domingo, 12 de agosto de 2012


TRASHUMANCIA Y MODELOS SOSTENIBLES DE DESARROLLO RURAL


Cabe valorar con un moderado optimismo el cambio positivo registrado en la evolución de la demanda social, en lo que se refiere al fenómeno de la trashumancia y a sus perspectivas territoriales y culturales. En este orden de cosas, trashumancia y desarrollo rural conforman un binomio en el que se advierte una fuerte trabazón, ya que no en vano dicha práctica ganadera ha marcado muchas de las señas de identidad de numerosos espacios rurales de montaña y tierras llanas de España, en los que además se han producido y producen múltiples fenómenos de complementariedad espacial motivados tanto por las alternancias climáticas, como por los valores agregados provenientes de los intercambios económicos y humanos habidos entre las zonas de agostadero e invernadero, fruto de las cuales se implementan redes territoriales (Áreas de pastoreo invernal y estival, red de vías pecuarias, lugares de mercado, puntos de aprovisionamiento, etc.), flujos demográficos con intercambios parentales y flujos económicos variados (Precio de los pastos, valor de la lana y del canal de las carnes, salarios de pastores y ganaderos, transportes, servicios alimentarios y sanitarios, etc.), que conforman buena parte de la caracterización histórica y socioeconómica de muchas comarcas ganaderas españolas.


A los usos tradicionales de los territorios en los que la trashumancia está presente se une de forma más tardía el fenómeno del turismo rural, motivado entre otras razones por el atractivo que dicho medio supone para amplias capas de la población residentes en medios urbanos o metropolitanos, en paralelo con el incentivo del que son responsables diferentes administraciones —especialmente las autonómicas— que promueven programas de puesta en valor de actividades productivas tradicionales, desde la misma trashumancia ganadera
a otras derivadas de ésta como la producción de quesos y derivados lácteos artesanales, artesanías laneras populares o el empleo de vías pecuarias para otros fines no estrictamente ganaderos, tales como redes de cortafuegos, rutas lúdico-culturales o ejes viarios alternativos en caso de catástrofes naturales.
De ahí que pueda considerarse el alto valor de la trashumancia como elemento estructurante del territorio, especialmente en áreas rurales en las que ejerce funciones muy precisas de articulación espacial. Este hecho se ha puesto de relieve en aquellas áreas en las que la trashumancia ha decaído o dejado de existir, advirtiéndose entonces un verdadero vacío funcional que repercute en la pérdida de insumos económicos en tales espacios rurales: los antiguos «puertos» y demás áreas de pastoreo pierden valor económico y quedan abandonados generando nuevas problemáticas ambientales y demográficas, se produce la pérdida de empleo antes dedicado a labores pecuarias y pierden también vigor las localidades en las que se generaban actividades económicas vinculadas (Mataderos, transporte de ganados, aprovisionamientos, instalaciones textiles, etc.). En suma, un proceso degenerativo del tejido social y territorial, al que sólo se puede poner freno con prácticas que traten de activar dichos espacios con otros ingredientes de componente económico y social, compatibles con unos medios caracterizados por su alta sensibilidad ante cualquier tipo de actuación.

La implantación de actividades de turismo rural ha supuesto en los últimos tiempos un cierto aliciente en lo que se refiere a la revitalización de los espacios mencionados.
En ocasiones, la atracción turística estaría motivada por el conocimiento del pasado trashumante, de sus principales eventos como ferias o fiestas y desde hace muy poco tiempo en algunas ofertas realizadas, la posibilidad de conocer «en vivo» la propia trashumancia pudiendo participar de sus actividades, por ejemplo, acompañando rebaños en sus desplazamientos o visitando áreas de pastoreo y majadas o corrales de ganado en recorridos culturales, resultando además un evidente atractivo para las labores pedagógicas en los distintos niveles educativos, en los que la visita al objeto de estudio supone una actividad recomendada u obligada .
La  trashumancia  como  tal  conjunto  de  actividades  y  repercusiones  territoriales  se  presenta  hoy  como  un  verdadero  modelo  social  y  económico  para  muchas  comarcas  españolas, pero más que emular su pasado, lo que corresponde en el momento presente  es valorar la posibilidad de mantener activos algunos de sus tradicionales parámetros,  es  decir,  incentivar  su  existencia  en  aquellos  espacios  y  enclaves  en  los  que  aún  es  plausible  y  emplear  su  legado  histórico,  socioeconómico,  territorial  y  cultural,  como  elementos al servicio de nuevos modelos de estructuración societaria. Distintos foros y entidades especializadas en la materia abundan en estos objetivos y señalan alternativas personalizadas para conseguir los mismos

La plasmación real de tal enunciado se plantea como un verdadero reto en orden al sostenimiento de las áreas rurales en declive, ya que frente a estos objetivos finalistas se impone la realidad de unos espacios en los que los procesos de transformación se desarrollan de una forma muy lenta, obstaculizados por las deficiencias dotacionales, el despoblamiento y los escasos incentivos que puedan suponer al traslado de efectivos humanos procedentes de las ciudades.
La aportación del modelo trashumante difiere de unas regiones a otras. En algunos casos está plenamente vigente como ocurre en ciertas comarcas extremeñas, leonesas, turolenses, por señalar algunos casos aún activos; en otros la trashumancia se encuentra en franco declive y mediante acciones concertadas de apoyo cabe esperar que pueda subsistir a corto plazo, mientras que en otras tantas áreas de la geografía española está en trance de desaparecer o lo ha hecho ya desde hace un tiempo. En éste último caso la posibilidad de reinstauración tan sólo sería posible mediante un cambio profundo de las estructuras rurales, así como de la transformación del actual modelo productivo del sector pecuario, muy condicionado por la tutela de las políticas de la Unión Europea.

Distintos actores y analistas del sector ganadero español señalan otras virtualidades de la práctica trashumante, como la limpia de los montes por parte de los rebaños, la puesta en valor de la red histórica de vías pecuarias mediante el paso de los ganados o la activación económica de áreas rurales a través de modelos ganaderos de carácter extensivo, con los que se puede actualizar el valor de las tradicionales áreas de pastos.
Pero fuera de este escenario y aprovechando otras iniciativas comunitarias europeas, se abren algunas otras vías para aquellos antiguos contextos espaciales en los que se desarrolló la trashumancia, en este caso más bien vinculados a la conservación de antiguos legados humanos y sociales en su faceta cultural, antropológica o etnológica, apartados en los que la Unión Europea muestra un interés creciente en los últimos tiempos. De ahí que uno de los grandes activos del modelo trashumante en ese sentido, pueda ser el que se catalice dicho  interés a través de un conjunto de acciones que pongan de manifiesto esos otros «valores culturales» del pasado trashumante, valores en lo económico a partir de artesanías pastoriles  (Cueros, textiles, antigüedades, objetos musicales, etc.), productos alimentarios (Quesos,  mantequillas, carnes…) y artículos provenientes de una producción cultural: libros, videos, música, guías culturales, cursos monográficos o rutas turísticas asociadas.



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