Foto: Hoyos (Cáceres) (Santiago Bayon Vera)
Factores condicionantes de la trashumancia en la Península Ibérica.
Este
tipo de desplazamientos ganaderos era ya común en el mundo antiguo, dándose con
gran frecuencia en la cuenca mediterránea donde alcanzó su máximo nivel de
desarrollo en la Península Ibérica.
La climatología y la orografía de la Europa mediterránea
fueron, según mantienen numerosos autores, los condicionantes principales que convirtieron a la Península
Ibérica en el escenario de la primigenia coincidencia itinerante entre hombres y animales. Hipótesis sustentada, entre otros factores, por los datos que atestiguan una
práctica similar en otras regiones del mundo clásico
mediterráneo, como la Hélade, la Península Itálica y algunas regiones de la Galia y Dalmacia.
Dos
factores fueron responsables de este desarrollo en la Península Ibérica:
-
La
presencia de grandes mesetas, excesivamente frías en invierno y calurosas en
verano separando en unos 700 Km., las montañas del norte, de las áreas de
invernada en el sur, lo que obliga a realizar desplazamientos a lo largo de
grandes distancias.
-
La
combinación de gradientes latitudinales y altitudinales de manera que pueden
llevarse a cabo desplazamientos tanto de tipo norte - sur como entre zonas
bajas y elevadas.
Como
resultado de dichos condicionantes se desarrolló un complejo entramado
territorial y social en el que las vías pecuarias constituían el principal
elemento canalizador.
Cubriendo
grandes áreas de la Península y jerarquizadas por categorías, las vías
pecuarias constituyen la más extensa red de vías de comunicación no férreas de
la Comunidad Europea
con una longitud total de 125.000 Km. Las principales
rutas o “Cañadas Reales” tienen unos 75 metros de anchura (90 varas castellanas).
Esta
inusual anchura es debida, no tanto a la necesidad de canalizar el paso de
millones de animales como al hecho de que el camino tenía que proveer
suficiente pasto para el ganado durante viajes de cuatro o cinco semanas a
través de la Península.
En
estos viajes, el ganado y los pastores eran acompañados por animales carroñeros
y predadores tales como buitres y lobos. Una interesante flora de plantas
herbáceas se fue desarrollando en el seno de las cañadas, actuando como
soportes de biodiversidad entre hábitats separados geográficamente.
Aún
se conserva prácticamente un ochenta por ciento de toda la red primaria de vías
pecuarias y buena parte de la secundaria.