La visión del mundo pastoril
En
lo que atañe a la visión del mundo del pastor, como en otras ganaderías móviles
del planeta, delata una filosofía natural y empírica, una concepción cíclica
del mundo, en la que las dimensiones para ese vivir
sobre e! terreno y desplazarse estacionalmente las
ofrece el juego de planos entre el firmamento, la cañada y el horizonte. Esta
actitud
vital
se evidencia en la medida del tiempo, la percepción del espacio y, en suma, en
las
manifestaciones
de la cultura mesteña.
La medida del tiempo.
La
medida del tiempo en los pastores se aleja de la campana eclesiástica y del
reloj
burgués,
del tiempo sagrado de la Iglesia y del tiempo civil del mercader, que desbrozan
la
vida cotidiana de la aldea y la ciudad. A diferencia del comerciante que veía
en el dominio de la cronología una inversión, el militar una estrategia y e!
político una forma más de administración, el tiempo de
los humildes mesteños se recreaba en los ciclos naturales,
los
movimientos del sol y las fases de la luna. Si la ortodoxia religiosa había
monopoliza-do el tiempo diurno, fraccionado en horas litúrgicas "ángelus,
tercia, nona, etc.- y medido en avemarias y
padrenuestros, la cronología pagana seguía reinando en el tiempo nocturno,
empleándose códigos visuales y auditivos, como la puesta del sol y el canto del
gallo.
Las
divisiones del calendario oficial habían sido impuestas desde instancias
culturales ajenas a la ganadería, como el mes de los romanos y la semana de los
hebreos, y los mayorales que guiaban la cabaña miraban más a los signos de!
cielo y el paisaje. Estos variaban de acuerdo al medio atravesado por las vías
pecuarias, pues, mientras en tas poblaciones los trashumantes y trasterminantes
miraban a los relojes solares situados en el frontispicio de las iglesias y
edificios civiles de paso, en plena naturaleza tomaban como referencia los
albures meteorológicos, la posición del sol y las estrellas y los signos silvestres
(cantos, vuelos, ruidos, etc.) tan familiares a los ganaderos de todo tiempo y
lugar.
A
diferencia del sedentario, que no podrá llevar consigo la medida del tiempo
hasta que se popularice e! reloj, la cronología siempre fue portátil para e!
trashumante, aunque en tiempos recientes aspirará a atraparla en la caja mecánica
que se asociaba con un instrumento de ostentación burguesa. El proceso de aculturación
experimentado por los pastores ha seguido un ritmo acelerado a medida que nos
acercamos a nuestro siglo y los nuevos medios de comunicación han terminado con
su aislamiento temporal en las mar-chas y los pastizales.
Las
actividades laborales en las cabañas estaban supeditadas al paso de las estaciones,
contrastando la dureza de la paridera con la cosecha lanar del esquileo,
adelantándose o retrasándose la marcha a extremos de acuerdo con los cambios
climatológicos y la mayor o menor dureza de !a vía pecuaria. De ello nos ha
dejado cumplida noticia el hermano mesteño Manuel del Río, dándonos cuenta de
la repartición de pastores y perros, número de chozos y orden de los rebaños,
efectos de los nublados y enfermedades de ¡os ganados, y dejando constancia de
cierto sentido pasional de la trashumancia por las cañadas: "Cuando los
ganados emprenden su marcha para las sierras, los Pastores no sienten el
camino, por el gusto que llevan de poner el fruto de sus tareas en manos de los
amos, y el deseo de llegar a su país para descansar y ver a sus familias. Estos
placeres no dejan de estar mezclados de disgustos, por los continuos
acontecimientos que les suceden en el camino...".
El
arriendo de yerbas y los contratos laborales se ajustaban por San Marcos y San
Juan de acuerdo al calendario eclesiástico fruto de la cristianización de las
fiestas populares. Por lo tanto, la vida de estos seminómadas, desde la
demografía familiar a su percepción del espacio y de! tiempo, era cíclica y
circular.