miércoles, 16 de febrero de 2011

Trashumancia en Sanabria - Historia


El paisaje de la serranía sanabresa es fruto de un ancestral aprovechamiento ganadero que permite considerar sus pastizales como áreas de agostada. Sin embargo, no se han encontrado fuentes documentales que relacionen históricamente la comarca sanabresa con la trashumancia, lo que implica que este sistema de aprovechamiento ganadero sea un hecho reciente. Muy por el contrario, y extrapolando la historia de las comarcas cercanas, se puede fijar su arraigo en épocas anteriores a los romanos.
La influencia celta en el occidente peninsular dejó la impronta de una vida pastoril. Los pueblos celtas que ocupaban la comarca sanabresa eran eminentemente ganaderos, que combinaban la explotación de los pastos de sus sierras con los de las áreas más sureñas y climáticamente más enigmas que posteriormente se designarían como "extremos". En los principios del otoño, gran parte de sus habitantes disponían de sus ganados y emprendían la trashumancia a esas zonas más templadas de la Península. Este supuesto origen celta de los sanabreses está basado en los restos existentes de antiguos castros y citanias, como los de Vega del Castillo, Trefacio, Hermisende, Puebla, Castrelos, etc., repartidos por toda la comarca, así como por la referencia toponímica. Allí llegarían los celtíberos, los vacceos, los vetones y los lusitanos.

Algunos autores perfilan curiosos modelos de vida para estos pueblos., dentro del pueblo los habitantes se repartían las tareas. Los que emigraban como pastores llevaban sus ganados y los de las familias que se quedaban encargadas de la agricultura; como no volvían hasta primavera, no podían hacer las sementeras y, por esta causa, sembraban y cosechaban los que se quedaban, entregando a los trashumantes la parte que les correspondía en pago de haber sido sus pastores aquel año. En la temporada siguiente los papeles se invertían, quedando al cuidado de la agricultura los que fueron pastores el año anterior y viceversa, garantizando así unos y otros cumplir bien su cometido.
El periódico y bianual viaje se realizaba por rutas establecidas con anterioridad a las calzadas romanas. De entre los caminos, el que mejor se adecua a las necesidades de poner en contacto la comarca sanabresa con las tierras sureñas es el denominado "Camino desde Galicia por la frontera portuguesa a las Extremaduras". En el recorrido que establece existen lugares fácilmente identificables hoy en día, si bien otros probablemente se refieran a parajes cuyos nombres han caído en el olvido. El punto de origen lo sitúa en Viana del Bollo, localidad de Orense (Viana do Bolo) próxima a la Sierra de Porto, que marca el límite provincial actual entre Zamora y Galicia. El itinerario recorre los siguientes lugares (entre paréntesis se indica el nombre actual identificado):


Frade Cabalos.
Dentro de la provincia de Zamora:
Adradas (Las Hedradas).
Luvian (Lubián).
Mombuey (Mombuey).
Villar de Ciervos (Villardeciervos).
Cabanas de Liste (Cabañas de Aliste).
Gamones (Gamones).
Villar del Buey (Villar del Buey).
Dentro de la provincia de Salamanca:
Cabeza de Framontanos (Cabeza de Framontanos).

Cabeza del Caballo (Cabeza del Caballo).

Berrueco Pardo (Berruecopardol).
Lumbrales (Lumbrales).
San Felice de los Gallegos (San Felices de los Gallegos).
Barba de Puerco. Villar de Ciervos (Villar de Ciervo).
Villar de Yegüa (Villar de la Yegua).
Gallegos de Argañán (Gallegos de Argañán)
Ciudad Rodrigo (Ciudad Rodrigo).
Postores (Pastores).
Pedrosin.
Venta del Caballo.
Dentro de Extremadura:
Alcántara (Alcántara).
Valencia de Alcántara (Valencia de Alcántara).
Gallegos.
Cervera.

Queda así esbozado uno de los principales itinerarios que enlazaría los pastos sanabreses con el sudoeste peninsular y que, como se ver posteriormente, coincide ampliamente con una de las vías pecuarias utilizadas por los trashumantes en las primeras décadas de nuestro siglo.
Durante el proceso de romanización, dejando a un lado los episodios bélicos, las leyes romanas reconocían la "trashumación" y protegían los caminos pastoriles, los cuales incluían los puntos más convenientes para alimentar los rebaños, utilizando en muchas ocasiones el trazado de estas vías para construir sus calzadas.
Posteriormente, en la época visigoda, la vida pastoril y la trashumancia también serian protegidas. Así, el Fuero juzgo disponía que los trashumantes tuvieran acceso a tierras abiertas, ya pertenecieran a la Corona, a los pueblos o a particulares. Sobre la existencia de usos comunales, y especialmente de pastos comunes, hablan diferentes leyes, casi todas del libro VIII: las 26 y 27, título IV, que reconocen el derecho de pastos en los campos abiertos y desamparados para los ganados trashumantes

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