jueves, 16 de junio de 2011

Trashumancia León - 1


Montaña de León

 Continuando con el examen de la antigua tradición pastoril, los puertos de merinas son, en realidad, recursos relacionados, a través de un antiguo y complejo sistema de producción, con los lejanos pastizales de Extremadura. La conservación en forma productiva de ambos recursos se debe al quehacer y la experiencia -varias veces centenaria- de un grupo humano concreto, bien localizado en ciertas localidades de las montañas que rodean el Duero, y en particular en las del Norte de León. Se trata de los pastores trashumantes. Documentar la existencia de este grupo de personas, portadores de una cultura y conocimientos importantes para gestionar adecuadamente el complejo sistema de explotación basado en la trashumancia, nos lleva a la consideración de cinco epígrafes:


Pastores serranos

Además de una actividad económica a gran escala, la trashumancia fue también la ocupación de un buen número de habitantes de la Corona de Castilla. Muchos montañeses tenían este tipo de pastoreo como forma de vida, y eran portadores de una cultura y unos conocimientos peculiares. Entre éstos jugaron un papel destacado los provenientes de las sierras de la Submeseta Septentrional (leoneses, riojanos, sorianos, segovianos), conocidos aún en la actualidad como «pastores serranos» en Extremadura. Por su pertenencia a antiguas comunidades de montaña, estos pastores se hallaban especialmente instruidos para el oficio trashumante. Acostumbrados a permanecer durante el verano en los puertos, se resignaban también a la larga permanencia de hasta siete meses ininterrumpidos en los pastos de extremo, período durante el cual la familia permanecía en la montaña.
Los serranos fueron un elemento esencial en la composición social de la Mesta, constituyendo la gran masa de trashumantes de primera hora. Es destacable la importancia que, ya en el siglo XVIII, habían adquirido las grandes cabañas, que acaparaban la mayor parte de los puertos leoneses, y cuyos propietarios eran ganaderos trashumantes residentes en Madrid, ricos propietarios de dehesas del Sur y las Comunidades Eclesiásticas. En las grandes cabañas, la media por explotación superaba entonces las 10.000 cabezas, mientras que en el resto de los asociados mesteños rondaba las 200. Aun con esta deficiente estructura los pequeños propietarios suponían el 66% de los efectivos trashumantes.
Los pastores leoneses practicaban la trashumancia de largo alcance en cuadrillas autóctonas o empleados como asalariados en las grandes cabañas, cuya importancia, principalmente en la montaña de Riaño y en Babia, se mantuvo con gran fuerza hasta la primera mitad del siglo actual.

Para la gestión y organización del pastoreo existía una organización jerárquica, casi militar, en la que cada componente tenía cometidos concretos, tanto en los puertos, como en los caminos o en extremo.
El mayoral es el jefe supremo responsable máximo de la cabaña y tiene el cometido de contratar pastores, arrendar las hierbas en puertos y los pastos de invernada, decidir la venta de corderos, lana, etcétera, así como controlar los aspectos económicos y de organización. Sólo rinde cuentas anualmente ante los dueños, que solían vivir en Madrid.
A su cargo directo tiene los rabadanes, que eran los encargados de cada rebaño (formado por unas 1.200-1.300 ovejas), y a los que convocaba en determinadas ocasiones, tanto en la montaña como en Extremadura, para hacer las cuentas de cada rebaño, decidir la venta de ovejas viejas, la selección y reparto de sementales, organizar la salida de los rebaños cañada arriba o abajo y establecer el orden y fechas más adecuadas para ello. Según Mateo Díez (1985), en las grandes cabañas había, a veces, también un sotomayoral.



En los desplazamientos, los rebaños van emparejados para ayudarse, denominándose «alpaceros» los que forman cada pareja, que se mantiene generalmente año tras año en el mismo orden.
Por debajo del rabadán el orden es el siguiente: el compañero, el ayudador, el "Persona", el sobrao y el zagal. El rabadán no solía hacer todo el camino con los pastores; en la bajada por la Cañada Oriental se incorporaba normalmente en Valdestillas o Arévalo. Se adelantaba al rebaño para ir buscando lo necesario para los pastores y el ganado (víveres, lugares de acampada, pastos durante el camino, etcétera). Además, es el encargado de ir pagando la "contenta", (propina que se daba, a veces, a los guardas para que hicieran la «vista gorda») y las multas, cuando los ganados se salían de la cañada. El compañero es el segundo en categoría, marcha al frente del rebaño en los caminos y dirige los «mansos». Se trata de carneros castrados adiestrados para acudir a la llamada del pastor o al ofrecimiento de pan y dirigir así el rebaño; llevan un cencerro que por su sonido mueve al resto del rebaño y resultan especialmente útiles en los pasos difíciles. El ayudador es el encargado de las yeguas, por lo que era también llamado «yegüero». Los restantes (persona, «Sobrao» y zagal) son «arreadores» en el camino, a los que correspondía el mayor trabajo para evitar que el ganado se saliera a los sembrados; con ese fin los dos primeros se situaban en los laterales y el zagal -aprendiz de pastor- detrás del rebaño. Por los años treinta se suprimieron las yeguas de la "escusa" de los pastores y se eliminó la función del sobrao, quedando el número de pastores reducido a cinco por rebaño.
Al margen de esos cometidos en el camino, cada pastor tiene también otras funciones cuando el rebaño se encuentra en los puertos o en Extremadura.



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