martes, 26 de julio de 2011

Trashumancia en el Mediterraneo - 8



Llanura central valenciana
Las ordenanzas locales que se promulgan en la llanura central valenciana durante los siglos XIV y XV, se ocupan ciertamente de la protección de la cabaña local (abasto de carne, animales de tiro y yuntas de labor), aunque destaca en ellas la decidida determinación de proteger los cultivos frente a la acción del ganado. Aquí, más que en otras partes, prevalece la explotación agrícola del territorio frente a una ganadería complementaria (que, no obstante, debe protegerse por los ingresos que pueda reportar), de modo que, a menudo, los emprius o zonas de pasto quedan reducidos a marjales, yermos, caminos y ramblas.
Se excluye el aprovechamiento de las hierbas por ganados foráneos incluso los carniceros locales hallan dificultades frente a la extensión de los cultivos, como se ve en la carta puebla de Oliva (1368), en la que se ordena expresamente que no se vendan pastos a «cabanyers extranys», o como ocurre en Gandía (siglos XIV y XV), donde se reserva todo el territorio para los carniceros locales.


Tanto en el término de la ciudad de Valencia como en las villas colindantes estaba prohibido que ovejas y cabras pastaran en la huerta, y el ganado mayor sólo podía hacerlo en las heredades de su propietario. Para dar cabida al ganado lanar o cabrío de los comerciantes y carniceros se delimitaron los bovalares (Cullera, en cuyo término se incluía Sueca, delimita un bovalar en el siglo XIII, y posteriormente en el siglo XV, como consecuencia del aumento de la cabaña, tan sólo en el lugar de Sueca se establecieron tres bovalares, pese a lo cual continúan las quejas por los destrozos producidos por los animales). En los registros medievales persisten las denuncias de daños en huertas y acequias (especialmente por el paso del ganado mayor hacia los marjales) y, a este respecto, la ciudad de Valencia cuenta desde mediados del siglo XIV con guardas para controlar el ganado. Todo ello conllevó la configuración de un «segundo cinturón» en torno a la ciudad (el primer cinturón era el dedicado a la producción de frutas y verduras), con el desplazamiento de la ganadería hacia los señoríos que rodeaban el término municipal.
El abastecimiento de carne para la ciudad de Valencia procedía del propio Reino y de las zonas limítrofes de los reinos de Castilla y Aragón, y eran los carniceros locales los que entablaban contacto con los ganaderos foráneos para la compra y venta. Una vez adquirido el ganado, éste debía permanecer en los bovalars de la huerta vigilado por los guardians, y los carniceros sacaban de allí cada día las reses que querían sacrificar. Entre la ciudad y el gremio de carniceros, uno de los más poderosos, surgieron tensiones por la fijación del precio de la carne y el abasto (que en épocas de bajos precios era insuficiente por el desinterés de los propios carniceros).


La ciudad disfrutaba en el resto del Reino de una serie de derechos y emprius para sus rebaños, pero la expansión de los ganaderos y carniceros de la capital originó conflictos, como los acaecidos en Gandía, Domeño, Chelva, Morvedre y Segorbe. La situación de estas poblaciones refleja el amplio abanico de desplazamientos trasterminantes de los rebaños de Valencia, a los que cabría añadir además los movimientos de la cabaña trashumante que, procedente de esta ciudad, llegaba a los pastos invernales meridionales de Elx, Orihuela y Murcia. Por contra, invernaban en las proximidades de Valencia rebaños de la sierra de Gúdar (Cantavieja), de la sierra de Palomera (Visiedo) y, ya en el siglo XV, los de algún ganadero castellano.
Más allá de la ciudad de Valencia se advierte reciprocidad de pastos, y verdadera trashumancia, entre Lliiria y la Comunidad de aldeas de Teruel; y en el mismo sentido que el expuesto antes para Castellón y Villareal, las villas de Lliria y Teruel concertaron un acuerdo en el que se fijó en 18.000 el número de cabezas que como máximo podían trashumar de un territorio a otro.
Fotos: Santiago Bayon Vera 

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