Foto: Cañada Real de la Plata . San Pedro Rozados (Salamanca) (Santiago Bayon Vera)
A
mediodía, como el rebaño pacía de aquí para allá, cada pastor almorzaba solo lo
que llevaba en el zurrón, sin olvidar un buen trago de vino. Y por las noches,
se reunían de nuevo en el chozo grande para dar cuenta de su caldero de sopas
calientes o el potaje de garbanzos en el que a menudo encontraban pedazos de
aquellos lomos y chorizos que se guardaban en un rincón, en la orza y cubiertos
de manteca.
Era
el pastor rápido con la honda y la pedrada y los perros carea, más pequeños y
veloces que el mastín, su mejor aliado para cazar las liebres y conejos que
abundaban por campos y dehesas. Los ojos de aquellos hombres, entrenados a la
distancia y el detalle, avistaban sin esfuerzo y entre la hierba tierna que
cubría las Cañadas Reales, los huevos de perdiz o codorniz que redondearían esa
noche sus sopas de pan. Y en las pozas de los arroyos o en las lagunas pacenses
las truchas o los barbos estaban allí para ser cogidos con la mano desnuda, un
manjar delicioso cuando se ensartaban en varas de fresno y se asaban después
sobre las brasas de una buena hoguera.
Aparte
de la caza, la pesca y el huevo ocasional, entendían los pastores de plantas y
de hierbas, de bayas y cebollas silvestres. Un conocimiento transmitido, como
todos los demás, de una a otra generación y enriquecido con las aportaciones de
otras regiones, de otras tierras, tan completas y complejas que es difícil
imaginar en nuestros días. Porque no sólo entendían de plantas y frutas silvestres
comestibles, que a menudo también tenían propiedades terapéuticas, sino que
estaban familiarizados con aquellas que se utilizaban para curar las
enfermedades más comunes en hombres y ganado. Plantas astringentes contra las
hemorroides y la diarrea como el zumaque (rhus coriaria), la tintura de castañas frescas y el rapónchigo (campanula rapunculus L.); plantas
diuréticas tal el ombligo de Venus (umbilicus
pendulinus) que crece entre las rocas umbrías; laxantes, entre ellas la
malva (malva silvestris), y que aún se come como verdura en Marruecos; y
vulnerarias o cicatrizantes de heridas como la hierba de San Juan (hypericum perforatum L.), el
alfilerillo de pastor (erodium
cicutarium L) o cualquiera de las
geraniáceas. Hasta para el escozor de los pies que sudan mucho ,y debían ser
expertos en ello, tenían el zurrón (chenopodium bonus-Henricus L.) como
remedio.