jueves, 23 de junio de 2011

Trashumancia León - 4

Entrada de la cañada en la sierra leonesa


En relación con la situación de los pastos de puerto aprovechados por las merinas, los pueblos de pastores ocupan una situación excéntrica y meridional, en la periferia de la montaña, cerca del lugar donde la principal cañada penetra en la sierra.
A partir de allí la cañada se subdivide en ramales que van a cada puerto, siendo así la zona comentada el último lugar de descanso antes de la entrada en la sierra.
Los pastos de puerto en la montaña de Riaño se distribuyen en torno a los dos amplios valles que la división del río Esla forma en el centro del complejo montañoso oriental de León. A partir de dicha confluencia, donde se ubicaba la villa de Riaño, el río Esla, hoy embalsado, abandona la montaña encajado en desfiladeros que en la práctica dotaban a la comarca de Riaño de un cierto aislamiento y un carácter autónomo respecto al exterior.

Los concejos del alto Esla, Valdeburón y Tierras de la Reina regían el uso de las tierras y la ganadería en la comarca, llegando a gozar en determinadas épocas de cierta prosperidad relativa, con productos de renta procedentes de la explotación de ganado vacuno, además de otras artesanías que se intercambiaban con las tierras bajas cerealistas. La ganadería del merino funcionó como una actividad superpuesta y en buena parte ajena a la economía de los concejos, quedando el uso de los puertos en manos de grandes propietarios relacionados con la nobleza, que poseían también las fincas en Extremadura imprescindibles para la invernada.
Este hecho nos hace pensar que el ejercicio de la actividad trashumante es más antiguo que la organización comunal de la montaña y gozaba, por antecedencia, de unos derechos que los concejos no lograron arrebatar. Aunque éstos reciben beneficios de los arriendos que ya la Mesta practicaba -y en algunos casos y determinadas épocas históricas tuvieron cierta importancia para la economía del concejo-, la trashumancia es, en realidad, un fenómeno económico superpuesto y bastante ajeno a la actividad agrícola-ganadera de los pueblos de la montaña y solo se relaciona con ellos por su proximidad espacial y por los exiguos intercambios. Muy raramente los trashumantes alquilaban o compraban casa e incluso la comida solían traerla de fuera, es decir, de sus propios pueblos. A veces en los pueblos que arrendaban el puerto se adquiría el cereal para la fabricación de pan.


Las grandes cabañas (Rojas, Perales, Cuesta, Montenegro) acaparaban hasta época reciente el aprovechamiento de la alta montaña del Esla; el desplazamiento de sus rebaños hasta los puertos tenía lugar por la Cañada Real Leonesa Oriental, muy cerca del límite entre la región de los páramos palentinos y la montaña (entre San Pedro Cansoles, en Palencia, y Valcuence, ya en León). El hecho de que la cañada penetre en la sierra por el valle del Cea y remonte un puerto (El Pando), y no lo haga siguiendo el río Esla aguas arriba como parecía, en principio, más lógico, se debe al carácter cerrado de dicha comarca y a los desfiladeros en los que el río se encajaba para abandonarla, que dificultaban el paso de las merinas. En el valle del Cea, la cañada, una vez cruzado el río en Soto de Valderrueda y de pasar por la ermita de Santa María de Vega, sube a los montes situados en la orilla derecha del río, en la divisoria entre el Cea y el Tuéjar, cumbre por la que se aproxima al lugar denominado Las Lomas, donde los rebaños pasaban la noche; también allí se hacía tradicionalmente el relevo de los pastores que llegaban por los que tenían el primer turno en los puertos y que se habían adelantado desde el camino para estar unos días en casa.


A partir de Las Lomas, la cañada se vuelve a bifurcar. Los que iban para el puerto de San Isidro (valle del Porma) tomaban el cordel de la izquierda y, bajando a La Red, continuaban por el collado de Aviados, collado de las Cruces y los Castros de Mental para llegar a Remolina, pasando antes por el puerto de Cabreros.
Desde Remolina, los rebaños se dirigían a Anciles o bien continuaban río abajo, por Las Salas, hasta alcanzar el cauce del río Dueñas (vereda de la Puente del Campo a Camposolillo), pasaban la collada de Viego y bajaban a Reyero, remontando el río Porma hasta el puerto de San Isidro.
Los que iban a los puertos de Valdeburón, desde Las Lomas y siguiendo la Cañada Real, bajaban a Prioro y remontaban el puerto de El Pando, última barrera orográfica para acceder al valle del Esla. En este alto, la cañada discurre paralelamente a la vía romana, para bajar después por el hayedo de Salio a este pueblo y cruzar el Esla por el puente de Pedrosa. Desde allí y por Riaño se dirigían a los puertos de Valdeburón.
Únicamente los que accedían a los puertos de Barniedo, Portilla, Llánaves y Valdeón, al Norte de la cabecera del Esla, seguían un cordel más directo que se apartaba de la Cañada Real en la provincia de Palencia y que pasando por el Cristo del Amparo, Velilla del Río Carrión y Besande llegaba a las Calares de Barniedo, desde donde paralelo a la carretera acude a los puertos indicados.

La relación de esta situación con el tema que nos ocupa se debe a que, precisamente, no es en los pueblos propietarios de los puertos -que, como hemos dicho, gozaban de mayores recursos y prosperidad económica-, donde el oficio de pastor trashumante, enrolado al servicio de las grandes cabañas, cobra importancia, sino, por el contrario, en pueblos que, en general, con un territorio pobre y exiguo no tenían pastos que vender a los ganaderos extremeños de merinas y se encontraban, además, relativamente alejados de los puertos.
Los pueblos de pastores trashumantes no disponían ni de terreno suficiente ni de producción necesaria para el sustento de las familias. La presión demográfica era grande y los recursos limitados.
El hecho de contar en el pueblo con mayorales hacía que el resto de la gente tuviese mayor oportunidad de enrolarse como pastores. De este modo los varones de familias enteras se dedicaban a esta actividad, bien temporalmente por un número determinado de años (generalmente los anteriores al servicio militar), bien con carácter permanente, siendo frecuente el caso de personas que bajaron a Extremadura cincuenta o más años.
Como afirma Villarroel, "sólo había dos alternativas para los habitantes: pastor o religioso (cura o fraile)". Esta segunda opción era también muy seguida ante la falta de medios económicos para sufragar otro tipo de estudios y por el clima religioso que se respiraba en estos pueblos. En este sentido, hay que resaltar el importante papel que jugaron la existencia en la zona de la Preceptoría de Morgovejo y la Cátedra de Latín y Humanidades de Lois, verdadera cantera donde iniciaron los estudios muchos clérigos.


De esta manera, por ejemplo, a Tejerina se le puede considerar como uno de los pueblos más levíticos de toda España. En el año 1965 podían contabilizarse un total de 65 sacerdotes, religiosos y religiosas, procedentes del pueblo, lo que comparado con los 300 habitantes que permanecían en él supone un 21 % de la población.

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