miércoles, 27 de julio de 2011

Trashumancia en el Mediterraneo - 10


LOS SIGLOS XVI-XVIII: LOS INICIOS DE LA CRISIS Y LA EXPANSIÓN AGRARIA
Evolución del marco general: la expansión demográfica y agrícola


El Reino de Valencia, a diferencia de Castilla, constituye un mosaico geográfico donde la mayor variedad del territorio pone en juego múltiples factores que generan un desarrollo más variado de la actividad ganadera. Si bien en un principio esta actividad se ve dificultada o favorecida en función del tipo de suelo, relieve, régimen señorial, centralidad, población, etc., con el tiempo, la evolución del factor demográfico, y sobre todo el potencial agrícola y el diferencial de la rentabilidad entre los productos agrícolas y los ganaderos, conllevan un avance en la transformación del suelo que acentúa los contrastes en la especialización de la economía de las distintas zonas del país, aunque la tendencia general es que la agricultura acabe imponiendo su supremacía.
Esta diversidad es fácilmente identificable. En el Bajo Segura o en el marquesado de Elx, por ejemplo, la existencia de abundante tierra inculta lleva a numerosos ganaderos castellanos y aragoneses hacia sus cálidas tierras, circunstancia que no se modifica hasta los siglos XVIII - XIX en que se generaliza la expansión agrícola. Lo mismo acontece en Murcia, donde los conflictos entre ganaderos y campesinos no fueron tan importantes como en otras demarcaciones, debido a que las extensiones de tierra no cultivada eran aún inmensas (sólo surgen conflictos en lugares como Mula o Cartagena, donde las roturaciones habían empezado más temprano).


Sin embargo, en otras comarcas la presión que ejercía la agricultura había ido reduciendo los pastos, y en algunas poblaciones, como Gandía (la Safor), en el siglo XV, o Alzira (Ribera Alta), en el siglo XVI, las zonas dedicadas a pastos eran consideradas insuficientes. A finales del siglo XVII se inicia en el territorio valenciano una acelerada transformación agrícola, en la que la extensión de los regadíos fue el principal factor, transformación que se generalizó en la centuria siguiente. En el siglo XVIII se registra un fuerte crecimiento demográfico que hace duplicar la población valenciana, y con ello, una extensión de los cultivos, el fraccionamiento del terrazgo, la progresiva supresión de los derechos comunales y una intensificación de la agricultura con la incorporación de productos más rentables, que multiplicarán el precio de la tierra. El beneficio de los productos agrícolas tuvo un efecto negativo directo sobre las rentas de los pastos, contribuyendo al estrangulamiento de los beneficios de la ganadería.
La ganadería valenciana no disponía de una distribución equilibrada entre las tierras de cultivo y las dedicadas a pastos que favoreciera sus intereses. Incluso después de la despoblación subsiguiente a la expulsión de los moriscos (comienzos del siglo XVII), la ganadería no consiguió expandirse y equilibrar su fuerza frente a la agricultura. En general no había grandes superficies libres, y, en los latifundios, los terratenientes no cultivaban directamente la tierra, y además no les interesó la explotación ganadera.


El menor desarrollo ganadero del Reino de Valencia es un hecho conocido, y, exceptuando Els Ports, el Maestrazgo, el Palancia, los Serranos y otras comarcas del interior, o el Bajo Segura, con cabañas locales importantes, en casi todo el territorio predominaban los rebaños trashumantes aragoneses y castellanos. De otro lado, la trashumancia aquí no se practica entre zonas latitudinalmente alejadas, con condiciones bioclimáticas y fenológicas muy diferentes -como entre los extremos de la meseta castellana-, sino entre las tierras agrícolas litorales y prelitorales y los pastizales serranos próximos. En las zonas intermedias (pretitoral e interior valencianos) el agricultor contaba con una cabaña ganadera, en su mayoría autóctono, que le facilitaba el abono necesario para sus campos, pero en el litoral los campesinos dependían de los rebaños foráneos; de este modo, los agricultores de las áreas costeras ofrecían sus corrales a los pastores trashumantes a cambio del estiércol (sirve de ejemplo el monasterio del Puig en I'Horta, que atraía a los ganaderos para que encerrasen las ovejas en sus parideras a cambio de algunos cántaros de vino). De todas formas, una agricultura intensiva como la mediterránea se mostraba incompatible con la ganadería, ya que ésta suponía una amenaza para la huerta, donde el ganado se convertía en un enemigo a combatir, en lugar de considerársele un agente colaborador. Los intereses agrarios y los ganaderos estaban claramente enfrentados, y, en caso de conflicto por el uso del suelo, los segundos se habían de supeditar a los primeros por el interés público y la rentabilidad de aquél. En la segunda mitad del siglo XVIII, las medidas legislativas del Estado, emanadas de los criterios de racionalidad económica de la Ilustración, tienden a favorecer los intereses de la agricultura, la propiedad privada, legitimando lo que en Levante ya era una situación de hecho.
Fotos Santiago Bayon Vera 

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