viernes, 9 de diciembre de 2011

Mazizo Iberico - 5


La temporalidad de las actividades se ha modificado por dos razones importantes: primera, por la menor duración de los traslados de los ganados, y, en segundo lugar, por la mayor permanencia de éstos en los pastizales de invierno.
En el pasado, con los recorridos a pié, la salida hacia extremos se hacía desde finales de septiembre hasta terminado el mes de octubre. Con treinta días de camino se llegaba a las fincas del sur y en pocas fechas se iniciaba la época de partos. El refranero le recordaba al pastor "que en la Pura (8 de diciembre) la paridera apura".
Antes de esa fecha el ganadero debía rehacer el chozo, revisar las lindes de las fincas, sanear las fuentes y preparar la leña para todo el año, labores éstas encomendadas al zagal.
Siguiendo con el calendario clásico de las labores, el mes diciembre era no sólo época de paridera sino de "ahijar" o ayudar en las labores de lactancia a los corderos descarriados, "doblando" o alimentándolos de dos madres, sacrificando a los más débiles y "empellizando" con su piel a otros para ser alimentados por sus nodrizas. Estos quehaceres tenían mucho de selección y, en tiempos laneros, ya muy remotos, trataban de preservar la salud de la oveja y fomentar el rendimiento del vellón.
A comienzos de febrero «la chicada» (rebaño de corderos nuevos) podía salir al campo y comenzar su alimentación de pasto, al tiempo que las crías eran separadas de sus madres.
Durante toda esa época los sementales se encontraban separados de las hembras, de forma que sólo se cruzaban al llegar a los pastos de verano. En marzo se iniciaban las labores del esquileo de las crines de las caballerías ("marceo"), que se aprovechaban para la fabricación de sogas de pelo elaboradas por el pastor con un sencillo torno de hilar manual.


Ha sido tradicional «rabotear» (cortar el rabo de los corderos) el primer viernes de marzo o, en algunos casos, en Viernes Santo, y se preparaban los rabos, debidamente limpios, refritos con arroz. A este alimento lo llamaban los pastores «comer vivo».
El mes de abril, tormentoso en las sierras del norte, era apacible en «extremos» y se dedicaba al esquileo, aunque, en ocasiones, esta tarea se realizaba durante el viaje de vuelta e incluso en las propias sierras. Cuadrillas de esquiladores visitaban las dehesas y el mayoral ajustaba precio y fechas. La labor se hacía a tijera y posteriormente con cortadoras mecánicas, hasta llegar a las sofisticadas esquiladoras actuales. La rapidez del esquileo dependía de la época, de la raza de las ovejas (las merinas precisan mucha más atención que las churras) y, sobre todo, de las herramientas, ya que en la actualidad se puede duplicar el número de animales que hace treinta años se esquilaban en el mismo tiempo. Las labores se realizaban en locales cerrados ("ranchos"), para que con el calor se facilitara la operación. No obstante, en muchas dehesas se realizaba al aire libre, tal como hoy lo siguen haciendo.
Una vez esquilados los animales se organizaba el viaje hacia el norte, y en los treinta días de recorrido la lana comenzaba a crecer, protegiéndolos del frío de las sierras. Ya en los montes, el ganadero echaba los sementales a los rebaños y se cerraba el ciclo anual.
Un fenómeno que ha ido a menos es el contacto con el medio natural. En el pasado los ganaderos utilizaban plantas silvestres tanto por sus propiedades medicinales para personas y animales, cuanto por su valor alimenticio (hongos, espárragos y tubérculos silvestres;); también algunos pastores, por afición o simplemente por necesidad, pescaban y cazaban con artilugios muy sencillos.
Lo mismo puede decirse de las actividades artesanales de transformación de productos naturales (pieles, cuernos, huesos, maderas, corchos, crines, etcétera), que en el pasado el ganadero practicaba al disponer de abundante tiempo y contar con mano de obra suficiente, que permitía el manejo de la cabaña con mayor comodidad. Por otra parte, la escasa disponibilidad de dinero hacía que los pastores se elaboraran todo su ajuar, utensilios y herramientas, con los materiales que tenían más cercanos. Las nuevas relaciones laborales, la facilidad de las comunicaciones, la aparición de otros entretenimientos, como la radio y la televisión, han hecho que el trashumante actual disponga de su tiempo de otra forma y haya prescindido no sólo de las labores artesanales, sino hasta de la elaboración de cecinas y carnes secas, o de la preparación de queso.
Lo mismo podríamos decir de la especial facilidad de los pastores para la versificación, como lo demuestran las muchas composiciones recogidas para ser recitadas o cantadas. De la comarca soriana son interesantes "las Epístolas" o relatos romanceados en que se alude a hechos o dichos de los pueblos de la comarca de San Pedro Manrique:
Otras composiciones utilizadas por los pastores son «los Mandamientos» de su profesión:
Y son habituales otros muchos romances y composiciones que los pastores trashumantes -los que sabían leer y escribir- componían en sus ratos de ocio. Según los ganaderos actuales, "hacían versos porque disponían de tiempo y estaban más alegres". Estas, como otras muchas manifestaciones culturales, son impensables en la vida pastoril actual.
Continúa el trashumante de hoy, como el de antaño, sintiendo una gran admiración por la tierra del sur: "extremos". Las características climatológicas y ambientales de las dehesas del sur, no sólo distintas sino complementarias de las correspondientes a las de los puertos del norte, han hecho siempre soñar al ganadero norteño con los pastos de invernada, como lo recuerda esta composición.

Pese a la admiración que tradicionalmente han suscitado las tierras del Valle de Alcudia y Extremadura, es interesante notar que la comunidad trashumante ha mantenido escasas relaciones con las personas de la zona sur y, en especial, ha evitado los matrimonios con mujeres de las comarcas meridionales, como lo demuestran las consultas a los archivos parroquiales de algunos pueblos trashumantes de Soria y La Rioja.
Fotos: Exposicion Caminos Silencionsos en el claustro de la Catedral de Burgos . Santiago Bayon Vera 

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