sábado, 4 de junio de 2011

Trashumancia en Extremadura - Historia - 2

LA TRASHUMANCIA ORGANIZADA

La complejidad creciente del sector ganadero propició la aparición de diversas asociaciones gremiales («mestas»), que finalmente, bajo Alfonso X, se agruparon en el «Honrado Concejo» en 1273. La creación del Concejo de La Mesta será un factor de enorme importancia en la explotación del potencial ganadero extremeño.
La afluencia de ganado mesteño es una de las causas que explican la aparición de la dehesa en Extremadura y su extensión a lo largo de la Edad Media. En un principio la mayor parte del territorio extremeño era considerado como zona baldía o bien como zona comunal, es decir, espacio donde los vecinos de los diferentes lugares tenían unos derechos de utilización colectiva. El titular eminente de estos bienes es el Monarca, quien también concede privilegios a La Mesta. Ante la presencia del ganado mesteño, la única forma que tienen los lugareños de preservar el usufructo de ese espacio es el adehesamiento concejil, que supone la privatización del pasto en favor de los vecinos. Así pues, la dehesa surge como un mecanismo de defensa de los vecinos ante los privilegios concedidos por la Corona a la Mesta. El conocimiento de los primeros adehesamiento datan del siglo XIII.
No es algo casual que coincidan cronológicamente las noticias que se tienen sobre los primeros adehesamientos en Extremadura con la concesión de los primeros privilegios de la Mesta relativos a la utilización de baldíos y espacios sometidos a la titularidad concejil. A partir de ese momento se incrementarán los adehesamientos no sólo en tierras de titularidad privada sino también en las de propiedad comunal, bien a través de donaciones, realizadas en nombre del Monarca, o bien a través de las usurpaciones. De esta forma, a lo largo de la Edad Media se registra el mayor avance del espacio adehesado. La mayor parte de las dehesas en la época medieval se dedican al arrendamiento de invernaderos y son ocupadas casi en su totalidad por los ganaderos castellanos.
Los grandes propietarios de dehesas extremeños sólo excepcionalmente figuran entre los ganaderos trashumantes. Cabe citar entre ellos a las Ordenes Militares, el Monasterio de Guadalupe, la Catedral de Plasencia y otras instituciones eclesiásticas; pero, en general, los propietarios de tierra no participan en la trashumancia y los mayores ingresos de las economías señoriales provienen de arrendamientos de pastos.


Edad Moderna
Para las Ordenes Militares, los más grandes propietarios de pastos invernales en el Mediodía, el auge de la Mesta supuso su propio auge económico, y en tal grado que los Reyes Católicos se decidieron a intervenir aboliendo el dominio señorial de los Maestres. Con la incorporación de las Ordenes Militares a la Corona se reforzó enormemente el papel de ésta en la Mesta.
La Corona, que obtenía de la trashumancia pingües beneficios a través de un impuesto llamado Servicio y Montazgo, procuró siempre proteger y favorecer a La Mesta, aun en contra del desarrollo de la agricultura y de los ganados estantes y riberiegos. Las tierras de Extremadura se vieron subordinadas a la Mesta.
El Archivo de la Mesta, que había sido instalado en el Monasterio de Guadalupe, fue trasladado a Villanueva de la Serena a comienzos del siglo XVI, permaneciendo allí hasta 1621, año en que fue trasladado a Madrid.
La expansión de los adehesamientos puede explicarse por la presencia de la ganadería castellana en Extremadura, que provocará una disminución de las prácticas colectivas. Los propietarios de dehesas además copan los gobiernos municipales y obstaculizan en muchos casos la participación de la trashumancia. Por ejemplo, en las Ordenanzas de Montes de 1494 en la villa de Cáceres, sé prohíbe a aquellos ganaderos locales que participan en la trashumancia acceder a los pastos comunales del territorio, es decir, una medida claramente disuasorio para los que están interesados por el arrendamiento de las dehesas.


La Mesta, reforzados sus privilegios, pudo impedir la expansión de los cultivos y el aprovechamiento de los pastos por parte del ganado de los vecinos. Así por ejemplo, en Llerena las diez dehesas existentes eran aprovechadas por los mesteños. En Mérida, el ganado de los vecinos representaba poco más de la vigésima parte del de La Mesta, que ocupaba el mayor número de dehesas, las mejores de entre ellas. La situación era tal, que se dio el caso de que ganaderos extremeños tuvieron que llevar sus ganados a invernar a Portugal, pagando crecidos precios. Es pues en este período de la Edad Moderna cuando La Mesta tuvo su mayor auge y poderío.
Durante el siglo XVIII se desata un «hambre de tierras» que afectará a las zonas marginales pero también a los pastizales tradicionalmente aprovechados por ganados estantes y trashumantes. A lo largo de este siglo el número de ovinos que acuden a Extremadura aumenta en términos absolutos e incluso el ritmo de crecimiento es superior en los estantes que en los trashumantes. De esta forma aumenta tanto la cabaña local como la foránea, las cuales además deben compartir una misma superficie adehesada, que a su vez es deseada por los agricultores.
En este clima surge el famoso «Expediente consultivo promovido por la Provincia de Extremadura», iniciado a raíz de una consulta del Consejo Real a las autoridades de la Provincia, a fin de conocer la situación demográfica y económica del Reino. De esta consulta surgió el «Memorial ajustado», presentado en 1764 por don Vicente Payno y Hurtado, donde se hacía un pormenorizado balance de las condiciones en que se encontraba la región y de las causas directas que ocasionaban su ruina y miseria: los abusos y privilegios de la Mesta, el abandono de las enormes fincas y dehesas que pertenecían a los nobles y a las Ordenes de Caballería y la situación miserable de los pueblos, que habían perdido sus tierras de «propios» y dehesas comunales. Pero de forma muy directa arremetía contra la ganadería trashumante. La Mesta, por su parte, presentó una «Manifestación y alegación instructiva» tratando de demostrar que Extremadura sólo era apta para dedicarla masivamente a pastos; éstos deberían ser la base de su riqueza, como lo habían sido durante toda su historia.


Este pleito entre la Provincia de Extremadura y el Honrado Concejo, iniciado en 1764 y tras los Memoriales Ajustados de 1771 y 1783, no concluye hasta 10 años después con el consiguiente Real Decreto declarando de pasto y labor todas las dehesas extremeñas, con excepción de las que enteramente eran de pasto.
En cuanto a la trashumancia, su decadencia en este período viene provocada por la pérdida de poder de la que había sido hasta entonces todopoderosa Mesta.
Si hasta mediados del siglo XVIII eran los ganaderos castellanos los arrendatarios principales de los invernaderos extremeños, su declive inicia una reconversión: los ganaderos extremeños participan cada vez más en la explotación de las dehesas.
«A finales del siglo XVIII comienzan a presionar con fuerza sobre los campos los rebaños de las nuevas oligarquías cacereñas y es también, cuando la producción cerealística del núcleo urbano protagoniza una fase de expansión favorecida por la tendencia que experimentan los precios de los cereales y por la necesidad de satisfacer una demanda en aumento».
Edad Contemporánea

Siguiendo una tendencia iniciada en el siglo XVIII, desde comienzos del XIX, y más concretamente desde la Guerra de la Independencia, los ganaderos extremeños se incorporan a la cabaña trashumante practicando un desplazamiento inverso al que tradicionalmente venían haciendo los serranos de León y Castillo.
De la incidencia de la Guerra de la Independencia se hace eco el alcalde mesteño Manuel del Río «En el aire 1808, durante la guerra con Napoleón, desapareció el servicio pastoril, se disiparon las mejores cabañas leonesas: la guerra consumió mucho ganado, pero la mayor parte mudó de mano: los Extremeños se hicieron trashumantes y aun continúan...» Los aspectos más relevantes del período decimonónico, en lo referente a la ganadería y la trashumancia, son la decadencia de La Mesta, con su definitiva abolición en 1836, y la desamortización. El proceso desamortizador y el fin de las manifestaciones feudales desmantelaron toda la estructura agraria del Antiguo Régimen. Los bienes de mayor importancia desamortizables en Extremadura correspondían a los bienes de los municipios, a los de la Iglesia y a los de las Ordenes Militares. La fase más importante fue la desamortización de Madoz, que se inició en el año 1855. En esta fase Extremadura ocupó el principal lugar en el conjunto de las diversas zonas, por la cantidad de bienes enajenados.

Paradójicamente los resultados de la desamortización no ocasionaron más que un reforzamiento de la situación anterior. Los pequeños propietarios tuvieron un acceso mínimo a la propiedad, mientras que el grueso de los bienes acabó en manos de grandes propietarios, que ampliaron sus latifundios. Los municipios quedaron prácticamente sin bienes raíces, que cumplían una cierta función social en favor de las clases más desposeídas. Se favoreció también un aumento en la roturación de tierras (la mayor extensión de los terrenos de las Ordenes Militares y la presencia de La Mesta habían sido la causa de que se quedaran sin labrar terrenos realmente cultivables).
Otro factor clave relacionado con la tradición trashumante fue la aparición del ferrocarril. Para la historia de la región, los proyectos de tendido ferroviario sirvieron más para separar y disgregar la región que para unirla. La primera línea construida en Extremadura fue la de Ciudad Real Badajoz (1866-1867), denominada «Línea del Guadiana, que dejaba a un lado la provincia de Cáceres. Los diputados cacereños decidieron presentar entonces otra iniciativa, cuyo itinerario propuesto (Madrid Trujillo, Cáceres y Portugal) se vería sustituido en la práctica por otro (Madrid, Talavera de la Reina, Navalmoral de la Mata, Plasencia y Cáceres hacia Valencia de Alcántara y Portugal). Otro proyecto, apoyado por los diputados cacereños de las comarcas del norte de la provincia, y en el que se proponía una línea de norte a sur para comunicar Cáceres con Béjar y Salamanca, sería también aprobado en 1865.

Los ganaderos trashumantes vieron en este sistema de transporte un modo más rápido y cómodo de realizar sus largos desplazamientos entre invernaderos y agostaderos. Al principio fueron los grandes propietarios los que utilizaron este medio, para luego generalizarse su uso poco a poco. Las referencias sobre trenes especiales de ganado se remontan a 1891. Posteriormente, en mayo de 1896, la Asociación General de Ganaderos del Reino (sucesora de La Mesta desde 1836) solicita tarifas especiales a la compañía MZA; de este mismo año se tienen datos sobre transportes entre Cáceres y Astorga (para el ganado que se desplaza hacia la zona de Babia). En 1899 se anuncia una tarifa especial para ganado trashumante y en 1901 la compañía MCP (Madrid a Cáceres y Portugal) establece sus tarifas desde las dehesas extremeñas.
Esta protección tarifaria perdura hasta nuestros días y ha permitido, en cierta medida, la pervivencia de la trashumancia de largo recorrido.
En el «Avance sobre la riqueza pecuaria en 1891», la provincia pacense denuncia que: «Aquellos innumerables rebaños que antiguamente venían de León, Palencia, Burgos y Segovia a aprovechar los pastos desde los meses de octubre hasta abril... hoy ya casi por completo han desaparecido». En esta fecha sólo dos de los partidos judiciales cacereños registraban ovejas trashumantes y nueve de los 15 pacenses. En total, las reses con las que se practicaba la tradicional trashumancia nada más representaban el 3,6% de todo el rebaño lanar de la región pacense.

Durante el siglo XX la trashumancia pasa a ser una actividad casi marginal dentro del sector agrario. El atractivo que tenía el oficio de trashumante ha ido declinando, de forma que, desde la civilización sedentaria del siglo XX, estos pastores son considerados como un elemento arcaico y residual. El ganado foráneo que inverna en Extremadura es menos numeroso cada vez, y hasta las últimas décadas no aparecen estudios que muestren interés por la vigencia de este colectivo ganadero en Extremadura.
Actualmente los invernaderos de Extremadura siguen siendo «pasto» de la trashumancia, actividad ésta que ha sufrido muchos cambios desde la época medieval: el número de efectivos trashumantes ha descendido muy notablemente; los largos desplazamientos a las cabeceras serranas tradicionales a lo largo de las vías pecuarias dieron paso al tren y al camión; los ganaderos extremeños han pasado a ser partícipes de este sistema de explotación; la mayor parte de los ganados que invernan en Extremadura proceden de las provincias cercanas, especialmente de Ávila y Salamanca desde donde todavía los recorridos se efectúan a pie; existe un proceso de reconversión de la cabaña lanar en vacuna; y por último, hay una dispersión mayor entre las zonas de agostada, habiéndose incrementado el número de provincias desde las que llegan los actuales efectivos trashumantes.
 


 

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