viernes, 2 de febrero de 2018

Haciendo historia - 7


La visión del mundo pastoril
En lo que atañe a la visión del mundo del pastor, como en otras ganaderías móviles del planeta, delata una filosofía natural y empírica, una concepción cíclica del mundo, en la que las dimensiones para ese vivir sobre e! terreno y desplazarse estacionalmente las ofrece el juego de planos entre el firmamento, la cañada y el horizonte. Esta actitud vital se evidencia en la medida del tiempo, la percepción del espacio y, en suma, en las manifestaciones de la cultura mesteña.


La medida del tiempo.
La medida del tiempo en los pastores se aleja de la campana eclesiástica y del reloj burgués, del tiempo sagrado de la Iglesia y del tiempo civil del mercader, que desbrozan la vida cotidiana de la aldea y la ciudad. A diferencia del comerciante que veía en el dominio de la cronología una inversión, el militar una estrategia y e! político una forma más de administración, el tiempo de los humildes mesteños se recreaba en los ciclos naturales, los movimientos del sol y las fases de la luna. Si la ortodoxia religiosa había monopoliza-do el tiempo diurno, fraccionado en horas litúrgicas "ángelus, tercia, nona, etc.- y medido en avemarias y padrenuestros, la cronología pagana seguía reinando en el tiempo nocturno, empleándose códigos visuales y auditivos, como la puesta del sol y el canto del gallo.
Las divisiones del calendario oficial habían sido impuestas desde instancias culturales ajenas a la ganadería, como el mes de los romanos y la semana de los hebreos, y los mayorales que guiaban la cabaña miraban más a los signos de! cielo y el paisaje. Estos variaban de acuerdo al medio atravesado por las vías pecuarias, pues, mientras en tas poblaciones los trashumantes y trasterminantes miraban a los relojes solares situados en el frontispicio de las iglesias y edificios civiles de paso, en plena naturaleza tomaban como referencia los albures meteorológicos, la posición del sol y las estrellas y los signos silvestres (cantos, vuelos, ruidos, etc.) tan familiares a los ganaderos de todo tiempo y lugar.
A diferencia del sedentario, que no podrá llevar consigo la medida del tiempo hasta que se popularice e! reloj, la cronología siempre fue portátil para e! trashumante, aunque en tiempos recientes aspirará a atraparla en la caja mecánica que se asociaba con un instrumento de ostentación burguesa. El proceso de aculturación experimentado por los pastores ha seguido un ritmo acelerado a medida que nos acercamos a nuestro siglo y los nuevos medios de comunicación han terminado con su aislamiento temporal en las mar-chas y los pastizales.

Las actividades laborales en las cabañas estaban supeditadas al paso de las estaciones, contrastando la dureza de la paridera con la cosecha lanar del esquileo, adelantándose o retrasándose la marcha a extremos de acuerdo con los cambios climatológicos y la mayor o menor dureza de !a vía pecuaria. De ello nos ha dejado cumplida noticia el hermano mesteño Manuel del Río, dándonos cuenta de la repartición de pastores y perros, número de chozos y orden de los rebaños, efectos de los nublados y enfermedades de ¡os ganados, y dejando constancia de cierto sentido pasional de la trashumancia por las cañadas: "Cuando los ganados emprenden su marcha para las sierras, los Pastores no sienten el camino, por el gusto que llevan de poner el fruto de sus tareas en manos de los amos, y el deseo de llegar a su país para descansar y ver a sus familias. Estos placeres no dejan de estar mezclados de disgustos, por los continuos acontecimientos que les suceden en el camino...".

El arriendo de yerbas y los contratos laborales se ajustaban por San Marcos y San Juan de acuerdo al calendario eclesiástico fruto de la cristianización de las fiestas populares. Por lo tanto, la vida de estos seminómadas, desde la demografía familiar a su percepción del espacio y de! tiempo, era cíclica y circular.