viernes, 9 de diciembre de 2011

Mazizo Iberico - y 6


Según estos datos, no se conciertan matrimonios entre ganaderos y mujeres del sur de España hasta los años cincuenta de nuestro siglo, aunque son casos excepcionales.
A partir de los años setenta, la nueva generación de ganaderos trashumantes ha roto la norma tradicional, y ya se han olvidado los viejos refranes que decían: "en La Mancha, el que no mancha, tizna", o "más vale tener una mancha en la familia que un familiar en La Mancha».
Las razones de esta nueva tipología matrimonial están en la reducción demográfica de los pequeños pueblos serranos desde los años sesenta hasta nuestros días, llegando en muchos casos al abandono. No ocurre lo mismo en la zona meridional, donde los pueblos con mayor entidad han conservado población, sobre todo femenina, al contrario de los serranos, que son enclaves de ancianos y varones solteros.
En la actualidad tales relaciones se ven favorecidas porque los ganaderos serranos disponen de economía y medios de transporte suficientes para acudir a los pueblos próximos a las fincas y mantener contacto con la población comarcana.


La endogamia de los pueblos pastores lo era para mantener un sistema de propiedad y herencia. Pero también en el caso de los trashumantes se trataba de una endogamia «funcional», ya que, debido a su situación laboral, económica y de aislamiento no podían tener ninguna relación con las localidades próximas a las fincas por su pobreza y alejamiento físico.
El nuevo modelo de trashumancia ha variado en muchos aspectos de la vida pastoril narrada por los viejos mayorales y recitada en coplas y romances. Sin embargo, existen muchos elementos que permiten clasificar a este grupo como colectivo muy tradicionalista en muchas manifestaciones. Son frecuentes casos de generaciones de pastores que llevan trasladándose a la misma finca desde hace más de cien años, bien como asalariados y más tarde como arrendatarios. Lo mismo se puede decir de sus relaciones en la cañada, de los sistemas de contratación e incluso rituales religiosos que hoy siguen practicando.


Posiblemente el interés que los medios de comunicación han mostrado en los últimos años por "los últimos trashumantes", unido a sus propias características, han creado cierta aureola en torno a ellos, sólo mitigada por los escasos rendimientos económicos que hoy consigue el ganadero. No obstante, muchos ganaderos trashumantes poseen el orgullo profesional que no se encuentra fácilmente en otros grupos laborales.
La continuidad de este colectivo se podría asegurar si los rendimientos fueran medios. Pero el hecho cierto es que algunos pastores jóvenes, depositarios de prácticas trasmitidas por sus mayores y capacitados en las nuevas técnicas del manejo y la explotación ganadera, manifiestan su deseo de abandonar la profesión, y no por los viejos tópicos de la dureza de los quehaceres, la separación del hogar o el aislamiento, sino simplemente porque la lana no tiene precio y la carne de cordero está al mismo precio que en 1985.
Fotos: Juan Carlos Labajos Briones 





Mazizo Iberico - 5


La temporalidad de las actividades se ha modificado por dos razones importantes: primera, por la menor duración de los traslados de los ganados, y, en segundo lugar, por la mayor permanencia de éstos en los pastizales de invierno.
En el pasado, con los recorridos a pié, la salida hacia extremos se hacía desde finales de septiembre hasta terminado el mes de octubre. Con treinta días de camino se llegaba a las fincas del sur y en pocas fechas se iniciaba la época de partos. El refranero le recordaba al pastor "que en la Pura (8 de diciembre) la paridera apura".
Antes de esa fecha el ganadero debía rehacer el chozo, revisar las lindes de las fincas, sanear las fuentes y preparar la leña para todo el año, labores éstas encomendadas al zagal.
Siguiendo con el calendario clásico de las labores, el mes diciembre era no sólo época de paridera sino de "ahijar" o ayudar en las labores de lactancia a los corderos descarriados, "doblando" o alimentándolos de dos madres, sacrificando a los más débiles y "empellizando" con su piel a otros para ser alimentados por sus nodrizas. Estos quehaceres tenían mucho de selección y, en tiempos laneros, ya muy remotos, trataban de preservar la salud de la oveja y fomentar el rendimiento del vellón.
A comienzos de febrero «la chicada» (rebaño de corderos nuevos) podía salir al campo y comenzar su alimentación de pasto, al tiempo que las crías eran separadas de sus madres.
Durante toda esa época los sementales se encontraban separados de las hembras, de forma que sólo se cruzaban al llegar a los pastos de verano. En marzo se iniciaban las labores del esquileo de las crines de las caballerías ("marceo"), que se aprovechaban para la fabricación de sogas de pelo elaboradas por el pastor con un sencillo torno de hilar manual.


Ha sido tradicional «rabotear» (cortar el rabo de los corderos) el primer viernes de marzo o, en algunos casos, en Viernes Santo, y se preparaban los rabos, debidamente limpios, refritos con arroz. A este alimento lo llamaban los pastores «comer vivo».
El mes de abril, tormentoso en las sierras del norte, era apacible en «extremos» y se dedicaba al esquileo, aunque, en ocasiones, esta tarea se realizaba durante el viaje de vuelta e incluso en las propias sierras. Cuadrillas de esquiladores visitaban las dehesas y el mayoral ajustaba precio y fechas. La labor se hacía a tijera y posteriormente con cortadoras mecánicas, hasta llegar a las sofisticadas esquiladoras actuales. La rapidez del esquileo dependía de la época, de la raza de las ovejas (las merinas precisan mucha más atención que las churras) y, sobre todo, de las herramientas, ya que en la actualidad se puede duplicar el número de animales que hace treinta años se esquilaban en el mismo tiempo. Las labores se realizaban en locales cerrados ("ranchos"), para que con el calor se facilitara la operación. No obstante, en muchas dehesas se realizaba al aire libre, tal como hoy lo siguen haciendo.
Una vez esquilados los animales se organizaba el viaje hacia el norte, y en los treinta días de recorrido la lana comenzaba a crecer, protegiéndolos del frío de las sierras. Ya en los montes, el ganadero echaba los sementales a los rebaños y se cerraba el ciclo anual.
Un fenómeno que ha ido a menos es el contacto con el medio natural. En el pasado los ganaderos utilizaban plantas silvestres tanto por sus propiedades medicinales para personas y animales, cuanto por su valor alimenticio (hongos, espárragos y tubérculos silvestres;); también algunos pastores, por afición o simplemente por necesidad, pescaban y cazaban con artilugios muy sencillos.
Lo mismo puede decirse de las actividades artesanales de transformación de productos naturales (pieles, cuernos, huesos, maderas, corchos, crines, etcétera), que en el pasado el ganadero practicaba al disponer de abundante tiempo y contar con mano de obra suficiente, que permitía el manejo de la cabaña con mayor comodidad. Por otra parte, la escasa disponibilidad de dinero hacía que los pastores se elaboraran todo su ajuar, utensilios y herramientas, con los materiales que tenían más cercanos. Las nuevas relaciones laborales, la facilidad de las comunicaciones, la aparición de otros entretenimientos, como la radio y la televisión, han hecho que el trashumante actual disponga de su tiempo de otra forma y haya prescindido no sólo de las labores artesanales, sino hasta de la elaboración de cecinas y carnes secas, o de la preparación de queso.
Lo mismo podríamos decir de la especial facilidad de los pastores para la versificación, como lo demuestran las muchas composiciones recogidas para ser recitadas o cantadas. De la comarca soriana son interesantes "las Epístolas" o relatos romanceados en que se alude a hechos o dichos de los pueblos de la comarca de San Pedro Manrique:
Otras composiciones utilizadas por los pastores son «los Mandamientos» de su profesión:
Y son habituales otros muchos romances y composiciones que los pastores trashumantes -los que sabían leer y escribir- componían en sus ratos de ocio. Según los ganaderos actuales, "hacían versos porque disponían de tiempo y estaban más alegres". Estas, como otras muchas manifestaciones culturales, son impensables en la vida pastoril actual.
Continúa el trashumante de hoy, como el de antaño, sintiendo una gran admiración por la tierra del sur: "extremos". Las características climatológicas y ambientales de las dehesas del sur, no sólo distintas sino complementarias de las correspondientes a las de los puertos del norte, han hecho siempre soñar al ganadero norteño con los pastos de invernada, como lo recuerda esta composición.

Pese a la admiración que tradicionalmente han suscitado las tierras del Valle de Alcudia y Extremadura, es interesante notar que la comunidad trashumante ha mantenido escasas relaciones con las personas de la zona sur y, en especial, ha evitado los matrimonios con mujeres de las comarcas meridionales, como lo demuestran las consultas a los archivos parroquiales de algunos pueblos trashumantes de Soria y La Rioja.
Fotos: Exposicion Caminos Silencionsos en el claustro de la Catedral de Burgos . Santiago Bayon Vera 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Mazizo Iberico - 4



La vivienda tradicional de los pastores en "extremos" era un "chozo" circular, con estructura de madera, sobre la que se colocaba una cubierta vegetal de "escoba" o "retama" que, debidamente instalada y renovada cada otoño, impedía la entrada del aire y la lluvia. El chozo contenía los camastros, con pies y base de madera, y sobre éstos las pieles de oveja y las mantas elaboradas en Enciso, Munilla, Canales o Ezcaray (La Rioja). En el centro del chozo se hacía el fuego, y el humo ascendía por la cubierta a través del ramaje.
El escaso ajuar de los pastores se guardaba en bolsas de piel o sacos de cáñamo. La iluminación del chozo se conseguía con «teas» de madera de pino seca traídas de las regiones septentrionales, y también con las cañas de los «gamones», planta abundante en «extremos» que, al arder, iluminaba casi sin humo el espacio del chozo. 
Los últimos chozos de material vegetal se utilizaron por pastores del Alto Macizo Ibérico en los años 1965 al 1970, cuando ya la mayor parte de las fincas tenían edificaciones de ladrillo con su chimenea o cocina para preparar los alimentos. A partir del año 1972 no se han conocido en la zona pastores que residieran en «chozos».
Como complemento al chozo se utilizaba «el chozuelo», pequeña construcción vegetal portátil que se trasladaba diariamente al lado del «redil», esto es, junto al aprisco rudimentario y móvil que permite el descanso de los ganados y el estercolado. En la actualidad, al no existir lobos, no es preciso pernoctar al lado de los rebaños, por lo que los ganaderos pasan la noche en viviendas convencionales.
La alimentación tradicional de los pastores del Alto Macizo Ibérico se basaba prioritariamente en el pan. Este alimento se compraba semanalmente a panaderos itinerantes o "recoveros" que visitaban las fincas. Con el pan bien picado la noche anterior se preparaban las migas, alimento mañanero, acompañadas de manteca o grasa de oveja, pimentón y ajos.
Durante el día «se echaba merienda» (embutido o queso), que mantenía al pastor hasta el anochecer, en que comía de nuevo alimentos calientes como patatas, legumbres o sopas y, si resultaba alguna res muerta, y sólo en esta ocasión, la carne fresca hacía su aparición. La narración describe el menú habitual de aquella época.


La actual movilidad de los ganaderos -que suelen disponer de vehículos propios y contar con accesos practicables en la mayor parte de las fincas- hace posible su traslado a los pueblos próximos para adquirir cualquier tipo de producto. Los alimentos en conserva, legumbres, arroz, bacalao, etcétera, constituyen su dieta habitual, prescindiendo casi siempre, por costumbre, de verduras y frutas. Pese a estas facilidades, las migas siguen siendo en las mañanas de invierno «su cotidiano alimento».
Con el traslado en ferrocarril ha desaparecido el problema que presentaba el ajuar ("hato") que cada pastor llevaba en las caballerías, y esto ha llevado a incrementar el número y volumen de los objetos transportados. Sin embargo, el pastor trashumante, como buen nómada, utiliza muy escasas herramientas, y entre ellas siempre aparece la navaja, el punzón, hacha, envases, botiquín para prácticas veterinarias, caldero, cubiertos, útiles de limpieza, radio y pocos más objetos, que junto con las ropas de abrigo, mantas y prendas contra la lluvia, son las pertenencias actuales que los ganaderos trasladan de norte a sur cada año.


En el pasado las ropas de piel (pantalón, chalecos, zagones y pellizas) protegían del frío y de la lluvia. Estas prendas, de piel de oveja, "estezada", las curtían y cosían los propios pastores.
Las pieles de oveja sin curtir servían para colchón, y con pieles se hacían sacos y bolsos, así como protecciones contra la lluvia. El primitivo calzado -primero de piel de vacuno, más tarde albarcas de llanta- ha sido sustituido por la bota de goma, y, al decir de muchos ganaderos es, "junto con el butano, uno de los mejores inventos para nuestra profesión". Las prendas enceradas sustituyeron a los «espalderos» de piel de cabra para protegerse de la lluvia; hoy los trajes de goma reducen la humedad de una labor que se desarrolla todos los días a la intemperie. En nuestros días la prenda más utilizada por los ganaderos es el «buzo», traje de algodón cerrado con cremallera, que se complementa con las prendas para la lluvia.
El transporte de los vehículos de los ganaderos, casi siempre furgonetas o todo terreno, permite que el ajuar sea más voluminoso, pero, en esencia, se han transformado los materiales y no se han incrementado las necesidades.

Mazizo Iberico - 3

Profundizando en el factor humano, la trashumancia se puede considerar como una actividad tradicional que concentra y sirve de eje a la propia explotación pecuaria. Esta característica de actividad "concentrada" se ve alterada por los diversos cambios que a lo largo del tiempo se han sucedido, en particular la transformación en el sistema de transporte.
En las sociedades completas e integradas -mundo rural- la alteración de uno de los elementos puede desencadenar una transformación total, aunque lo más probable es que dicha transformación sea parcial y coexista con elementos, actitudes o sistemas de relaciones pertenecientes al pasado. Así pues, aunque los modos de vida y las actividades trashumantes se han ido adecuando a las nuevas situaciones, siguen existiendo pautas de comportamiento que tienen una larga pervivencia.
La actividad trashumante en la región viene marcada por una clara tradición familiar que pasa de padres a hijos, siendo excepcional la incorporación de miembros de otras procedencias. La edad media de los mismos se sitúa actualmente en 50,5 años, dato elocuente de la regresión que este sistema pastoril presenta en la actualidad. La ausencia de jóvenes es así otra de las causas que pone en grave peligro la supervivencia de la trashumancia.
Es muy frecuente que los propietarios de los rebaños se encarguen también del manejo, siendo cada vez menor el número de trabajadores contratados. Las causas que motivan esta circunstancia son en parte económicas (reducción de costes en mano de obra), pero también responde a la dificultad de conseguir personal cada vez más escaso y peor cualificado. Estos pastores contratados provienen en su mayoría de Extremadura y se mantienen por año o por temporada (verano e invierno). Muchos de estos asalariados han incorporado esta actividad como una más de su calendario laboral, lo que indica la falta de especialización ya mencionada.


A través de las encuestas a ganaderos sorianos, riojanos y burgaleses de edad avanzada, aparecen dos ideas muy arraigadas: la primera es la de ligar la importancia de la actividad trashumante con el pasado. Muchos ganaderos hablan de la trashumancia y la remontan a hechos como la conquista de Numancia, saben de su antigua pertenencia a un hecho social y económico importante (La Mesta) y consideran su sistema de vida corno un arcaísmo inmerso en un mundo que evoluciona muy rápidamente.
No obstante, la transformación de los modos de vida de la ganadería trashumante ha sido muy importante, aunque los pastores piensen que su actividad no ha sufrido cambios desde sus inicios, y se hable de las artesanías primitivas, de caminos prehistóricos, de comidas ancestrales, como si la trashumancia fuera una isla intemporal por la que no pasaran los aires renovadores.
Baste reparar en las repercusiones originadas por el transporte mecánico, que trastornó el ciclo anual tradicional de los desplazamientos ganaderos. En efecto, con el transporte por ferrocarril, al reducirse a cuatro o cinco días el recorrido más largo, la época de pastizal se amplía, como en el caso de los ganaderos de La Rioja o Burgos, pero se rompió el equilibrio tradicional que la actividad poseía, según los viejos mayorales.
La segunda particularidad que los propios pastores atribuyen a su modo de vida es la de la rusticidad y la vida sacrificada, siempre comparándola con los dos puntos de referencia más próximos, los pastores estantes y los agricultores.
La tradición oral nos narra cómo ve la actividad un ganadero de Huerta de Arriba (Burgos):
La dureza de la actividad trashumante la centran en dos aspectos fundamentales: la constancia y la lejanía del hogar. La dedicación diaria, permanente, durante toda la jornada, y en muchas ocasiones durante las noches, "eso no se paga con dinero":
La distancia al hogar la reflejan sobre todo los zagales –el grupo más joven y más bajo de la jerarquía laboral pastoril- en los versos de sus composiciones.
Algunos de los actuales ganaderos sólo han vivido la trashumancia del ferrocarril, pero conocen los modos de vida tradicionales anteriores a los años cuarenta. Se entremezclan los datos de ambos grupos de edad para ofrecer así una visión diacrónica de la actividad con una diferencia de cincuenta años. La composición laboral de un rebaño trashumante típico era de cuatro hombres, dirigidos por un “mayoral". Este ostentaba la autoridad y la representación del amo, propietario del ganado. Los pastores tenían una designación según su cometido:


“El rabadán”, ayudante del mayoral, estaba encargado de las labores de la paridera, que se iniciaban en los primeros días del mes de diciembre.
El yuguero tenía como misión el cuidar de las caballerías y del hato o equipo de los pastores en sus viajes a “extremos”; ya en la finca del sur se ocupaba de las labores del pastoreo, junto con «el compañero».
“El zagal”, casi un muchacho, cumplía labores domésticas y ayudaba en los trabajos ganaderos con escasa experiencia. Su formación dependía del mayoral, responsable de que el muchacho aprendiera y practicara la lectura; el resto de los pastores ya adultos le enseñaban el oficio entre bromas y coscorrones:
La jornada tenía un horario que también ha variado. Tradicionalmente los pastores "velaban" su ganado durante la noche para evitar los ataques de los lobos, dividiendo las horas en cuatro o cinco turnos, en los que cada pastor "vigilaba" al ganado. El último turno de vela era para el mayoral, quien preparaba el fuego para despertar al conjunto. Después de consumir las migas, los pastores partían para dividir "los hatos" y realizar "los careos" o recorridos diarios del ganado. Al anochecer cada pastor acudía con su parte del rebaño, que cerraba en un espacio delimitado por "las redes" o "cancillas". Se cenaba en común y se distribuían las imaginarias como en la noche anterior. En la actualidad algunos ganaderos no residen en las fincas, sino que al anochecer concluyen su labor y van a pernoctar al pueblo más cercano, donde pueden residir con su familia, por lo que su modo de vida no difiere del de los pastores estantes.
Fotos: Santiago Bayon Vera 

Mazizo Iberico - 2


Cañada Real Segoviana
Recogía los rebaños procedentes de la zona de la Demanda, a ella se incorporaban los rebaños riojanos a través de la denominada cañada de Islas, que reunía a los rebaños de Canales y Villavelayo. Desde Huerta de Arriba se dirigían hacia el Mancomunado de Patria y Ermita de la Virgen. Continuaban después por Mataco a Vallejimeno y mancomunado de Trashomo. Desde aquí, y ya fuera de nuestra zona de estudio, enfilaban hacia Salas de los Infantes y Aranda de Duero para, girando hacia el sur, dirigirse al Puerto de Somosierra, por donde atravesaban el Sistema Central hasta Buitrago, ya en la provincia de Madrid. De aquí a El Escorial, encaminándose hacia Torrijos (Toledo) y Horcajo de los Montes, prosiguiendo hacia La Serena y Valle de Alcudia.


Cañada Real Soriana Occidental
Era utilizada tanto por pastores riojanos como sorianos. Desde el Puerto de Santa Inés, adonde llegaban los rebaños del valle del Iregua, descendían hacia Vinuesa, cruzando Tierra de Pinares en dirección a Abejar y Cabrejas del Pinar, El Burgo de Osma y San Esteban de Gormaz, continuando en paralelo a la Sierra de Guadarrama por su vertiente norte. Desde aquí tornaban rumbo hacia Avila y Béjar (Salamanca) para posteriormente dirigirse a Cáceres y, pasando por Torreargas y Villar del Rey, llegar hasta Badajoz repartiéndose por los pastizales extremeños. Esta cañada cruza la Segoviana, las dos Leonesas y la Vizana, posibilitando diferentes cambios de vía a los pastores que la recorrían. Fue también utilizada para conducir los rebaños a la estación de Abejar en los tiempos en que ésta sirvió para el embarque de ganado.


Cañada Real Soriana Oriental
Reunía los rebaños sorianos de Tierras Altas y Valle del Tera y los riojanos de Munilla, Enciso y zona de Monte Real. En el extremo norte presenta dos ramales: uno que baja desde el Puerto de Pierqueas hacia Soria y Almazán, y otro que desde San Pedro Manrique se dirige hacia el sur por Magaña y Almenar de Soria hacia Almaraz. Cruza la provincia de Guadalajara por Sigüenza y Pastrana. Prosigue hasta la Villa de Don Fadrique en la provincia de Toledo, y ya en la provincia de Ciudad Real cruza las Tablas de Daimiel en dirección a Manzanares para encaminarse a los pastizales del Valle de Alcudia y Andalucía.
En los últimos años, y tanto en origen como en destino, el uso de las vías pecuarias por parte de los ganaderos trashumantes se ha visto reducido a los desplazamientos entre las estaciones de embarque y los pastizales. Por lo que respecta a la zona de origen, dos grandes sistemas viarios todavía se mantienen en uso.
Fotos: Santiago Bayon Vera 

Mazizo Iberico - 1

La trashumancia ha marcado la forma de vida tradicional en el Alto Macizo Ibérico. Esta zona fue una de las principales y primeras dedicadas a esta actividad en el territorio castellano. Los movimientos ganaderos se pueden documentar en Cameros ya en el año 923, en un privilegio que el Conde Fernán González concede a la Villa de Canales. También se ha destacado la importancia de las rafalas sorianas, asambleas dedicadas al reparto de animales perdidos y cómo sus «pastores habían de ser los fundadores y promotores de la Mesta nacional».
La creación del Honrado Concejo inicia el desarrollo masivo de la ganadería trashumante. Las medidas proteccionistas que éste establece facilitan en buena forma el alza de la actividad, que encuentra en el reinado de los Reyes Católicos su máximo momento de apoyo oficial. Manuel del Río, desde su condición de trashumante decimonónico soriano, nos confirma la importancia y antigüedad de la trashumancia en la región: « Se ha dicho en otra parte que los Sorianos son mas antiguos que los Montañeses (leoneses) en el pastoreo de ganado trashumante, razón por la que un ganadero de Soria tiene el privilegio de sentarse a la derecha del Señor Presidente en las juntas del Honrado Concejo de la Mesta...".
En el siglo XVII la granjería trashumante castellana presenta un paulatino descenso de cabezas: en el año 1634 el número de merinos apenas alcanza un 19% de los existentes a finales del siglo XV. A esta etapa de crisis, influida de forma importante por la escasez y alto precio de los pastos, sigue una rápida recuperación a finales de la centuria, duplicando a principios del siglo XVIII el número de cabezas existentes a comienzos del siglo anterior. Este aumento prosigue durante la primera mitad del siglo XVIII, alcanzando en 1765 el techo mesteño, con 3.490.000 cabezas trashumantes.


Ya en nuestra zona, es posible la cuantificación de la cabaña ganadera trashumante a mediados del siglo XVIII gracias al Catastro del Marqués de la Ensenada, que ofrece las cifras de 266.682 ovejas merinas para La Rioja, 333.558 para Soria y otras 39.831 en tres de los seis términos trashumantes de Burgos.
El Memorial de concordia entre la Mesta y Extremadura (1783) presenta la situación de la ganadería trashumante a finales de siglo XVIII. La zona de estudio se encuentra repartida entre el partido de Soria y el de León. El partido de Soria está a la cabeza en número de ganaderos trashumantes, con 3.415, mientras que el de León alcanza sólo 887, frente a los 8.246 del total mesteño.

El partido de Soria, que cuenta con el 41,4% de los ganaderos trashumantes, sólo posee el 25,1% de las cabezas. Merece la pena destacar que, en el conjunto del gremio pecuario, 43 ganaderos de Madrid y 10 comunidades religiosas reúnen 683.068 cabezas de ovino trashumante (el 30,7% del total de la cabaña).
También es posible desglosar en el citado Memorial de 1783 el censo ovino trashumante entre las localidades del Alto Macizo Ibérico. En el partido mesteño de León aparecen: Brieva, 13.095; Ezcaray o Zaldierna, 29.954; Laguna de Carneros, 6.787; Lumbreras, 42.358; Neyla, 14.060; Nieva y Almarza, 4.083; Ortigosa, 22.730; Soto de Carneros, 3.222; Torrecilla de Carneros, 9.773; Trasomo, 11.087; Ventrosa, 6.980; Villoslada, 51.294; Viniegra de Arriba, 13.992, y Viniegra de Abajo, 11.893, con un total de 241.308 cabezas. En el de-Soria encontramos: Anguiano, 3.561; Rabaneta, 29.577; Enciso, 2.300; Jalón, 19.057; La Cuesta, 13.672; Munilla, 5.754; San Pedro Manrique, 12.558; Valdecanales, 32.335; Valle, 8.793; Villanueva de Cameros, 13.190, y Vinuesa, 29.909, con un total de 171.206, que sumadas a las del partido de León nos dan un monto para la zona de 412.334 cabezas de lanar trashumante.


Desde finales del siglo XVIII y durante el XIX los rebaños trashumantes comienzan a decaer numéricamente de forma continua, aunque irregular, en los diferentes municipios de la zona. La causa de tal decadencia obedece a factores estructurales y coyunturales ya expresados por diversos autores.
En algunos municipios, como Vinuesa, Molinos o Salduero, la trashumancia había perdido ya toda importancia a mediados del siglo XIX, mientras que otras localidades próximas, como Neila o Valdelaguna, seguían explotando cabañas trashumantes de cierta importancia (20.000 y 40.000 cabezas, respectivamente). A finales del siglo XIX todavía trashumaban en la zona 84.460 cabezas lanares.
Ya en pleno siglo XX, en 1935, aún mantienen rebaños trashumantes las localidades riojanas de Canales, Villavelayo, Mansilla, Las Viniegras, Brieva, Ortigosa, Ventrosa, El Rasillo, Villoslada y Lumbreras, y la zona burgalesa conservaba cabaña en Barbadillo de Herreros, Barbadillo del Pez, Huerta de Abajo, Huerta de Arriba, Tolbaños de Arriba y Tolbaños de Abajo, Monterrubio de la Demanda y Neila. La provincia de Soria, en 1948, mantiene 566.214 cabezas lanares (Anuario Estadístico de España, 1950), estimándose en 80.000 las trashumantes. Para 1979 encontramos la cifra de 65.000 ovejas transportadas en ferrocarril para toda la zona. Así, poco a poco, el oficio trashumante se ha venido convirtiendo en una actividad cada vez más residual, centrándose en la ganadería estante (ovino para carne y vacuno).
Las consecuencias de este proceso son de gran importancia para la zona, al trastrocar completamente un marco laboral en el que la trashumancia ocupaba a la mayoría de los varones. En efecto, el primer hecho destacable provocado por esta crisis afecta a la población masculina que venía realizando labores pastoriles lejos del hogar durante la mayor parte del año, ahora sin ocupación y afincada en un territorio con pocas actividades alternativas. Ante esta nueva situación varias son las soluciones planteadas. En primer lugar, la emigración, masiva en toda la zona, dirigida tanto hacia otras zonas nacionales como hacia el extranjero (América y Europa). En algunas ocasiones se buscan oficios estacionales lejos del hogar (nuevamente «trashumantes»).


Finalmente, parte del contingente pastoril ha podido encontrar reacomodo laboral en las explotaciones forestales durante algún tiempo.
Ciertamente, la desaparición de la presión ganadera y de los incendios provocados para la obtención de pasto, unido a las mayores disponibilidades de mano de obra y a las actuaciones derivadas de la política forestal, indujeron durante décadas un espectacular desarrollo de las explotaciones madereras en la zona, destacando las acciones de regulación y mejora de las instalaciones en el período de posguerra. De forma simultánea se registra un aumento de la demanda maderera que lleva aparejado el lógico incremento de los precios, alza que llega a sus cotas máximas en las décadas de los cuarenta y cincuenta, y ahora nuevamente en franca decadencia.
Centrándonos en el uso actual de las vías pecuarias, señalaremos que en el Alto Macizo Ibérico tienen origen tres Cañadas Reales que canalizaron durante siglos el flujo de la importante cabaña trashumante de la cabecera soriana hacia las regiones de invernada: la segoviana, la soriana occidental y la soriana oriental.
Fotos Santiago Bayon Vera