sábado, 11 de diciembre de 2010

Caminos Silenciosos - Razas - 10

La selección de perros para la defensa del ganado debió comenzar poco después de la domesticación de los primeros rumiantes debido a que los pastores prehistóricos tenían la inaplazable necesidad de disponer de canes para defender sus rebaños del ataque de numerosos depredadores silvestres, por lo que era prioritario obtener perros corpulentos, fuertes y valientes que acompañaran continuamente al ganado y estuvieran siempre dispuestos a defenderlo de posibles ataques.
Las características orográficas y climáticas de la Península Ibérica favorecieron el desarrollo de la actividad ganadera trashumante desde tiempos remotos. Las condiciones del medio ganadero ibérico impusieron las características del perro llamado a defender los rebaños: combatir eficazmente los depredadores y estar adaptado a las largas jornadas de marcha.
Así nació en tiempos remotos el Mastín Español que, con absoluta propiedad, podría ser denominado “mastín trashumante”. Sólo el declive de la actividad trashumante a finales del siglo XVIII interrumpió el secular flujo genético entre las poblaciones de modo que los mastines más numerosos y ajustados al tipo tradicional se mantuvieron en aquellas zonas donde siguieron siendo necesarios en la protección frente al lobo, destacando en este sentido la montaña leonesa.
El vocablo español “mastín“parece derivar del término latino mansuetum (amansado o hecho tratable), que podría hacer referencia a la fiereza de los ancestros de los mastines actuales. El hombre seleccionó desde tiempos a perros de gran tamaño y potencia para custodiar los rebaños, especialmente ovinos, lo que dio lugar a razas caninas especializadas en la defensa de ganado: los molosoides o molosos.
Las características orográficas y climáticas de la Península Ibérica favorecieron el desarrollo de la actividad ganadera desde los tiempos más remotos, de modo que en sus largos desplazamientos anuales los rebaños merinos siempre necesitaron estar protegidos por el fiel Mastín Español. Su importancia en la trashumancia era tal que su figura estaba protegida y reflejada en las “Leyes y Ordenanzas del Honrado Concejo de la Mesta”. Es probablemente la raza canina española con raíces más antiguas, se forja en la trashumancia y en la lucha contra el lobo; con propiedad podría ser denominado “mastín trashumante”, aunque también fue necesario en las ganaderías estantes con población de lobos numerosa.

Finalmente la Mesta entró en un declive hasta su final en las últimas décadas del siglo XVIII, lo que unido a la permanente reducción de las poblaciones de lobos, hasta su práctica extinción en buena parte de la Península Ibérica, limitaron también en gran medida los censos y el área de difusión de la raza. En la década de 1970 se inicia una tendencia hacia la recuperación de la identidad originaria de la raza liderada por criadores y ganaderos que han conseguido mantenerla y mejorarla.
Aunque se halla establecido que su área de origen es España, ha recibido diversas denominaciones topónimas localistas: leonés, extremeño, manchego e incluso andaluz, claramente inapropiadas ya que la red de vías pecuarias recorría prácticamente toda la Península facilitando la dispersión de la raza y asegurando su homogeneidad. Sin embargo, el declive de la actividad trashumante interrumpió el flujo genético entre las poblaciones de modo que entre ellas fueron apareciendo diferencias crecientes.
Parece que en los tiempos de esplendor de la Mesta la población de mastines en España debía superar los 30.000 ejemplares.

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