miércoles, 24 de noviembre de 2010

Caminos Silenciosos - Problematica - 1

El principal problema que afecta a las vías pecuarias, en pocas palabras, es el del general deterioro, abandono y, a veces, intrusión y ocupación indebida de estos caminos seculares. Basándonos en los estudios que sobre vías pecuarias se vienen realizando, se puede afirmar que una cantidad significativa de tramos de las mismas se han perdido por dife­rentes causas Si bien, este porcentaje de pérdidas no se ha podido determinar con exactitud, se podría estimar que se encuentra en torno al veinte por ciento. Estamos asistiendo, pues, a cuantiosas pérdidas de un dominio que es patrimonio de todos y que la Ley define como “im­prescriptible e inalienable”.

Entre las principales razones a que obedece este proceso de destrucción hemos de destacar siguientes:




·         Ocupación por cultivos.

·         Edificaciones ilegales.

·         Usurpación por cercado de fincas y otros tipos de vallados.

·         Vertidos de escombros y basuras.

·         Fenómenos de concentración parcelaria.         

·         Circulación incontrolada de vehículos motorizados.

·         Irrupciones por parte de embalses.

·         Solapamiento y seccionamiento provocado por todo tipo de carreteras y líneas de ferrocarril.

·         Aprovechamiento de los pastos por parte del ganado estante.

·         Explotaciones mineras

·         Crecimiento de las ciudades y proliferación de urbanizaciones para se­gunda residencia, etc..


Queremos hacer notar aquí, que vías pecuarias y trashumancia son dos términos estrechamente vinculados. Con ello queremos decir que la reciente historia ha demostrado cómo la disminución del tránsito ganadero por las cañadas ha provocado su abandono físico y admi­nistrativo y, como efecto boomerang, su menor uso. Todo ello lo que provoca, no es sólo la usurpación de un bien público, sino el desánimo de muchos ganaderos trashumantes por con­tinuar su peculiar y ecológico aprovechamiento de los recursos naturales

Son muchos los pastores y vaqueros que a lo largo de estos últimos años nos han confirmado su deseo de continuar con estas tareas, y no es el dormir al raso, ni las tormentas, ni el polvo del camino lo que les retrae; es el asfalto, las discusiones con propietarios, automovilis­tas..., los desvíos repentinos e inesperados, las zanjas, las basuras... lo que les impide transitar por unas vías pecuarias descuidadas y en ocasiones infranqueables.

Porque no olvidemos que trashumancia es ecología y es economía. Es decir, mover a los ganados resulta en muchos casos más barato que tener que echarles de comer durante todo el año, y porque además, viajar a pie resulta mucho menos costoso que transportar las reses en camión o en ferrocarril.

Sin pretender incurrir en modelos antidesarrollistas, pero sí como llamada de atención frente al abandono que están sufriendo estas vías, cabe mencionar como importante responsa­ble de su deterioro la ejecución de numerosas obras públicas de distinto carácter.

La política agraria de los años cincuenta ha estado decididamente marcada por dos direc­trices prioritarias: la colonización agrícola, que por entonces alcanza su apogeo, y la concen­tración parcelaria, todavía en fase de ensayo pero que en breve plazo de tiempo irá ampliando considerablemente su ámbito programático. El Decreto - Ley de 5 de marzo de 1954, que modifica la Ley de 20 de diciembre de 1952, reguladora del régimen de concentración parcelaria, manifiesta en su exposición de motivos que “otra de las dificultades previsibles para la rápida y eficaz realización del proceso de concentración se deriva de la necesidad de deslindar pre­viamente, con absoluta exactitud, la superficie sobre la que se va a operar; porque dentro del término municipal afectado existirán muchas veces, aparte de las fincas excluidas, carreteras, riberas de río y vías pecuarias cuyo trazado es indispensable conocer para determinar la su­perficie que va a ser objeto de concentración...”. Así pues, para soslayar estas dificultades, el citado Decreto - Ley dispone que “del perímetro de la concentración sean excluidas las carrete­ras, riberas de los ríos y demás superficies pertenecientes al dominio público...” (articulo 4), añadiendo que “cuando se trate de vías pecuarias, montes públicos o cualesquiera otras super­ficies de dominio público correspondientes a la jurisdicción del Ministerio de Agricultura, se ordenará por éste al Organismo correspondiente, tan pronto como se publique cl Decreto acordando la concentración, que proceda a realizar la determinación de las superficies que han de ser excluidas” (artículo 5).

De esta suerte, y por imperativo de la concentración parcelaria, la clasificación de las vías pecuarias deviene en una tarea ineludible en el programa de reorganización de la propie­dad rústica y del espacio rural. Fruto de esta laboriosa y prolongada tarea de clasificación de las vías pecuarias, ha sido declarada como innecesaria y enajenada de la red, una cantidad significativa de estos caminos.

Existe una interminable lista de ejemplos, tanto antiguos como actuales, de carreteras que aprovechando trazados seculares que facilitan el paso de los puertos montañosos o y, en general, las rutas ya existentes que suponen las vías pecuarias, han solapado cañada y carretera sin atender a la restitución del territorio que la propia Ley de Vías Pecuarias (Ley 22/1974) y su Reglamento de 1978, en su artículo 52 prevén: “Si la línea férrea, autopista o carretera se construyen sobre terrenos de una vía pecuaria siguiendo el eje de la misma, se adquirirán por la Entidad Titular o Concesionaria de la obra pública los terrenos limítrofes necesarios para mantener la vía pecuaria en las mismas condiciones que antes tenía”.

En muchos otros casos, no se trata de una usurpación longitudinal, sino del secciona­miento de la cañada provocando efectos de corte o efectos barrera en poblaciones y en su pro­pia actividad pecuaria.

En vista de esta situación, se hace absolutamente necesario atender a ciertas recomenda­ciones si en algo se quiere paliar el ritmo de deterioro de las vías pecuarias:

·         Evitar, en la medida de lo posible, el solapamiento de trazados de vías pecuarias y ca­rreteras de nueva construcción, considerándose patrimonio histórico, cultural y natu­ral, que a toda costa debe ser conservado.

·         Restituir todos los terrenos afectados, tanto en la obra de construcción, cuanto más en los trazados definitivos de las carreteras de nueva apertura. Restitución, que en todos los casos, se realice con las características que la Ley de Vías Pecuarias en su artículo 35.1 , según las características de las mismas. En los cruces de las vías pecua­rias con líneas férreas, autopistas y carreteras, se facilitará por la Entidad Titular o Concesionaria de éstas el tránsito de ganados y demás comunicaciones agrarias de in­terés general, con pasos al mismo o distinto nivel”.

·         Contemplar en las Evaluaciones de Impacto Ambiental la presencia del apartado de­dicado a vías pecuarias, ya que en la actualidad los Estudios de Impacto Ambiental son la herramienta legal reglamento de Evaluación de Impacto Ambiental 1302/1986, en su artículo 5: “Se entiende por Evaluación de Impacto Ambiental el conjunto de estudios y sistemas técnicos que permiten estimar los efectos que la eje­cución de un determinado proyecto, obra o actividad, causa sobre el medio ambien­te”.), con la que poder prever y minimizar los atentados que sobre el medio natural y social se vienen realizando.

·         En los últimos años, estarnos asistiendo a un fuerte auge de la conducción deportiva de vehículos todo - terreno (tanto de los denominados 4x4, como de motocicletas todo - terreno) que utilizan el patrimonio colectivo de las cañadas ganaderas, además de otros caminos rurales a modo de pista de conducción.

Esta moda, impuesta en gran medida por las campañas publicitarias de los fabricantes, además de resultar incompatible con la correcta conservación de estas milenarias rutas ibéricas, agrede al propio espíritu de la Ley española de Vías Pecuarias,  no contempla el uso motorizado de las mismas salvo en circunstancias locales, profesionales ente justificadas, y básicamente como apoyo al uso tradi­cional del tránsito de ganado.

Los efectos negativos de la conducción deportiva utilizando vías pecuarias como soporte, podemos resumirías en los siguientes puntos:

·         Contaminación acústica, que afecta a la fauna de forma negativa, sobre todo en perío­dos críticos (cortejo, reproducción y cría).

·         Contaminación atmosférica y de las aguas por emisión de gases tóxicos (hidrocarburos inquemados, monóxido de carbono, etc.).

·         Turbidez de las aguas de los arroyos por el paso indiscriminado de estos vehículos.

·         Erosión del suelo, debido al ancho y al dibujo de las ruedas. Si el paso es continuado, se produce la compactación del suelo, lo que facilita el trabajo a los agentes denuda­dores.

·         Dan los en pastos y sembrados debido al paso de este tipo de vehículos.

·         Molestias para cl ganado en las fincas colindantes.

·         En general, efecto disuasorio para la puesta en valor de las posibilidades de las vías pecuarias como soporte de otras actividades de ocio respetuosas con el medio natural, que propicien el desarrollo local y la generación de empleo y riqueza.



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