sábado, 4 de junio de 2011

Trashumancia en Extremadura - Historia 3

TRASHUMANCIA HACIA EXTREMADURA: AREAS DE PROCEDENCIA

Abordare las áreas de origen de estos trashumantes, sus características comunes y los cambios que se han ido observando en ellas.
«Sierras» y «Estremos» se presentan como unidades geográficas complementarias para el pastoreo trashumante y vinculadas por una intensa y estrecha relación; pero es en los «estremos» donde el componente humano se mezcla, convive y comparte conocimientos y vivencias que posteriormente llevará a sus lugares de origen.
Los serranos acogen como patrona de sus cabañas mesteñas a la extremeña Virgen de Guadalupe y, si bien durante siglos han mantenido escasas relaciones con los habitantes de la zona sur, evitando casamientos mixtos, cada vez existen más matrimonios con mujeres de las comarcas meridionales, a lo que sigue, en ocasiones, el afincamiento de serranos en el territorio extremeño.
Extremadura recibía hasta el siglo XVIII el mayor contingente de ganado trashumante, aproximadamente las tres cuartas partes de los rebaños de la Mesta. Entre los propietarios de estas cabañas se hallaban ganaderos extremeños, nobles asentados en Madrid, instituciones eclesiásticas y, sobre todo, pequeños ganaderos procedentes de las áreas serranas de Castilla y León.
Tradicionalmente, al hablar de trashumantes los extremeños hacen la siguiente distinción: los «serranos», procedentes de las áreas de montaña del Sistema Ibérico (Seria, La Rioja, Burgos), Sierras de Albarracín y Cuenca e incluso de Segovia; y los «montañeses», distribuidos por los montes de León, incluyendo las sierras sanabresas y palentinas que los delimitan. «Mesteños», «serranos», «montañeses» son los nombres con que los extremeños se refieren a los modestos ganaderos procedentes de las regiones montañosas que bordean la meseta norte y no a las grandes ganaderías de las órdenes eclesiásticas y de los grandes señoríos.
El citado Manuel del Río distinguía también a los ganaderos trashumantes leoneses de los sorianos no sólo por las diferencias en el ámbito geográfico sino también por el orden de incorporación al sistema trashumante: «Se ha dicho otra parte que los Sorianos son más antiguos que los montañeses en el pastorío de ganado trashumante, (...); a ellos deben los Montañeses su colocación de los ganados trashumantes en su país... porque aunque en el día esté muy decaída en esta parte la sierra de Seria, no se la puede negar que fue el origen de la ganadería, trasferida esta después a las otras sierras de Cuenca, Segovia y León;... Los Sorianos fueron los primeros que poblaron con sus ganados las dehesas de Extremadura, pero en el día las disfrutan mas los Montañeses...».
La extensión y encuadre de estas tradicionales cabeceras trashumantes varía según los autores. De gran belleza es la «Descripción de las Cuatro Sierras Nevadas», en alusión a las cuatro cabeceras serranas, y será esta clasificación de las cuadrillas mesteñas (más las que se incorporan posteriormente) la que usaremos para delimitar las zonas de origen de los trashumantes que pasan el invierno en las tierras de Extremadura.
Los lugares de procedencia del ganado trashumante que invernan actualmente en esta región son muy variados, incluyendo la totalidad de las provincias de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, del Principado de Astucias, de La Rioja, de Cantabria, de Madrid, de Castilla La Mancha (Cuenca y Guadalajara), de Aragón (Teruel) y de la propia Extremadura. Autores como Abellán y Olivera establecen unos agostaderos diferentes a los que aquí hemos presentado (individualizando la provincia de Zamora como agostadero, con sus sierras sanabresas de Porto, Galende y Trefacio del agostadero de León y Palencia). Nosotros hemos querido mantener la división de los agostaderos según las cuadrillas originarias de la época mesteña para ver su evolución. Así se ha podido observar el declive que mantiene la cabecera soriana, la reconversión del ganado trashumante leonés a trasterminante, el tradicionalismo de los conquenses en su búsqueda de pastos hacia el Valle de Alcudia y Andalucía, la presencia progresiva del vacuno de asturianos y cántabros, el mantenimiento de famosas vacadas abulenses, a todos los cuales las hay que añadir el elevado contingente trashumante que tiene por origen la propia Extremadura.

Cabecera Nord-lbérica
El principal enclave trashumante se localiza en el Alto Macizo Ibérico, a caballo entre las provincias de Burgos, La Rioja y Seria. Estos ganaderos eran conocidos genéricamente como «sorianos», porque la provincia de Soria comprendía, hasta 1833, un amplio espacio encajado entre los ríos Ebro, al norte, y el Tajo, al sur. Se incluían así las tierras logroñesas de Calahorra, Aguilar, Enciso, Munilla, Cameros, Jubera y San Román, siendo el límite meridional las tierras de Medinaceli y Atienza.
La Sierra de Seria comprendía la franja desde Pancorbo al puerto de Piqueras, siguiendo la cordillera por el mediodía hasta tocar la falda del Moncayo. Entre las poblaciones aparecen Piñeda, Ventosa, Quintana, Covaleda, Ezcaray, Viniegras, Cameros, Yanguas, San Pedro, Autol, Quel, Igea, Cervera y Aguilar del río Alama. En 1780, tras finalizar el segundo período de auge de la trashumancia e iniciarse su declive, el partido de Seria agrupaba el 28% del gremio mesteño, porcentaje repartido entre mestillas sorianas, riojanas, burgalesas y alcarreñas.
Referencias documentales a la presencia de los trashumantes de estas sierras existen, por ejemplo, de los Concejos de Fregenal de la Sierra, Bodonal e Higuera la Real (localizados en el sudoeste de Badajoz, limítrofe con la Sierra Morena onubense), donde hablan de pastores mesteños, la gran mayoría sorianos (« ... debates e contiendas que son entre el concejo de Frexenal e entre el concejo de la Figuera e del Bodonal sobre el pacer de ciertos términos e montes e dehesas, e sobre razón de la cañada por donde han de ir los ganados sorianos... »); la documentación no se refiere nunca a leoneses o segovianos. También se distribuían los ganados de Seria por la comarca de La Serena, ya que los sorianos preferían las dehesas de la Mesa Maestral de la Orden de Alcántara.

Sobre la presencia de ganaderos trashumantes riojanos en las tierras extremeñas hacemos referencia al libro «Memorias de un pastor riojano», donde se hace alusión a la trashumancia a Extremadura, con datos de la presencia de ganaderos de la región de Cameros. Los trashumantes de esta región aparecen citados en las dehesas de Trujillo y de la Tierra de Cáceres (que integraban Cáceres, Arroyo de la Luz, Malpartida, Aldea del Cano, Torreorgaz, Torrequemada, Aliseda, Sierra de Fuentes, Puebla de Obando y el arrabal de Zamarrillas).
En la provincia burgalesa la cabaña trashumante se distribuía por la Sierra de la Demanda, pueblos como Huerta de Abajo, Vallejimeno, Tolbaños de Arriba, Tolbaños de Abajo, Bezares: Quintanilla, Neila, Barbadillos o Pineda. Luis San Valentín Blanco ofrece en su libro «De la trashumancia del ganado merino desde nuestros puertos de la Sierra de la Demanda, hasta las dehesas de Extremadura y Andalucía» la oportunidad de rememorar los lugares utilizados en estos desplazamientos y la forma de vida de los trashumantes burgaleses. En la campaña actual no se ha detectado ningún movimiento desde estas áreas.
Según el censo realizado en 1989 el 48% del ganado trashumante soriano se dirige a Extremadura, mientras que casi el 50% aprovechan los pastos del Valle de Alcudia; el 2% restante se dirige a la zona de Los Pedroches, en Córdoba. De las 21.610 cabezas de ganado menor que se dirigen a Extremadura, 11.254 invernan en la provincia de Cáceres (Alcántara, Cáceres, Membrío y Trujillo) y otras 10.356 lo hacen en la de Badajoz (comarca de La Serena).
Según los datos de esta campaña de 1993 existe una notable disminución. Desde esta cabecera soriana (que incluye las sierras de las provincias de Burgos, Seria y La Rioja) bajan unas dieciséis mil cabezas de ganado menor a Extremadura y unas quinientas de vacuno.
Los sorianos, absolutamente mayoritarios, se desplazan principalmente a la provincia de Badajoz (comarcas de La Serena y Llerena) y, en menor proporción, a la de Cáceres (términos de Trujillo, La Cumbre y Membrío). Los ganaderos que acceden a esta última localidad explicaban los motivos de la invernada en Cáceres por la seguridad que ofrecen sus dehesas. Así por ejemplo, los ganaderos de Fuentes de San Pedro acudían tiempo atrás al Valle de Alcudia, donde los arriendos suelen ser variables y las fincas pequeñas, pero según han ido aumentando su rebaño (más de mil cabezas) se han visto en la necesidad de llevarlo a Extremadura, donde las dehesas son más amplias y se apalabran con mayor seguridad de un año para otro.
Entre los municipios sorianos desde los que se ha realizado trashumancia a Extremadura en esta última campaña destacan: Aldehuela de Calatañazor, Barriomartín, Carrascosa, Las Aldehuelas, Fuentes de San Pedro, Los Campos, Montaves, Oncala, San Andrés de San Pedro, Seria, Valdeavellanos de Tera, Valloria, Villantoso y Vizmanos. Los términos municipales burgaleses a los que acuden en la actualidad los ganados que invernaron en Extremadura son los correspondientes a la comarca de Valdelucio, más cercanos a las montañas palentinas y, por tanto, pertenecientes a la cabecera del partido de León.
Parte de este ganado sigue desplazándose en ferrocarril, pero mantienen en uso las vías pecuarias que utilizan hasta llegar a las diferentes estaciones de embarque y desembarque.
En general los ganaderos de estas sierras son gente de edad, próximos a la jubilación o ya jubilados, por lo que la trashumancia tiende poco a poco a desaparecer. Algunos de los pocos jóvenes que hasta el momento han continuado con esta tradición «se han echado novia» en Extremadura, y han optado por estabular o vender el ganado e irse a vivir al sur; es el caso de uno de los ganaderos más jóvenes de Los Campos, que abandonó en el 92 la trashumancia, o el de otro ganadero soriano establecido en La Serena desde hace ya unos años y que a veces envía el ganado a Seria con los rebaños de otros paisanos. Según informa un trashumante soltero, de la localidad soriana de Fuentes de San Pedro, tres de cada 10 trashumantes dejan el oficio cada año a causa de los problemas que encuentran para formar una familia, ya que en sus pueblos de origen apenas hay mujeres y, como la vida social la realizan en el sur, muchos acaban casándose con extremeñas que, si bien al principio acceden a subir a las sierras, al segundo año limitan la estancia a las fiestas del pueblo y posteriormente no quieren ni oír hablar de ello, por lo que el pastor acaba vendiendo el ganado y estableciéndose en Extremadura.


Cabecera Sud-Ibérica
La cabecera tiene su núcleo originario en la Serranía de Cuenca, extendiéndose por tierras altas de las provincias de Cuenca, Teruel y Guadalajara. Las poblaciones de esta sierra son la ciudad de su nombre, la villa de Molina, las eminencias erizadas del Tremedal.
En 1780 este partido contaba con el 14% de los agremiados al Concejo de La Mesta, repartidos en mestillas de Cuenca y Guadalajara.
Actualmente, los ganaderos conquenses optan preferentemente por los pastizales de Levante (Valencia, Alicante, Castellón y Murcia), de La Mancha (Valle de Alcudia, Ciudad Real), de Andalucía (Jaén y Córdoba) y de Extremadura (La Serena, Badajoz). A la comarca de La Serena acuden trashumantes de la Sierra Alta de Cuenca (Tragacete, Huélamo y Las Majadas) y de la Comarca de Albarracín (Villar del Cobo y Guadalaviar); se trata de ganaderos jóvenes, menores de 40 años, que realizan esta actividad por tradición; los casados se trasladan a la zona de invernada con mujer e hijos.
Según el censo realizado en 1992, fueron 7 los rebaños de estas sierras que pasaron el invierno en Badajoz, con un total de 5.550 reses, en tanto que en la campaña de 1993 trashumaron 4.466 cabezas de ganado menor, descenso motivado probablemente porque algunos ganaderos optaron por los pastos más baratos de otras zonas próximas (Valle de los Pedroches, en Córdoba, o Valle de Alcudia, en Ciudad Real). Esta cabaña supone el 4,5% del ganado que inverna en Extremadura.
Por razones climatológicas en la zona conquense y turolense no se registra sustitución de la ganadería trashumante lanar por la vacuna, como acontece cada vez con mayor intensidad en otras cabeceras serranas (a excepción de las reses de lidia que trashuman a Jaén). En cuanto a Guadalajara, no existe presencia de ganado ovino trashumante, y tan sólo aparece una vacada procedente de Garciaz que se desplaza a la población alcarreña de Mondéjar.

Trashumancia en Extremadura - Historia - 2

LA TRASHUMANCIA ORGANIZADA

La complejidad creciente del sector ganadero propició la aparición de diversas asociaciones gremiales («mestas»), que finalmente, bajo Alfonso X, se agruparon en el «Honrado Concejo» en 1273. La creación del Concejo de La Mesta será un factor de enorme importancia en la explotación del potencial ganadero extremeño.
La afluencia de ganado mesteño es una de las causas que explican la aparición de la dehesa en Extremadura y su extensión a lo largo de la Edad Media. En un principio la mayor parte del territorio extremeño era considerado como zona baldía o bien como zona comunal, es decir, espacio donde los vecinos de los diferentes lugares tenían unos derechos de utilización colectiva. El titular eminente de estos bienes es el Monarca, quien también concede privilegios a La Mesta. Ante la presencia del ganado mesteño, la única forma que tienen los lugareños de preservar el usufructo de ese espacio es el adehesamiento concejil, que supone la privatización del pasto en favor de los vecinos. Así pues, la dehesa surge como un mecanismo de defensa de los vecinos ante los privilegios concedidos por la Corona a la Mesta. El conocimiento de los primeros adehesamiento datan del siglo XIII.
No es algo casual que coincidan cronológicamente las noticias que se tienen sobre los primeros adehesamientos en Extremadura con la concesión de los primeros privilegios de la Mesta relativos a la utilización de baldíos y espacios sometidos a la titularidad concejil. A partir de ese momento se incrementarán los adehesamientos no sólo en tierras de titularidad privada sino también en las de propiedad comunal, bien a través de donaciones, realizadas en nombre del Monarca, o bien a través de las usurpaciones. De esta forma, a lo largo de la Edad Media se registra el mayor avance del espacio adehesado. La mayor parte de las dehesas en la época medieval se dedican al arrendamiento de invernaderos y son ocupadas casi en su totalidad por los ganaderos castellanos.
Los grandes propietarios de dehesas extremeños sólo excepcionalmente figuran entre los ganaderos trashumantes. Cabe citar entre ellos a las Ordenes Militares, el Monasterio de Guadalupe, la Catedral de Plasencia y otras instituciones eclesiásticas; pero, en general, los propietarios de tierra no participan en la trashumancia y los mayores ingresos de las economías señoriales provienen de arrendamientos de pastos.


Edad Moderna
Para las Ordenes Militares, los más grandes propietarios de pastos invernales en el Mediodía, el auge de la Mesta supuso su propio auge económico, y en tal grado que los Reyes Católicos se decidieron a intervenir aboliendo el dominio señorial de los Maestres. Con la incorporación de las Ordenes Militares a la Corona se reforzó enormemente el papel de ésta en la Mesta.
La Corona, que obtenía de la trashumancia pingües beneficios a través de un impuesto llamado Servicio y Montazgo, procuró siempre proteger y favorecer a La Mesta, aun en contra del desarrollo de la agricultura y de los ganados estantes y riberiegos. Las tierras de Extremadura se vieron subordinadas a la Mesta.
El Archivo de la Mesta, que había sido instalado en el Monasterio de Guadalupe, fue trasladado a Villanueva de la Serena a comienzos del siglo XVI, permaneciendo allí hasta 1621, año en que fue trasladado a Madrid.
La expansión de los adehesamientos puede explicarse por la presencia de la ganadería castellana en Extremadura, que provocará una disminución de las prácticas colectivas. Los propietarios de dehesas además copan los gobiernos municipales y obstaculizan en muchos casos la participación de la trashumancia. Por ejemplo, en las Ordenanzas de Montes de 1494 en la villa de Cáceres, sé prohíbe a aquellos ganaderos locales que participan en la trashumancia acceder a los pastos comunales del territorio, es decir, una medida claramente disuasorio para los que están interesados por el arrendamiento de las dehesas.


La Mesta, reforzados sus privilegios, pudo impedir la expansión de los cultivos y el aprovechamiento de los pastos por parte del ganado de los vecinos. Así por ejemplo, en Llerena las diez dehesas existentes eran aprovechadas por los mesteños. En Mérida, el ganado de los vecinos representaba poco más de la vigésima parte del de La Mesta, que ocupaba el mayor número de dehesas, las mejores de entre ellas. La situación era tal, que se dio el caso de que ganaderos extremeños tuvieron que llevar sus ganados a invernar a Portugal, pagando crecidos precios. Es pues en este período de la Edad Moderna cuando La Mesta tuvo su mayor auge y poderío.
Durante el siglo XVIII se desata un «hambre de tierras» que afectará a las zonas marginales pero también a los pastizales tradicionalmente aprovechados por ganados estantes y trashumantes. A lo largo de este siglo el número de ovinos que acuden a Extremadura aumenta en términos absolutos e incluso el ritmo de crecimiento es superior en los estantes que en los trashumantes. De esta forma aumenta tanto la cabaña local como la foránea, las cuales además deben compartir una misma superficie adehesada, que a su vez es deseada por los agricultores.
En este clima surge el famoso «Expediente consultivo promovido por la Provincia de Extremadura», iniciado a raíz de una consulta del Consejo Real a las autoridades de la Provincia, a fin de conocer la situación demográfica y económica del Reino. De esta consulta surgió el «Memorial ajustado», presentado en 1764 por don Vicente Payno y Hurtado, donde se hacía un pormenorizado balance de las condiciones en que se encontraba la región y de las causas directas que ocasionaban su ruina y miseria: los abusos y privilegios de la Mesta, el abandono de las enormes fincas y dehesas que pertenecían a los nobles y a las Ordenes de Caballería y la situación miserable de los pueblos, que habían perdido sus tierras de «propios» y dehesas comunales. Pero de forma muy directa arremetía contra la ganadería trashumante. La Mesta, por su parte, presentó una «Manifestación y alegación instructiva» tratando de demostrar que Extremadura sólo era apta para dedicarla masivamente a pastos; éstos deberían ser la base de su riqueza, como lo habían sido durante toda su historia.


Este pleito entre la Provincia de Extremadura y el Honrado Concejo, iniciado en 1764 y tras los Memoriales Ajustados de 1771 y 1783, no concluye hasta 10 años después con el consiguiente Real Decreto declarando de pasto y labor todas las dehesas extremeñas, con excepción de las que enteramente eran de pasto.
En cuanto a la trashumancia, su decadencia en este período viene provocada por la pérdida de poder de la que había sido hasta entonces todopoderosa Mesta.
Si hasta mediados del siglo XVIII eran los ganaderos castellanos los arrendatarios principales de los invernaderos extremeños, su declive inicia una reconversión: los ganaderos extremeños participan cada vez más en la explotación de las dehesas.
«A finales del siglo XVIII comienzan a presionar con fuerza sobre los campos los rebaños de las nuevas oligarquías cacereñas y es también, cuando la producción cerealística del núcleo urbano protagoniza una fase de expansión favorecida por la tendencia que experimentan los precios de los cereales y por la necesidad de satisfacer una demanda en aumento».
Edad Contemporánea

Siguiendo una tendencia iniciada en el siglo XVIII, desde comienzos del XIX, y más concretamente desde la Guerra de la Independencia, los ganaderos extremeños se incorporan a la cabaña trashumante practicando un desplazamiento inverso al que tradicionalmente venían haciendo los serranos de León y Castillo.
De la incidencia de la Guerra de la Independencia se hace eco el alcalde mesteño Manuel del Río «En el aire 1808, durante la guerra con Napoleón, desapareció el servicio pastoril, se disiparon las mejores cabañas leonesas: la guerra consumió mucho ganado, pero la mayor parte mudó de mano: los Extremeños se hicieron trashumantes y aun continúan...» Los aspectos más relevantes del período decimonónico, en lo referente a la ganadería y la trashumancia, son la decadencia de La Mesta, con su definitiva abolición en 1836, y la desamortización. El proceso desamortizador y el fin de las manifestaciones feudales desmantelaron toda la estructura agraria del Antiguo Régimen. Los bienes de mayor importancia desamortizables en Extremadura correspondían a los bienes de los municipios, a los de la Iglesia y a los de las Ordenes Militares. La fase más importante fue la desamortización de Madoz, que se inició en el año 1855. En esta fase Extremadura ocupó el principal lugar en el conjunto de las diversas zonas, por la cantidad de bienes enajenados.

Paradójicamente los resultados de la desamortización no ocasionaron más que un reforzamiento de la situación anterior. Los pequeños propietarios tuvieron un acceso mínimo a la propiedad, mientras que el grueso de los bienes acabó en manos de grandes propietarios, que ampliaron sus latifundios. Los municipios quedaron prácticamente sin bienes raíces, que cumplían una cierta función social en favor de las clases más desposeídas. Se favoreció también un aumento en la roturación de tierras (la mayor extensión de los terrenos de las Ordenes Militares y la presencia de La Mesta habían sido la causa de que se quedaran sin labrar terrenos realmente cultivables).
Otro factor clave relacionado con la tradición trashumante fue la aparición del ferrocarril. Para la historia de la región, los proyectos de tendido ferroviario sirvieron más para separar y disgregar la región que para unirla. La primera línea construida en Extremadura fue la de Ciudad Real Badajoz (1866-1867), denominada «Línea del Guadiana, que dejaba a un lado la provincia de Cáceres. Los diputados cacereños decidieron presentar entonces otra iniciativa, cuyo itinerario propuesto (Madrid Trujillo, Cáceres y Portugal) se vería sustituido en la práctica por otro (Madrid, Talavera de la Reina, Navalmoral de la Mata, Plasencia y Cáceres hacia Valencia de Alcántara y Portugal). Otro proyecto, apoyado por los diputados cacereños de las comarcas del norte de la provincia, y en el que se proponía una línea de norte a sur para comunicar Cáceres con Béjar y Salamanca, sería también aprobado en 1865.

Los ganaderos trashumantes vieron en este sistema de transporte un modo más rápido y cómodo de realizar sus largos desplazamientos entre invernaderos y agostaderos. Al principio fueron los grandes propietarios los que utilizaron este medio, para luego generalizarse su uso poco a poco. Las referencias sobre trenes especiales de ganado se remontan a 1891. Posteriormente, en mayo de 1896, la Asociación General de Ganaderos del Reino (sucesora de La Mesta desde 1836) solicita tarifas especiales a la compañía MZA; de este mismo año se tienen datos sobre transportes entre Cáceres y Astorga (para el ganado que se desplaza hacia la zona de Babia). En 1899 se anuncia una tarifa especial para ganado trashumante y en 1901 la compañía MCP (Madrid a Cáceres y Portugal) establece sus tarifas desde las dehesas extremeñas.
Esta protección tarifaria perdura hasta nuestros días y ha permitido, en cierta medida, la pervivencia de la trashumancia de largo recorrido.
En el «Avance sobre la riqueza pecuaria en 1891», la provincia pacense denuncia que: «Aquellos innumerables rebaños que antiguamente venían de León, Palencia, Burgos y Segovia a aprovechar los pastos desde los meses de octubre hasta abril... hoy ya casi por completo han desaparecido». En esta fecha sólo dos de los partidos judiciales cacereños registraban ovejas trashumantes y nueve de los 15 pacenses. En total, las reses con las que se practicaba la tradicional trashumancia nada más representaban el 3,6% de todo el rebaño lanar de la región pacense.

Durante el siglo XX la trashumancia pasa a ser una actividad casi marginal dentro del sector agrario. El atractivo que tenía el oficio de trashumante ha ido declinando, de forma que, desde la civilización sedentaria del siglo XX, estos pastores son considerados como un elemento arcaico y residual. El ganado foráneo que inverna en Extremadura es menos numeroso cada vez, y hasta las últimas décadas no aparecen estudios que muestren interés por la vigencia de este colectivo ganadero en Extremadura.
Actualmente los invernaderos de Extremadura siguen siendo «pasto» de la trashumancia, actividad ésta que ha sufrido muchos cambios desde la época medieval: el número de efectivos trashumantes ha descendido muy notablemente; los largos desplazamientos a las cabeceras serranas tradicionales a lo largo de las vías pecuarias dieron paso al tren y al camión; los ganaderos extremeños han pasado a ser partícipes de este sistema de explotación; la mayor parte de los ganados que invernan en Extremadura proceden de las provincias cercanas, especialmente de Ávila y Salamanca desde donde todavía los recorridos se efectúan a pie; existe un proceso de reconversión de la cabaña lanar en vacuna; y por último, hay una dispersión mayor entre las zonas de agostada, habiéndose incrementado el número de provincias desde las que llegan los actuales efectivos trashumantes.
 


 

martes, 31 de mayo de 2011

Trashumancia en Extremadura - Historia - 1

Protohistoria de la Trashumancia en Extremadura

Pueblos prerromanos
Entre los pueblos que habitaron esta región en la época anterior a la invasión y conquista romanas (siglos V y IV a.C.) aparecen: vetones, lusitanos y turdetanos.
Los vetones se caracterizan por representar el substrato cultural más primitivo, con un sistema de organización tribal y con una economía basada en la posible existencia de una propiedad comunal, siendo el ganado la base de su sistema productivo, aunque también pudo existir el cultivo del cereal y de pequeñas huertas, permaneciendo la recolección y la caza como formas de actividad económica que en determinadas circunstancias pasaron a primer plano. Este pueblo celtíbero habitó en buena parte de la provincia de Cáceres. Su localización dentro de la actual región extremeña sería el área septentrional.
Los lusitanos mantenían un sistema productivo similar al descrito para los vetones basado en una economía pastoril, pero más evolucionada. Sin embargo, la estructura social y política difería al existir un proceso de modificación de la organización tribal, instaurándose unas relaciones personales de dependencia en la que los individuos de las clases bajas pasaban a depender de los más poderosos, favoreciéndose una creciente concentración de las riquezas en manos de la aristocracia. Los lusitanos orientales tuvieron su núcleo fundamental de asentamiento entre los ríos Tajo y Guadiana, aunque sus límites son imprecisos y probablemente inestables.
Los turdetanos, ocuparon la parte más meridional de Extremadura, al sur del Guadiana (el sur y sudoeste extremeño posiblemente formaba parte del Estado de Tartesos, con centro en la actual Andalucía occidental). Serían los más evolucionados desde el punto de vista socioeconómico y político. Las características de este sistema venían definidas por la implantación de la esclavitud y un mayor predominio de la agricultura, ajeno a la organización tribal y a la propiedad comunal

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Proceso de romanización


La primera fase de la conquista romana se desarrolló por el sur y el este peninsulares, afectando, entre otros pueblos, a los turdetanos, establecidos en las regiones más ricas y civilizadas. La siguiente fase de la conquista romana tuvo como principales fuerzas de resistencia a los lusitanos, con la alianza de los vetones y de otros pueblos. En este período destaca con especial relevancia la figura de un lusitano, Viriato. Pastor desde niño y acostumbrado a la vida montaraz, se erigió como líder en las campañas contra los romanos. Un erudito extremeño, Vicente Paredes, explica las razones de la resistencia a los romanos en los siguientes términos: «cuan importante sería para los españoles la ganadería y cuan arraigada tendrían esta costumbre de trashumar con sus ganados, y cuanto les era necesario, lo veremos en los sucesos posteriores a la época reseñada; pues de ellos son buenas pruebas las guerras que sostuvieron con los romanos, que no fueron otras las causas, sino que los conquistadores pretendían desarrollar y fomentar la agricultura, y ellos procuraban estorbarle, porque con ella quitaban pastos a los ganados. y se creaban trabas a la trashumación». La romanización implicaba la asimilación de las formas socioeconómicas romanas.

Entre las características de este sistema productivo destacan: mejora de las técnicas (arado romano, expansión de algunos cultivos como el olivo y la vid); concentración creciente de la propiedad; introducción del trabajo de los esclavos en la agricultura; desarrollo urbano (creación de las primeras ciudades que pueden considerarse como tales: Medellín y Metida y puede que también Cáceres y Badajoz); crecimiento demográfico y extensión de las tierras cultivadas, si bien este proceso se desarrolló especialmente en el entorno de las ciudades, por lo que los extensos territorios de Lusitania se mantuvieron relativamente al margen del proceso, conservando probablemente su economía pastoril, modificada por el aumento de las relaciones comerciales con la ciudad.
En el siglo III, tras un período de crisis se configura un nuevo tipo de sociedad en la que destacan los siguientes aspectos de interés: se sustituye la figura del esclavo, como principal fuerza de trabajo, por los colonos; las ciudades dejan de ser el eje de la vida económica del Imperio, siendo reemplazadas por los grandes latifundios, que tienden a autoabastecerse de los productos fundamentales.


La Extremadura visigoda
Las invasiones de los suevos, vándalos y alanos alcanzaron Extremadura a comienzos del siglo V. Sin embargo, hacia el 470 fueron expulsados por los visigodos, quienes dominaron estas tierras hasta la invasión musulmana. La presencia visigoda no alteró la orientación del sistema socioeconómico. En líneas generales parece que la aristocracia hispano-romana siguió siendo la poseedora de latifundios en Extremadura, aunque la situación de la nobleza era inferior, en contraposición con la prosperidad de la Iglesia.
Los visigodos prefirieron la ganadería a las cosechas y el pasto al cultivo, y destinaron términos vacantes al pasto común y aumento del ganado. En el más antiguo Código español, el Fuero Juzgo de los visigodos, se atendían ampliamente las necesidades pastoriles de los trashumantes (acceso sin restricciones a las tierras abiertas, derecho de los pastores a cortar árboles, se prohibía a los pueblos cercar sus comunales, obstruir las cañadas o impedir acceso a los terrenos baldíos situados en la vecindad).




















Los musulmanes en Extremadura
Los musulmanes penetraron en la Península a comienzos del siglo VIII, en una fase de decadencia del mundo visigótico, aprovechando sus querellas internas. El período de conquista fue breve, procediendo al asentamiento y organización del territorio ocupado, al que denominaron Al-Andalus.
En general, los árabes se reservaron las mejores tierras, especialmente las del valle del Guadalquivir. Los bereberes se asentaron en las altas tierras meseteñas y en las laderas de las sierras buscando, como los árabes, unas condiciones más semejantes a las de sus lugares de origen, que encontraron en parte de los territorios extremeños. En estas localidades favorecieron una economía ganadera, basada especialmente en la oveja. Esta orientación ganadera ovina tendría una innegable influencia en el futuro de Extremadura.
En el comienzo de la dominación los territorios eran considerados propiedad colectiva del estado musulmán; sin embargo, progresivamente fue realizándose el reparto individualizado de las tierras, el cual estuvo tan discriminado en favor de los árabes, que fue ocasión y estímulo para la sublevación de los bereberes. Por tanto, el sistema de producción es herencia casi completa del anterior, sumándose al latifundismo hispanogodo el latifundismo musulmán.
El propietario musulmán pasó además a residir en las ciudades próximas a sus territorios, desde donde recibía las rentas de sus aparceros (antiguos campesinos hispanogodos), dando así un impulso al renacimiento de las ciudades. Esto atrajo a la población circundante e introdujo una agricultura intensiva en las proximidades de las urbes, que se basaba en la noria y en el regadío.
La situación geográfica de Extremadura, sin «fronteras naturales», influyó también sobre el sistema productivo, acentuando la inclinación a la ganadería, de más fácil defensa por su movilidad. Esta característica de la región extremeña se pondría aún más de relieve durante la Baja Edad Media, en la que fue encrucijada de estados feudales (marca fronteriza musulmana con los reinos de León y Castilla, mientras que por el oeste soportaba las presiones guerreras de la vecina Portugal).

La Reconquista

En los siglos de la Reconquista, Extremadura constituía una vasta entidad geográfica al sur del Duero; de ahí su denominación. El nombre de Extremadura, aplicado a esa región, se encuentra en los textos literarios y diplomáticos de la época, distinguiéndose perfectamente de la Transierra, la zona más meridional del reino de León y a la que más se ajustan los límites actuales de la región extremeña.
Extremadura -usando el término en su concepción geográfica actual- aparece más tarde designando el territorio más meridional del reino leonés.
El primer contacto directo de Extremadura con la conquista sucede cuando los reyes cristianos intentan atravesar el Sistema Central Para pasar hasta las riberas del Tajo. Esta etapa viene simbolizada en la región por la plaza fuerte de Coria, cuya primera toma fue llevada a cabo por Alfonso VI en 1079, en lucha contra el reino de Badajoz. La reconquista definitiva de la línea del Tajo se realizó con Alfonso VII, en 1142, al final del período almorávide, durante el cual no tuvo lugar ningún avance militar de importancia, especialmente a causa de los conflictos internos de los reinos cristianos. La segunda etapa de la reconquista, el paso del río Tajo al Guadiana, acaece tras el hundimiento musulmán en la batalla de las Navas de Tolosa, en un brevísimo período del reinado de Alfonso IX. El año de la toma de Badajoz, 1230, será el de la unificación de los reinos castellano y leonés bajo Fernando III, quien terminará la reconquista extremeña.
Dentro de todo este proceso merece especial mención la colaboración prestada por la Iglesia, la nobleza y, muy particularmente, por las Ordenes Militares. Las principales Órdenes Militares que se asentaron en el territorio extremeño fueron las siguientes: Orden de Santiago. Ocupaba una amplísima franja en el centro de Extremadura que se prolongaba hacia el Sudeste. Algunas de las principales cabeceras de esta Orden fueron Montánchez, Mérida, Llerena, Alange, Hornachos y Reina.

Orden de Alcántara. Poseía extensiones en la parte noroeste de Extremadura y en torno a La Serena, con Alcántara y Magacela como centros.
Orden de los Templarios. Ocupaban el sudoeste extremeño, con Jerez de los Caballeros como centro principal. Tras su desaparición se incorporaron las posesiones a la Orden de Santiago.
La repoblación del territorio conlleva la expansión de la actividad agropecuaria. En este caso se favoreció desde un principio la aparición de un tipo de colonización señorial y latifundaria, de acusado carácter pastoril. Estos factores influyeron de forma notable en la orientación ganadera que tomó la región. Nobleza, monasterios y órdenes militares apostaron por la ganadería extensiva, que requería un menor grado de ocupación y una mano de obra menos numerosa.
Se daban así los factores básicos para que la opción ganadera y forestal se impusiera sobre la orientación agrícola. Además, la incorporación de Extremadura y otros inmensos territorios al ámbito político y económico cristiano influyó poderosamente en la extensión de la trashumancia. Extremadura, región de clima relativamente suave en invierno, constituía en esa época un conjunto de excelentes pastos de invierno (penillanura trujillano-cacereña, La Serena, Tierra de Barros, vegas del Guadiana...).


Así, pues, en palabras de Paredes Gullén: «Al paso que arrojaron los moros de las tierras llanas, fueron estableciendo en ellas sus ganados, y extendiendo los límites de su prosperidad con los del imperio. La diferencia de las estaciones les enseñó a combinar los climas, y de esta combinación nació la de los pastos estivos con los de invierno, y acaso también la dirección de las conquistas, pues que penetraron primero hacia Extremadura que hacia Guadarrama. Así que, cuando aquella fértil provincia se hubo agregado al reino de León, el ardor y sequedad del mismo territorio se convino con la frescura del antiguo, y la trashumación se estableció entre Extremadura y Babia y entre sierras y riberas, no para afinar las lanas, sino para conservar y multiplicar los ganados. Esta necesidad es indispensable: ella estableció la trashumación, y a ella sola debe España la rica y preciosa grangería de sus lanas que tan largo tiempo es celebra en la historia».
Ya a mediados del siglo XIII, hacia 1252, Fernando III ampara a los ganaderos de Béjar en el derecho a utilizar los pastos de la tierra de Plasencia durante la temporada invernal, confirmando una costumbre practicada ya desde la época de su abuelo, Alfonso VIII, a quien se debe la fundación de la ciudad plasentina.



miércoles, 25 de mayo de 2011

Trashumancia en Sanabria - Historia y 7


Aunque la mayor parte del ganado trashumante que agosta en Sanabria pertenece a los Churreros de Aliste, aún pervive la práctica de desplazarse en verano hacia las sierras sanabresas entre los ganaderos de Extremadura.
Los sanabreses denominan merineros a los grandes rebaños que tradicionalmente han llegado hasta sus sierras procedentes de estas tierras más sureñas, haciendo con ello referencia a la raza ovina que componía los hatos.
Actualmente son cuatro los rebaños de merinas que agostan en Sanabria, procedentes en su mayoría de la provincia pacense y en menor cuantía de la de Cáceres. Los ganaderos tienen en común la tenencia de fincas propias en sus lugares de origen, donde permanece el ganado entre los meses de noviembre y mayo.
A diferencia del sistema de trashumancia existente en la comarca de Aliste, basado en la formación de grandes cabañas, cada uno de los ganaderos extremeños desplazan sus ganados por separado y arriendan las fincas de agostada de manera individual.

Dos de los rebaños pasan la temporada invernal en el área de La Serena, ubicada en el tercio medio sudeste de la provincia de Badajoz. Son las únicas ganaderías de la comarca que realizan esta trashumancia ascendente, ya que La Serena es más propiamente un lugar de destino; esto es, un invernadero que acoge los rebaños originarios de las cabeceras soriana y conquense.
Otro de los rebaños, también de la provincia de Badajoz, tiene su asiento en San Vicente de Alcántara, municipio que es, a su vez, invernadero frecuentado generalmente por los trashumantes de las sierras leonesas.
Por último, en el término municipal de Brozas (Cáceres) inverna un rebaño de menor tamaño que los anteriores. El desplazamiento del ganado se hace por carretera; los camiones lo recogen en la misma finca de invernada y lo descargan en las majadas arrendadas en las sierras de Porto.
Para ello se utilizan caminos rurales y vías pecuarias, realizándose el trayecto en menos de una jornada. Generalmente, el ganado llega en los camiones por la noche poder realizar éste en las horas más frescas de la mañana.

A partir de Puebla de Sanabria partir cada rebaño iniciará su andadura independientemente hasta sus correspondientes sierras. Realizan el mismo itinerario que los churreros. Atraviesan el arrabal de Puebla, cruzan el río Tera y tras pasar el puente se desvían a la izquierda siguiendo el cordel que llega al Mercado del Puente. Antes de atravesar esta localidad hacen una breve parada en las cercanías del puente romano a la espera de ser alcanzados por las caballerías que desembarcan más tarde. Continúan por la carretera que va a Sotillo y tras la desviación de Quintana, inician la subida de “Las Canteras” que termina en el lugar de dormida, “Lamarredonda”. En la siguiente jornada, y tras pasar el Espinazo del Perro y Peña Bubela, sestean en la Fuente de los Gallegos concluyendo el día al pie de la presa de Puente-Porto. A partir de este punto cada rebaño prosigue diferentes caminos hasta llegar a sus correspondientes majadas.
El sistema de trashumancia y la organización del mismo difiere en algunos aspectos del llevado a cabo y descrito para los alístanos.
En primer lugar, y como ya se ha comentado anteriormente, las cabañas alistanas se constituyen como asociación de pequeños rebaños cuyos propietarios los confían al encargado. Por contra, los merineros trashuman de manera individual, teniendo contacto tan sólo durante el viaje. Mientras que los diferentes personajes de las cabañas alistanas (encargado, pastores y arreadores) tienen intereses directos, al ser propietarios de parte del ganado, en el caso de los extremeños estas figuras se corresponden con personas contratadas, sin otro interés que el salario (a excepción de las tradicionales escusas que poco a poco van desapareciendo). Los ganaderos propietarios de las merinas suelen vigilar el embarque-desembarque, están informados sobre las incidencias del viaje" y ocasionalmente aparecen en aquellos puntos adonde el coche les permite llegar, si bien no suelen acompañar al rebaño durante el ascenso a las sierras, limitándose a realizar esporádicas visitas durante la temporada para asegurar el buen funcionamiento de la agostada.
El capataz o mayoral ejerce las mismas funciones que el encargado en las cabañas alistanas, pudiendo ser la misma persona o no durante la temporada de verano. En las ganaderías de La Serena los capataces son extremeños, mientras que en la de San Vicente de Alcántara este puesto lo desempeña un sanabrés. En la subida a las sierras estos tres mayorales acompañan al rebaño, pero una vez establecidos en las correspondientes majadas esta función pasa a cargo del pastor de mayor experiencia.
El mayoral suele llevar un vehículo de apoyo, con equipajes y comida. En el coche llevan también periódicamente las provisiones y sacos de sal que el rebaño necesita como complemento en las sierras.
Los pastores de los merineros en estas sierras son lugareños de Sanabria (fundamentalmente del municipio de Porto), quienes son contratados para la temporada de verano, si bien algunos también desempeñan esta función en las tierras de Extremadura. De ellos son los perros carea de que se sirven para el manejo del ganado, mientras que los mastines suelen ser propiedad del dueño del rebaño.
El período de estancia en las sierras también difiere del de los alístanos, y está en función de la posibilidad de aprovechamiento de los pastos de invierno. Los merineros tienen una primavera más temprana y una otoñada más tardía que en la Tierra de Aliste, circunstancia que los obliga a alargar la estancia en las sierras sanabresas, donde permanecen desde finales de mayo hasta mediados de noviembre. Esto los hace soportar las difíciles condiciones climáticas del final de verano en las sierras (nieblas, heladas, lluvias e incluso nevadas), dificultades que son soslayadas por el gran conocimiento que de estos parajes tienen los pastores, oriundos de ellas.
Una vez alcanzadas las sierras, las formas de manejo y la organización entre los pastores vuelve a distinguirse de la de los Churreros. Debido al largo tiempo de estancia, los rebaños comienzan su pastoreo en una de las majadas, a partir de la cual van recorriendo las siguientes en una especie de círculo cerrado. Antes de que el ganado vuelva al punto de inicio ha transcurrido el tiempo suficiente para permitir la recuperación de sus pastos.
Los pastores distribuyen su quehacer estableciendo turnos de dos o tres días repartidos entre dos o tres de ellos, según los rebaños. De esta forma siempre queda un solo pastor al cuidado de las ovejas, mientras que los otros descansan en su pueblo.
Una última diferencia entre merineros y churreros viene implícita en estos nombres con que los distinguen los sanabreses. Los rebaños extremeños están compuestos por ovejas de raza merina. Poco hay que se pueda decir de esta raza que no haya sido ya largamente escrito, sobre sus características morfológicas, su nombre , su aparición en la geografía española, así como sobre su importancia en la organización mesteña y en la economía española durante siglos.






Trashumancia en Sanabria - Historia - 6

Una vez en la sierra, el encargado organiza los equipos y turnos de los pastores. Para ello hay que seleccionar a los pastores que tendrán que convivir estrechamente durante varias semanas. El buen hacer depende en gran medida de las relaciones personales, por lo que la elección de los equipos es una de las decisiones más delicadas que ha de tomar el responsable.
Finalmente, y con arreglo a los mismos criterios que se tuvieron en cuenta para la subida a las sierras, el encargado decide el momento óptimo del regreso a los pastos bajos para aprovechar “la espiga”. Y así, tras el viaje de vuelta, la responsabilidad del encargado termina cuando se aparta el ganado. El momento del recuento simboliza la entrega al propietario del rebaño del que se hizo responsable durante la temporada de verano. Con el ajuste de cuentas la campaña concluye hasta el año siguiente.
No obstante lo dicho, durante la campaña de 1992 se advirtieron diferencias organizativas entre unas cabañas trashumantes y otras. Así, el encargado de la cabaña de Palazuela, la más numerosa, habia dirigido directamente todos los trabajos hasta hace pocos años, con sus más de ochenta años sigua organizando el viaje trashumante, delegando algunas responsabilidades pero manteniendo una autoridad que nos transporta a otros tiempos; acompaña a la hacienda en coche, saltando de un punto de parada al siguiente, para tener preparada la llegada del rebaño. Se trataba del tío Felones, hoy desaparecido que era considerado como una institución entre los Churreros del Aliste   En la cabaña de Valer, el propio encargado ejerce, a su vez, funciones de arreador en el viaje, así como de pastor en la sierra. Las demás cabañas de churreros no tienen una estructura tan rígida, aunque mantienen la figura del encargado.

Los trashumantes de Tábara (con menos antigüedad en estas prácticas ganaderas) juntan rebaños más pequeños (menos de 2.000 cabezas), de menos propietarios y, por tanto, más manejables. El encargado de la cabaña suele acompañarse durante el viaje de un coche de apoyo que transporta equipaje y comida durante el recorrido.
Los pastores son los responsables de cuidar la hacienda en la sierra. Sus ocupaciones varían en función de las cabañas, del sistema de agostada adoptado y de las peculiaridades de cada uno de ellos. El día se emplea en acompañar al ganado en su careo por la sierra, atendiendo los problemas que surjan. Los más jóvenes suelen encargarse del avituallamiento y de la cocina.
Los churreros siempre tienen pastores con intereses en el rebaño. Al ser cabañas formadas por ganaderos de muchos propietarios, siempre hay alguno que quiere quedar de pastor para velar más de cerca su hacienda. En el caso de los pastores de Tábara el sistema de organización es “a rodas”; es decir, con turnos rigurosos entre todos los propietarios del rebaño, siguiendo una ancestral costumbre local. Tan sólo en la cabaña de Palazuelos se mantienen los mismos pastores durante toda la temporada en la sierra. Otra posibilidad que a veces se elige es el reparto de tiempo en función del número de ganado que se aporta a la cabaña.
Durante el traslado de la cabaña a la sierra surge otra figura: los arreadores. Son pastores cuya misión consiste únicamente en guiar al ganado desde los pueblos de origen a los pastos de destino, donde acaba su responsabilidad. Cada uno lleva sus perros de trabajo, que volverán con ellos cuando acabe el recorrido. Son, en muchos casos, propietarios del ganado y durante el verano, en ocasiones, también harán turnos en aquellas cabañas que así lo organicen.
Los perros resultan un auxiliar fundamental para el trabajo de los pastores y arreadores.
Los grandes son mastines, de mayor o menor pureza de raza, cuya misión exclusiva es la protección del rebaño. Durante el viaje acompañan a la cabaña con paso cansino y aparentemente abúlico: unos caminan al lado del rebaño, otros dentro, y en algunos casos abren la marcha. A veces se tumban entre las ovejas andariegas, y quedan rezagados, momento en que reanudan su marcha hasta recuperar su posición unos centenares de metros más adelante. Durante las dormidas, y desde que comienza a llegar la noche, cualquier ruido anormal es captado por los perros, que con un ladrido avisan a sus compañeros. En un momento se forma una gran algarabía que fácilmente disuade a cualquier visitante nocturno. Las primeras noches del viaje son las más inquietas. Las ovejas se extrañan unas a otras y los perros están alerta, pues no en vano se transita por territorio del lobo. Sólo la presencia de los pastores, que velan casi toda la noche, consigue tranquilizar a los animales.
En algún momento se oye la voz estruendosa del encargado, quien al grito “¡Ah, maricón!” espanta lobos reales o imaginarios.
Los perros pequeños o carea son utilizados para el manejo del rebaño, trayendo y llevando las reses que se escapan del grupo. Son de gran inteligencia y enorme vitalidad, y en los puntos conflictivos resulta inestimable su ayuda. Difícilmente se separan de su dueño y esperan prestos y ansiosos cualquier orden de mando (voz,  gesto, piedra), pero siempre que venga de su amo.
Los perros, conocidos o no de años anteriores, establecen sus jerarquías en las primeras horas del viaje; pequeñas escaramuzas posteriores confirman el rango de cada cual.
De otra parte, los pastores dicen que “los perros bien comidos se vuelven tontos” y llevan a rajatabla el precepto: los alimentan con pan, sobras de las comidas y desechos de las reses que mueren en el camino o en la sierra.
Finalmente, los trashumantes más tradicionales prescinden de vehículos de apoyo, sirviéndose todavía de animales de carga para el transporte y el avituallamiento (las yeguas han desplazado al tradicional burro alistano en este cometido). El aprovisionamiento en las sierras se hace cada tres o cuatro días con su ayuda. Con todo, la utilización de caballerías va desapareciendo al mejorar las condiciones de estancia de los pastores trashumantes, ya que casi todas las majadas tienen camino de acceso para vehículos de motor. Es uno de los motivos por los que la raza del asno alistano ha estado a punto de desaparecer.