palentinas, desde el término de Fuencaliente hasta Barrio-Panizares. Desde aquí los rebaños trashumantes se dirigen a Alcántara, Brozas, Mata de Alcántara, Membrío, Moheda de Granadilla, Salorino, Valencia de Alcántara y Zarza de Granadilla, todos ellos enclavados en dos núcleos principales: sudoeste y norte de Cáceres. Algunos desembarcan en la estación ferroviaria de Aguilar de Campóo y se adentran en la región burgalesa por vías pecuarias. A Palencia se trasladan rebaños desde Extremadura que van a Brañosera, Lores, Herreructa de Castillería, Celada, Salcedillo, Respenda de Aguilar, Pisón de Castejón y Redondo; el número de cabezas lanares contabilizadas en 1989 fue de 16.925. Según el censo (campaña de 1993), entre los municipios palentinos elegidos como agostaderos se encuentran: Aguilar de Campóo, Villaescusa de las Torres, Gama, Brañosera, Saucedilla, Cervera de Pisuerga, Lores y Barruelo.
Dentro de esta cabecera de León se incluyen los agostaderos de Astucias y Santander. La incorporación de estas dos regiones al sistema trashumante tiene unas connotaciones peculiares. La riqueza pecuaria de estas provincias radica principalmente en el ganado vacuno y, en general, los nuevos trashumantes son propietarios de bóvidos. Suelen tener mayor poder adquisitivo que los tradicionales leoneses, por lo que su presencia en Extremadura ha provocado un incremento en el precio de las fincas, perjudicial para los ganaderos de ovino, quienes se quejan de que asturianos y cántabros reciben subvenciones para que vayan a otras regiones a invernar, aunque estas afirmaciones carecen de fundamento.
El componente humano procede en algunos casos del sector agrario (ganaderos de vacuno que por la política de abandono de la producción lechera optan por una orientación hacia el vacuno de carne), y en otros casos son personas ajenas al mismo. Su auge en los últimos años y su procedencia hacen pensar en una posible relación con la jubilación anticipada de los mineros de las cuencas centrales y obreros de la reconversión industrial, que invierten parte de sus indemnizaciones, subsidios o sueldos en esta ganadería de carne sin apenas riesgos.


Su escasa tradición en esta actividad se refleja en la forma de manejar el ganado y de trashumar. En general, y más si son jóvenes (hijos de los jubilados), dejan el ganado en las fincas extremeñas sin apenas vigilancia, turnándose varios para bajar «a ver como van las cosas» y a reunirse los fines de semana en los bares de Brozas y Alcántara. En el caso de familias con hijos, la mujer suele bajar con los niños en la época del inicio escolar, mientras el marido lo hace con el ganado en fechas posteriores. Entre los leoneses también hay una marcada tendencia hacia la reconversión a la ganadería vacuna (sobre todo en Riaño, ante el vacío de ovejas trashumantes), destacando la presencia de ganaderos jóvenes que tienen un nivel de renta elevado, sienten una verdadera vocación, les gusta la ganadería y además ven en las fincas de Extremadura la misma imagen del «paraíso» que vieran sus antepasados trashumantes. Entre las localidades cántabras con ganado trashumante en Extremadura pueden citarse Molledo, Campóo de Suso, Reinosa y Puente del Arce.
Por último, esta cabecera incluye en su extremo más occidental las sierras sanabresas que, aunque están ocupadas fundamentalmente por los trashumantes de las comarcas vecinas de Aliste y Tábara, albergan también ganados procedentes de las dos provincias extremeñas. Entre los municipios de agostada se encuentran Pías, Porto, Puebla de Sanabria, San Martín de Castañeda y Vigo de Sanabria. En la campaña de 1991 se contabilizaron ya en La Serena 3.100 ovinos pertenecientes a dos grandes cabañas que se desplazaban desde Castuera, Campanario y Cabeza del Buey hasta Porto y que actualmente siguen activas. También de Badajoz se traslada otro rebaño de ovino desde el término de Esparragosa de Lares. Desde la provincia de Cáceres se desplaza todo el ganado vacuno que se dirige a los puertos sanabreses y sólo una pequeña parte del ganado ovino. Entre los municipios cacereños se encuentran: Cáceres, Garrovillas, El Torno, Torrejón el Rubio y Brozas. En el caso del vacuno, los propietarios son zamoranos, y a diferencia de los extremeños que tienen pastores para cuidar el ganado, ellos mismos realizan todas las labores, tanto en la montaña como en el llano.


En definitiva, puede decirse que esta cabecera se compone de los pastos de las provincias de Burgos, Cantabria, León, Oviedo, Palencia y Zamora. En total albergan más de 30.000 cabezas de ganado menor y casi cinco mil de bovino, lo que supone el 30% y el 18%, respectivamente, frente al total del ganado trashumante que invernó en la campaña de 1993 en Extremadura. Los que van a Asturias y Cantabria son oriundos de estas regiones y la trashumancia se realiza fundamentalmente con ganado vacuno autóctono. Entre los que se dirigen a León los hay tanto de las zonas de origen como extremeños. En este caso, la ganadería ovina trashumante está sufriendo un fuerte retroceso con la reconversión de muchos rebaños en estantes o trasterminantes, de manera que en tan sólo cuatro años ha disminuido en más de la mitad (en 1989 se estimaban más de 35.000 ovejas trashumantes en los puertos leoneses, mientras que en 1993 apenas alcanzan las 15.000). Es interesante anotar, sin embargo, el incremento de la ganadería vacuna (de unas 1.800 cabezas de media en el período de 1987-1991 a casi 2.500 en 1993), que exige menos mano de obra y puede permanecer sola en los puertos y las dehesas, manteniendo así la actividad trashumante y ofreciendo a la vez una mayor rentabilidad. En el caso de los ganados que se desplazan a Sanabria, en Zamora, los propietarios de ovino son siempre extremeños, mientras que en el caso del vacuno también participan los propietarios sanabreses. Por último, los rebaños de vacuno y ovino que agostan en Burgos y Palencia son fundamentalmente propiedad de ganaderos extremeños y salmantinos (residentes en Extremadura) que aprovechan pastos arrendados y también las rastrojeras tras las cosechas de los pueblos de «arriba».
Entre los ganaderos leoneses pervive una fuerte tradición que los lleva a continuar realizando la trashumancia a las zonas conocidas de antaño.
También como antaño, esta cabecera alberga a numerosos extremeños y salmantinos. Estos últimos, generalmente afincados en Extremadura, realizan una trashumancia doble y suelen arrendar las fincas en ambos extremos, tanto las fincas de invernada como las de agostada. Uno de ellos, que actualmente reside en Brozas, comenta cómo la elección de los agostaderos ha sido muy variable, y así, en los años cincuenta, frecuentaron Sanabria y posteriormente Logroño y Seria, más tarde estuvieron 15 años sin trashumar y en el año 1992, «como la primavera fue muy mala», llevaron a sus ovejas a Palencia, teniendo conocimiento de esos parajes por medio de vecinos extremeños que tradicionalmente las llevaban allí. A diferencia de los agostaderos tradicionales, en estas comarcas palentinas y burgalesas arriendan puertos cerrados (en los que no pueden entrar los lugareños) y, tras la cosecha de los pueblos, aprovechan la rastrojera, espigas y baldíos. Generalmente se asocian varios propietarios para poder turnarse en el cuidado del rebaño. En el caso de los trashumantes extremeños, varios de ellos son grandes terratenientes, con fincas de invernada propias, pero que arriendan los pastos de los agostaderos. Son entonces sus pastores contratados los que se desplazan hasta las montañas burgalesas y palentinas.