Corrientes fluviales
La mayor parte de las corrientes fluviales iníciales
descienden de la montaña al llano. Son, pues, consecuentes al relieve. Los
principales ríos recogen tales aportes montañosos. Dado que casi todas las
cordilleras se alinean aquí de este a oeste o viceversa, esos ríos importantes
tienen también la misma orientación, es decir, son subsecuentes. Así, las
largas rutas de los desplazamientos animales tenían que atravesar, además de
las alineaciones montañosas, estos ríos. Los visitadores que recorrieron y
describieron las cañadas de la Meseta al iniciarse la segunda mitad de la
centuria decimonónica prestaron más atención a tales travesías fluviales, y del
cotejo de sus detalles se deduce la evolución que tuvieron aquéllas hasta
entonces. El primer estadio sería el más elemental de vadear. Es lo que hacen
los animales salvajes, sean o no herbívoros y de actitudes gregarias. Ni
siquiera los osos, buenos nadadores, pasan los ríos por cualquier parte, sino
por la que ofrece la mejor posibilidad de tránsito. Y lo mismo hacen los
jabalíes. Bien lo sabían los cazadores. En publicación ya añeja hemos citado
como ejemplo, en este sentido, una cacería real celebrada en el siglo XV que,
partiendo de Sevilla, se realizó en un monte cercano a La Algaba e inmediato al
vado del Guadalquivir denominado de Las Estacas. Es donde los cazadores
cobraron un gran jabalí que, al ser acosado, había ido en busca de esa más
fácil travesía del río, que sería la de su querencia, no ignorada sin duda por los
cazadores. De los animales salvajes aprendió el hombre también esto. Cualquier
jinete o carretero avezado sabe bien que, cuando la caballería se resiste a
cruzar una corriente fluvial, la solución consiste en darle rienda suelta ya
que, por instinto, ella misma busca el lugar apto para vadear.
Foto. Montemayor del Río (Salamanca) Cañada Real Soriana Occidental (Santiago Bayón Vera)
Si el rebaño
lanar no alcanzara a tanto, lo harían las acémilas hateras que lo acompañaban.
Y al empleo de la vadera se volvió cuando resultaba caro utilizar el puente o
cuando éste había quedado cortado. Esos visitadores de las cañadas en el primer
decenio de la segunda mitad del siglo XIX encontraron cruces fluviales de las
ovejas por vados en Villoldo (Palencia), Hornachos (Badajoz), Navalagamella y
Villanueva de Perales (Madrid), Manzanares y Granátula de Calatrava (Ciudad
Real) y en otros distintos términos. En el de Posadas, en la provincia de
Córdoba, las ovejas vadeaban el arroyo Guadalvaida, pero, según dejaron escrito
los visitadores, cuando «viene crecido y no da paso, se señala una vereda entre
los dos molinos del señor conde de Villanueva para facilitar el paso». Y donde
no había parecida solución, se volvía a la del vado, incluso en ríos importantes,
como el Duero en Almazán, donde «hay una colada, para cuando el río sale de
madre, interceptando el paso por la cañada»
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