martes, 31 de mayo de 2011

Trashumancia en Extremadura - Historia - 1

Protohistoria de la Trashumancia en Extremadura

Pueblos prerromanos
Entre los pueblos que habitaron esta región en la época anterior a la invasión y conquista romanas (siglos V y IV a.C.) aparecen: vetones, lusitanos y turdetanos.
Los vetones se caracterizan por representar el substrato cultural más primitivo, con un sistema de organización tribal y con una economía basada en la posible existencia de una propiedad comunal, siendo el ganado la base de su sistema productivo, aunque también pudo existir el cultivo del cereal y de pequeñas huertas, permaneciendo la recolección y la caza como formas de actividad económica que en determinadas circunstancias pasaron a primer plano. Este pueblo celtíbero habitó en buena parte de la provincia de Cáceres. Su localización dentro de la actual región extremeña sería el área septentrional.
Los lusitanos mantenían un sistema productivo similar al descrito para los vetones basado en una economía pastoril, pero más evolucionada. Sin embargo, la estructura social y política difería al existir un proceso de modificación de la organización tribal, instaurándose unas relaciones personales de dependencia en la que los individuos de las clases bajas pasaban a depender de los más poderosos, favoreciéndose una creciente concentración de las riquezas en manos de la aristocracia. Los lusitanos orientales tuvieron su núcleo fundamental de asentamiento entre los ríos Tajo y Guadiana, aunque sus límites son imprecisos y probablemente inestables.
Los turdetanos, ocuparon la parte más meridional de Extremadura, al sur del Guadiana (el sur y sudoeste extremeño posiblemente formaba parte del Estado de Tartesos, con centro en la actual Andalucía occidental). Serían los más evolucionados desde el punto de vista socioeconómico y político. Las características de este sistema venían definidas por la implantación de la esclavitud y un mayor predominio de la agricultura, ajeno a la organización tribal y a la propiedad comunal

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Proceso de romanización


La primera fase de la conquista romana se desarrolló por el sur y el este peninsulares, afectando, entre otros pueblos, a los turdetanos, establecidos en las regiones más ricas y civilizadas. La siguiente fase de la conquista romana tuvo como principales fuerzas de resistencia a los lusitanos, con la alianza de los vetones y de otros pueblos. En este período destaca con especial relevancia la figura de un lusitano, Viriato. Pastor desde niño y acostumbrado a la vida montaraz, se erigió como líder en las campañas contra los romanos. Un erudito extremeño, Vicente Paredes, explica las razones de la resistencia a los romanos en los siguientes términos: «cuan importante sería para los españoles la ganadería y cuan arraigada tendrían esta costumbre de trashumar con sus ganados, y cuanto les era necesario, lo veremos en los sucesos posteriores a la época reseñada; pues de ellos son buenas pruebas las guerras que sostuvieron con los romanos, que no fueron otras las causas, sino que los conquistadores pretendían desarrollar y fomentar la agricultura, y ellos procuraban estorbarle, porque con ella quitaban pastos a los ganados. y se creaban trabas a la trashumación». La romanización implicaba la asimilación de las formas socioeconómicas romanas.

Entre las características de este sistema productivo destacan: mejora de las técnicas (arado romano, expansión de algunos cultivos como el olivo y la vid); concentración creciente de la propiedad; introducción del trabajo de los esclavos en la agricultura; desarrollo urbano (creación de las primeras ciudades que pueden considerarse como tales: Medellín y Metida y puede que también Cáceres y Badajoz); crecimiento demográfico y extensión de las tierras cultivadas, si bien este proceso se desarrolló especialmente en el entorno de las ciudades, por lo que los extensos territorios de Lusitania se mantuvieron relativamente al margen del proceso, conservando probablemente su economía pastoril, modificada por el aumento de las relaciones comerciales con la ciudad.
En el siglo III, tras un período de crisis se configura un nuevo tipo de sociedad en la que destacan los siguientes aspectos de interés: se sustituye la figura del esclavo, como principal fuerza de trabajo, por los colonos; las ciudades dejan de ser el eje de la vida económica del Imperio, siendo reemplazadas por los grandes latifundios, que tienden a autoabastecerse de los productos fundamentales.


La Extremadura visigoda
Las invasiones de los suevos, vándalos y alanos alcanzaron Extremadura a comienzos del siglo V. Sin embargo, hacia el 470 fueron expulsados por los visigodos, quienes dominaron estas tierras hasta la invasión musulmana. La presencia visigoda no alteró la orientación del sistema socioeconómico. En líneas generales parece que la aristocracia hispano-romana siguió siendo la poseedora de latifundios en Extremadura, aunque la situación de la nobleza era inferior, en contraposición con la prosperidad de la Iglesia.
Los visigodos prefirieron la ganadería a las cosechas y el pasto al cultivo, y destinaron términos vacantes al pasto común y aumento del ganado. En el más antiguo Código español, el Fuero Juzgo de los visigodos, se atendían ampliamente las necesidades pastoriles de los trashumantes (acceso sin restricciones a las tierras abiertas, derecho de los pastores a cortar árboles, se prohibía a los pueblos cercar sus comunales, obstruir las cañadas o impedir acceso a los terrenos baldíos situados en la vecindad).




















Los musulmanes en Extremadura
Los musulmanes penetraron en la Península a comienzos del siglo VIII, en una fase de decadencia del mundo visigótico, aprovechando sus querellas internas. El período de conquista fue breve, procediendo al asentamiento y organización del territorio ocupado, al que denominaron Al-Andalus.
En general, los árabes se reservaron las mejores tierras, especialmente las del valle del Guadalquivir. Los bereberes se asentaron en las altas tierras meseteñas y en las laderas de las sierras buscando, como los árabes, unas condiciones más semejantes a las de sus lugares de origen, que encontraron en parte de los territorios extremeños. En estas localidades favorecieron una economía ganadera, basada especialmente en la oveja. Esta orientación ganadera ovina tendría una innegable influencia en el futuro de Extremadura.
En el comienzo de la dominación los territorios eran considerados propiedad colectiva del estado musulmán; sin embargo, progresivamente fue realizándose el reparto individualizado de las tierras, el cual estuvo tan discriminado en favor de los árabes, que fue ocasión y estímulo para la sublevación de los bereberes. Por tanto, el sistema de producción es herencia casi completa del anterior, sumándose al latifundismo hispanogodo el latifundismo musulmán.
El propietario musulmán pasó además a residir en las ciudades próximas a sus territorios, desde donde recibía las rentas de sus aparceros (antiguos campesinos hispanogodos), dando así un impulso al renacimiento de las ciudades. Esto atrajo a la población circundante e introdujo una agricultura intensiva en las proximidades de las urbes, que se basaba en la noria y en el regadío.
La situación geográfica de Extremadura, sin «fronteras naturales», influyó también sobre el sistema productivo, acentuando la inclinación a la ganadería, de más fácil defensa por su movilidad. Esta característica de la región extremeña se pondría aún más de relieve durante la Baja Edad Media, en la que fue encrucijada de estados feudales (marca fronteriza musulmana con los reinos de León y Castilla, mientras que por el oeste soportaba las presiones guerreras de la vecina Portugal).

La Reconquista

En los siglos de la Reconquista, Extremadura constituía una vasta entidad geográfica al sur del Duero; de ahí su denominación. El nombre de Extremadura, aplicado a esa región, se encuentra en los textos literarios y diplomáticos de la época, distinguiéndose perfectamente de la Transierra, la zona más meridional del reino de León y a la que más se ajustan los límites actuales de la región extremeña.
Extremadura -usando el término en su concepción geográfica actual- aparece más tarde designando el territorio más meridional del reino leonés.
El primer contacto directo de Extremadura con la conquista sucede cuando los reyes cristianos intentan atravesar el Sistema Central Para pasar hasta las riberas del Tajo. Esta etapa viene simbolizada en la región por la plaza fuerte de Coria, cuya primera toma fue llevada a cabo por Alfonso VI en 1079, en lucha contra el reino de Badajoz. La reconquista definitiva de la línea del Tajo se realizó con Alfonso VII, en 1142, al final del período almorávide, durante el cual no tuvo lugar ningún avance militar de importancia, especialmente a causa de los conflictos internos de los reinos cristianos. La segunda etapa de la reconquista, el paso del río Tajo al Guadiana, acaece tras el hundimiento musulmán en la batalla de las Navas de Tolosa, en un brevísimo período del reinado de Alfonso IX. El año de la toma de Badajoz, 1230, será el de la unificación de los reinos castellano y leonés bajo Fernando III, quien terminará la reconquista extremeña.
Dentro de todo este proceso merece especial mención la colaboración prestada por la Iglesia, la nobleza y, muy particularmente, por las Ordenes Militares. Las principales Órdenes Militares que se asentaron en el territorio extremeño fueron las siguientes: Orden de Santiago. Ocupaba una amplísima franja en el centro de Extremadura que se prolongaba hacia el Sudeste. Algunas de las principales cabeceras de esta Orden fueron Montánchez, Mérida, Llerena, Alange, Hornachos y Reina.

Orden de Alcántara. Poseía extensiones en la parte noroeste de Extremadura y en torno a La Serena, con Alcántara y Magacela como centros.
Orden de los Templarios. Ocupaban el sudoeste extremeño, con Jerez de los Caballeros como centro principal. Tras su desaparición se incorporaron las posesiones a la Orden de Santiago.
La repoblación del territorio conlleva la expansión de la actividad agropecuaria. En este caso se favoreció desde un principio la aparición de un tipo de colonización señorial y latifundaria, de acusado carácter pastoril. Estos factores influyeron de forma notable en la orientación ganadera que tomó la región. Nobleza, monasterios y órdenes militares apostaron por la ganadería extensiva, que requería un menor grado de ocupación y una mano de obra menos numerosa.
Se daban así los factores básicos para que la opción ganadera y forestal se impusiera sobre la orientación agrícola. Además, la incorporación de Extremadura y otros inmensos territorios al ámbito político y económico cristiano influyó poderosamente en la extensión de la trashumancia. Extremadura, región de clima relativamente suave en invierno, constituía en esa época un conjunto de excelentes pastos de invierno (penillanura trujillano-cacereña, La Serena, Tierra de Barros, vegas del Guadiana...).


Así, pues, en palabras de Paredes Gullén: «Al paso que arrojaron los moros de las tierras llanas, fueron estableciendo en ellas sus ganados, y extendiendo los límites de su prosperidad con los del imperio. La diferencia de las estaciones les enseñó a combinar los climas, y de esta combinación nació la de los pastos estivos con los de invierno, y acaso también la dirección de las conquistas, pues que penetraron primero hacia Extremadura que hacia Guadarrama. Así que, cuando aquella fértil provincia se hubo agregado al reino de León, el ardor y sequedad del mismo territorio se convino con la frescura del antiguo, y la trashumación se estableció entre Extremadura y Babia y entre sierras y riberas, no para afinar las lanas, sino para conservar y multiplicar los ganados. Esta necesidad es indispensable: ella estableció la trashumación, y a ella sola debe España la rica y preciosa grangería de sus lanas que tan largo tiempo es celebra en la historia».
Ya a mediados del siglo XIII, hacia 1252, Fernando III ampara a los ganaderos de Béjar en el derecho a utilizar los pastos de la tierra de Plasencia durante la temporada invernal, confirmando una costumbre practicada ya desde la época de su abuelo, Alfonso VIII, a quien se debe la fundación de la ciudad plasentina.



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