jueves, 30 de diciembre de 2010

Caminos Silenciosos - Problematica - 2

Problemática actual de la trashumancia en Aragón

La trashumancia ovina en Aragón está viviendo una crisis de tal magnitud que, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que nos encontramos ante el mayor cambio sufrido por este tipo de ganadería en los últimos cinco siglos.


















 La manifestación más visible de esta crisis se plasma en las cifras indicadoras del número de ovejas que llevan a cabo desplazamientos esta­cionales en el Pirineo aragonés. Los censos del ganado ovino trashumante se mantuvieron tradi­cionalmente en torno a 300.000 cabezas, A partir de 1960 estas cifras iniciaron un declive fortísimo. Actualmente los rebaños de ovejas que suben a los puertos apenas suman 80.000 cabezas, de las cuales la mitad son trasterminantes.

Las causas de este brutal descenso deben bus­carse por dos vías: una nos conduce a la crisis ge­neral de la sociedad tradicional pirenaica y la otra se adentra en los problemas específicamente pecuarios. Comencemos por el examen de estos últimos.

De los problemas que han conducido al hundi­miento de la cabaña trashumante y que tienen su origen en la propia ganadería, hay unos que se relacionan con la producción, otros tienen que ver con los pastos, algunos se refieren a los despla­zamientos y finalmente, varios afectan a los pastores.
1. Acerca de la producción, la opinión de algunos técnicos sostiene que el modelo trashu­mante tradicional supone un estorbo para opti­mizar los resultados de una explotación pecuaria racional, Fundamentan esta opinión en las siguientes consideraciones:

·         La oveja trashumante está sometida a un régimen alimenticio irregular, con alternancia de épocas caracterizadas por la sobrealimentación y épocas en las que debe realizar largos recorridos para obtener raciones alimenticias reducidas.

·         En invierno agotan todas las reservas acumuladas en verano, sufriendo grandes pér­didas de peso.

·         El ciclo reproductor no puede adaptarse para proporcionar corderos al mercado cuando éste los demanda.

·         Los corderos, según donde nazcan, no pue­den recibir la alimentación adecuada.

2. Los pastos presentan problemas, tanto en los puertos como en la Ribera.

En los puertos merecen destacarse los siguientes:

·         Existencia de pastos accidentados, con pendientes muy fuertes o precipicios próximos que exigen la presencia continúa de un pastor.

·         Ausencia de agua o escasez de la misma en algunos puertos. Carencia de abrevaderos ade­cuados.

·         Ausencia de refugios para el ganado, que tiene como consecuencia pérdidas por el frío. Si existieran, el pastoreo en los puertos podría prolongarse.

·         Malas comunicaciones de los puertos.

·         Carencia de criterios concretos a la hora de establecer los turnos de los pastores, las rotaciones y el número de animales por puerto.

·         Desaparición del ganado equino, necesario en toda rotación racional de los pastos.

·         Tensión por el choque de los intereses turísticos y los ganaderos.

·         Dificultades relacionadas con la propiedad o con la administración de los puertos.


En cuanto a los pastos de la Tierra Baja o la Ribera, sus problemas principales son la escasez y los elevados precios.

3.  Los desplazamientos están repletos de difi­cultades;

·         Precio elevado de los camiones.

·         Lejanía de las estaciones de RENFE.

·         Cabañeras sin deslindar, invadidas y cor­tadas.

·         Incomodidades del viaje trashumante, si se realiza andando, relacionadas con la comida, el alojamiento y las inclemencias del tiempo.

·         Problemas para la alimentación del ganado durante los desplazamientos.

·         Problemas presentados por los partos que tienen lugar durante el desplazamiento.

·         Dificultades con el ganado cojo, débil, enfermo.



4.  Muchos ganaderos dicen que tienen pro­blemas para encontrar pastores. No es raro. La vida del pastor trashumante es difícil:

·         Permanecen muchos meses cada año aleja­dos de la vivienda familiar.

·         Las condiciones de habitalidad de las ma­jadas, tanto en los puertos como en la Ribera, son escasas.

·         Debido a la falta de gente que se dedique al oficio, cada pastor debe hacerse cargo en solitario de rebaños muy grandes que le obligan a estar pendiente de las ovejas las 24 horas del día.

·         El suministro de alimento y ropa, tanto durante el estivaje como en la invernada, es defi­ciente.

·         La soledad, al no integrarse en equipos pas­torales numerosos y vivir lejos de lugares po­blados, se deja sentir.

·         Los sueldos son bajos y la inestabilidad la­boral muy fuerte.

·         La escasa consideración social acompaña al oficio de pastor.

La consecuencia más visible de la caída de los censos trashumantes en los Pirineos es que los puertos se encuentran infrapastados. El escaso aprovechamiento genera la pérdida de sumas importantísimas de dinero: son las que cuanti­fican el precio de unos recursos forrajeros que o se utilizan o se pierden. Hace más de veinte años, cuando el pastoreo insuficiente se detectó como uno de los problemas más graves para los puertos, el doctor Montserrat calificó el estado de los pastos estivales pirenaicos como “desolador”. Y añadió: “pronto dejaremos de obtener en el Pirineo más de 1.000 millones de pesetas, más otras tantas que podrían obtenerse fácilmente con una explotación ganadera racional y sin excesivas inversiones” .

Pero no sólo se pierde dinero. La naturaleza sufre también un daño irreparable. El mismo Dr. Montserrat, al igual que otros especialistas, ha reiterado muchas veces el peligro que supone el descenso brutal de los censos trashumantes. En 1978 escribió: “Un sistema al que quitamos bruscamente un factor ecológico predominante durante siglos, cambia de manera imprevisible y algunas veces peligrosa. La falta de ganado en pastos otrora frecuentados provoca una invasión por maleza, antiestética y con frecuencia propensa al incendio; un pastoreo ordenado en cambio, permite conservar plantas de pasto y un paisaje verde esmeralda que embelesa al visitante. Muchas especies desaparecerán de Ordesa o serán muy raras, con peligro de extinción, si se elimina el paso del ganado en primavera y otoño”.

Además del peligro de extinción de ciertas especies botánicas, el otro gran peligro es la erosión. Esta, en ocasiones, debe relacionarse con factores derivados del escaso pastoreo. La invasión de matorrales y de pastos bastos, que se extienden por las laderas donde en otro tiempo el paso del ganado evité que proliferaran, favorece los incen­dios y priva al suelo cíe una cobertera vegetal uni­forme. Las aguas de escorrentía arrastran la tierra y se incrementa el riesgo de avalanchas.

Junto a las transformaciones sufridas por la cubierta vegetal en los puertos deben señalarse las ocurridas en la agricultura de los valles, entre las cuales la más importante es la derivada de la nece­sidad de producir más forraje para garantizar la alimentación del ganado que ahora se mantiene en el valle sin descender a la tierra llana. Muchos campos antes dedicados al cereal, deben dedicarse en la actualidad a cultivos pratenses.

Hasta aquí lo relativo al mundo pecuario y a lo que se deriva directamente de él. Pero después de analizar los problemas que afectan a la trashu­mancia pirenaica es fácil concluir que ese cúmulo de dificultades no bastan para llevar al sistema trashumante al punto de postración en el que hoy se halla. Casi todos los males que se han citado existían ya hace medio siglo, y entonces la trashumancia se mantenía vigorosa. El origen profundo del descalabro trashumante está en la agonía de la vieja sociedad.







































La crisis de la sociedad tradicional pirenaica que no debe entenderse desvinculada de la crisis de todos los antiguos sistemas agrarios en Europa, ha reducido a escombros en pocas décadas una organización social con varios siglos de historia. La casa, como institución, no ha resistido los embates. Todo su esquema se ha resquebrajado. La autoridad suprema del amo, basada en el dominio de las tierras y de los ganados, ha perdido su razón de ser porque el dominio de esos bienes ha dejado de interesar. Las tierras y el ganado, al perder su condición de únicas fuentes de riqueza, mermaron la autoridad de quien las poseía. Posteriormente, al comprobarse cómo las rentas agrarias eran más escasas y difíciles de obtener que las provenientes de otros sectores económicos, se produjo un doble fenómeno: por un lado la población escapó del mundo rural en busca de los empleos que el sector industrial y los servicios ofrecían en las ciudades; por otro lado los lazos que mantenían sólida la casa se aflojaron. La institución del heredero único era vital en la estructura de la casa. La expectativa del legado patrimonial mantenía al heredero some­tido al padre hasta que éste moría. Cuando apa­recieron posibilidades reales de lograr fuera del ámbito agropecuario rentas más elevadas que las ofrecidas por la casa, la autoridad patriarcal se quedó sin cimientos en los que apoyarse. El puesto del heredero dejó de ser apetecible. En pocos años los amos de las casas pirenaicas vieron cómo su relación con los hijos pasaba de la imposición autoritaria cíe sus criterios, bajo la amenaza de apartarlos del dominio de la casa, a la súplica para conseguir que no abandonaran los viejos patri­monios familiares conservados siglo tras siglo.




















Los “tiones”, nombre con el que se designan los hermanos solteros del amo de la casa que permanecen en ella trabajando sin salario, pa­saron en poco tiempo de formar una masa laboral, dócil y sufrida, a constituir tina rareza: la mayoría emigró a las ciudades en busca de un salario y de una vida independiente. Otro tanto sucedió con los criados y con los pastores. Cualquier casa pirenaica de mediano hacendado mantenía hasta 1960 dos criados y dos pastores y ofrecía trabajos estacionales a otros vecinos del pueblo con cortos patrimonios. El salario casi nunca incluía el di­nero: se pagaba en especie, algo de cereal, un traje o unos zapatos, la manutención, alguna cabeza de ganado o un par de jornadas de la yunta del amo para labrar las parcelitas del criado. La entrada del dinero barrió en pocos años toda esta estructura laboral. Llegaron al Pirineo algunas fábricas (Sabi­ñánigo) y se construyeron numerosas grandes centrales hidroeléctricas con su cortejo de canales y de presas. Se abrieron carreteras nuevas. La in­dustria y las obras ofrecían salarios fijos pa­gados en dinero por jornadas laborales de ocho o diez horas, vacaciones, seguridad social y todo un mundo nuevo de posibilidades que a los vecinos de las aldeas pirenaicas se les antojó mucho más atractivo que el del cuidado de un rebaño propio o ajeno, eso daba casi igual
que obligaba al pastor a permanecer lejos de la familia a lo largo de diez meses cada año. El auge industrial y turístico de España en los años 60, vinculado a un crecimiento urbano sin parangón en la historia de este país, también atrajo hacia las ciudades a numerosos montañeses que cambiaron el palo de avellano y la zamarra de piel de cabra por el volante de un taxi o el uniforme de portero de una finca urbana en Barcelona o en Zaragoza.




















En una década el Pirineo se despobló, y los que se quedaron atados al viejo oficio trashumante lo hicieron dudando siempre de si su permanencia junto al rebaño había sido acertada o no. Si sobre su actuación albergaban dudas, acerca del futuro no les cabía ninguna: sabían con seguridad que sus sucesores no vivirían como ellos habían vivido. Esa carencia de continuidad, cuando afecta a una forma de vida y a un trabajo, lo marca todo con el signo de la desesperanza. Y de ella se deriva una incapacidad completa para introducir mejoras, para dinamizar la actividad y para innovar las formas de manejo del ganado.

A la vez que la casa   como institución   se hunde, las viejas comunidades de los valles pierden su razón de ser. Nacieron y existieron, sobre todo, para administrar los pastos estivales, un patrimonio escaso cuyo aprovechamiento constituía casi la única riqueza de los valles. El equilibrio entre la oferta de pastos y la demanda se resolvía siempre en el interior de la comunidad, preservando rigurosamente los derechos de los vecinos frente a otros posibles usuarios de los pastos. Los ganados locales saturaban la capa­cidad de los puertos. La ocupación se movía siempre en torno a la cifra que hacía compatible el pastoreo máximo con la conservación del patri­monio.



















Pero a partir de 1960 todo se desequilibra. Se abandonan los pueblos de valles enteros. El censo trashumante se reduce espectacularmente. Sobran pastos. En los pueblos de los valles y en los puertos cambia el origen del valor de la tierra. Lo que antes se valoraba mucho por la renta agrícola o pecuaria que podía producir, ahora vale poco o cifra su nuevo valor en el atractivo paisajístico que posee y que puede servir para atraer visitantes. Los nuevos valores escapan al control de las viejas comu­nidades. Las reservas de caza ocupan los puertos. El Parque Nacional de Ordesa amplía sus límites expandiéndose por los puertos de los valles de Vio y de Puértolas. Las torres metálicas de los arrastres para los esquiadores crecen sobre los pastos de los valles de Canfranc, Tena y Benasque. En las soledades de los puertos donde antes no se alzaban más edificaciones que las pobres majadas, crecen ahora los bloques de apartamentos. Pero el control de toda esta nueva riqueza ya no está en las manos de las comunidades que durante siglos admi­nistraron los puertos. Los viejos y orgullosos ganaderos trashumantes del Pirineo fueron capaces de pactar con sus vecinos acuerdos complejos que plasmaron en documentos observados a lo largo de varios siglos, redactaron estatutos y ordenanzas para organizar el aprovechamiento de sus puertos y defendieron con saña sus derechos pastoriles. En las últimas décadas, sus hijos emigraron y los que quedaron están contentos si pueden trabajar tres meses al año como vigilantes en el Parque Nacional o ayudando a los esquia­dores a subir en el telesilla.



















Todo esto dibuja un panorama de crisis profun­da, de desequilibrio y de incertidumbre, en el que se mezclan los viejos y los nuevos aprovechamien­tos, los antiguos trabajos y los actuales, cl poder obsoleto de las viejas instituciones comunales y la arrogancia financiera de los especuladores.

Éste es el marco, complejo e inquietante, en el que debe inscribirse el análisis de la problemática actual de la trashumancia en los Pirineos.

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"Vereda de los Peregrinos" o "Camino del Francés"


Visto que el Camino de Santiago en la práctica totalidad de su recorrido corresponde a Pasadas o Veredas se ha propuesto su incorporación a la red principal dada su importancia histórica con el nombre de "Vereda de los Pregrinos" o "Camino Francés".
Asímismo sirve para enlazar la Cañada del Ebro con la Cañada del Oja.

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Cañada Real de los romanos

El primer tramo conocido comienza en Hormilla, continua hacia el oeste por los términos de Azofra, San Torcuato, Bañares, Villalobar, Herramélluri, Leiva, Treviana y San Millán de Yécora, y sale a Burgos por Valluercanes.

Enlaza con la vía I (Oja) al sur de Villalobar. Su recorrido corresponde al antiguo camino romano de Zaragoza a Briviesca, posiblemente conecta con la Cañada del Ebro aunque en la actualidad no se ha fijado su recorrido. Su anchura está reducida respecto a la legal en todo su recorrido, en el que sólo atraviesa una pequeña zona forestal correspondiente al carrascal de San Torcuato.

Se prolonga la Calzada de Los Romanos hacia el Sur en Hormilla para enlazarla con el Camino de Santiago

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Cañada Real del Ebro
Comienza en el límite de Alfaro con Navarra, en las proximidades de Castejón, y va paralela al Ebro hasta Fuenmayor donde pierde su continuidad.

A lo largo de su recorrido enlaza con las vías: VIII (Valdejimena), IX (Ordoyo), V (Munilla), IV (Clavijo) II (Santa Coloma).

Su origen es la calzada romana del Ebro, con la que coincide en gran parte de su recorrido.

Esta calzada es, posiblemente, la que más intrusiones tiene, sólo un 3% de su recorrido atraviesa zonas forestales en los tramos colindantes con el Ebro, dándose la circunstancia de que está interrumpida por el canal de Lodosa.

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Cañada Real de Ordoyo
Comienza en la muga de Villarroya, Quel y Grávalos para seguir por los corrales de Ordoyo y la Yasa Agustina hasta el Corral de la Lomba, donde gira hacia el norte para, cruzando el término de Aldeanueva, penetrar en Calahorra por los Agudos hasta llegar al puente de San Adrián.

Al igual que el resto de vías esta cañada tiene muy reducida su superficie cuando atraviesa cultivos agrícolas; sin embargo, el trozo de recorrido que discurre por monte de utilidad pública no tiene más problema que la invasión de la vegetación, por ello recientemente se han realizado labores selvícolas para delimitar su recorrido

miércoles, 29 de diciembre de 2010

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Cañada Real de Valdejimena
Comienza en el pico de Yerga para discurrir hacia el norte entre Autol y Alfaro. En Valdejimena se interna por el término de Alfaro hasta cruzar el pueblo, continuando en dirección norte por el Soto del Hormiguero hasta Navarra.

En esta cañada, además de intrusiones en la zona agrícola, se ha planteado una modificación de trazado en sus inicios para instalar el parque eólico de Yerga

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Cañada Real de la Canejada

Entra en La Rioja en Navajún, en las proximidades de Alcarama, cruza el término de Valdemadera pasando por el casco urbano y la Ermita de San Pelayo para alcanzar el barranco de la Canejada y continuarlo desde su inicio hasta su desembocadura en el Linares, cruza éste en dirección norte hasta donde se juntan los términos de Alfaro, Cervera y Grávalos y continua por la mojonera de este último con Cervera, cruzando el término de Grávalos por el barranco de Valdeladrones y siguiendo por la mojonera de Quel-Autol para finalizar en la yasa Agustina (Cañada de Ordoyo).

Esta Cañada conserva su anchura legal en el 92% de su recorrido.

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Cañada Real Soriana Oriental, ramal de Villaroya y Alfaro

 

Penetra en La Rioja por el hayedo de Poyales prosiguiendo hacia el norte por el pueblo de Poyales y continuando por el Comunero de Enciso-Préjano hasta la mojonera entre Turruncún y Muro de Aguas, por la que prosigue hasta entrar en término de Villarroya donde, cruzando el Carrascal por su parte norte, accede a Ordoyo para subir al pico de Yerga por las mojoneras de Grávalos con Quel y Autol.

En su último tramo enlaza con las Cañadas IX (Ordoyo) y VII (Canejada) y VIII (Valdejimena).

Esta Cañada sólo tiene intrusiones en algunos tramos del final de su recorrido, estando previsto modificar su recorrido, en su últimos 500 metros, como consecuencia de la instalación del Parque Eólico de Yerga.

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Cañada Real Soriana Oriental, ramal de Munilla

Coincide con la anterior en su tramo inicial hasta encontrar el Término de Laguna, a partir de ese punto continua por el límite de la comunidad hasta el término de Munilla, continuando por la divisoria de aguas entre Leza-Jubera y Cidacos, salvo en los términos de Larriba y de Zarzosa que discurre enteramente por el Cidacos, hasta alcanzar la Ermita de Santa Ana.

Desde el río Molina enlaza con la Cañada del Ebro en Pradejón, pasando por los Términos de Ocón y Ausejo.

Esta cañada vuelve a tener los mismos problemas que la anterior en la zona del Valle

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Cañada Real Soriana Oriental, ramal de Clavijo
Su recorrido por La Rioja comienza en el alto de Piqueras, cerca del puerto, discurriendo por la división provincial hasta alcanzar el término de Laguna. En este primer tramo coincide con la Vía V (ramal de Munilla).

Continua por la divisoria Iregua-Leza, hasta el Término de Clavijo donde continua por la mojonera entre éste y Albelda descendiendo hasta la Ermita de Santa Fe de Palazuelos, de ahí se dirige hacia Agoncillo pasando por La Unión y Murillo. En su último tramo discurre por la margen izquierda del río Leza, paralela a este, hasta enlazar con la vía X Cañada del Ebro.

Del mismo modo que ocurre con la Cañada de Santa Coloma, esta Cañada mantiene su recorrido hasta llegar a los cultivos. A partir de la Ermita de Santa Fe su anchura se ha reducido considerablemente.


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Cañada Real Galiana (en algunos textos "Riojana")

Se divide en tres ramales que enlazan Villoslada y las Vías II (Sta. Coloma) IV (Clavijo) y V (Munilla) con las Cañadas Reales Galiana y Soriana Occidental, en el puerto de Santa Inés.

El primer ramal parte de Santa Inés hacia Canto Hincado por el límite entre Montenegro y Viniegra de Arriba, cruzando el Término de Brieva por Collado Mohino, para continuar por la mojonera entre Brieva y Ortigosa hasta Canto Hincado donde enlaza con la de Santa Coloma.

Los otros dos ramales parten de Santa Inés y ascienden hasta la laguna de Pie de Buey donde se dividen los dos ramales. Uno continúa hacia el norte por la Mojonera entre Montenegro y Villoslada para descender a esta localidad por la Holleja y otro prosigue hacia el este pasando por los Hoyos y continuando por el límite provincial hasta Piqueras, donde enlaza con las Cañadas IV y V Real Soriana Oriental, ramales de Clavijo y Munilla. Esta cañada se conserva con su anchura inicial en prácticamente todo su recorrido.

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Cañada Real de Santa Colomba.
Procede, como la anterior, de Burgos donde enlaza con la Cañada Real Segoviana. Comienza en el Collado de Canales en el límite entre Soria y Burgos, para continuar por esta mojonera hasta penetrar por el Collado de Santa Coloma en La Rioja, continuando por el arroyo de la Toba, cruzando el río Najerilla a la altura de Villavelayo y continuando por el camino que discurre por la margen derecha del pantano de Mansilla hasta la presa, donde se dirige a Viniegra de Abajo pasando por la Ermita de Santiago. De Viniegra se dirige a Brieva pasando por Ventrosa y asciende a Peña hincada en la mojonera entre Brieva y Ortigosa, donde enlaza con la Vía Nº VII (Galiana).

Continua por la divisoria de aguas del Najerilla y el Iregua, coincidiendo con los límites de Términos Municipales de pueblos de los dos ríos, hasta el Término Municipal de Entrena que cruza para alcanzar el de Lardero y cruzarlo hasta llegar al de Logroño, donde enlaza en Varea con la Vía nº 10 Cañada delEbro discurre en una 70% por terreno forestal y su estado de conservación es satisfactorio en todo su recorrido salvo en el tramo final.
En el tramo entre Canto Hincado y Viniegra de Abajo coincide con el G.R.

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Cañada de la Oja
Procede de Burgos donde enlaza con la Cañada Real Segoviana. Viene por el Camino de Barbadillo de Herreros a Ezcaray, por la mojonera entre Canales y Barbadillo de los Herreros hasta alcanzar la Cruz de la Demanda.

Desciende en un pequeño tramo paralela a la pista hacia Ezcaray, para abandonar esta y pasando por Loma Sagarraya y el Barranco de Zatelurria descender a la altura del Oja y continuar por su margen izquierda, cruzando Posadas, San Antón, Ezcaray, Ojacastro, Santurde y el Término Municipal de Santo Domingo, siempre paralela al río por su margen izquierda, hasta alcanzar el municipio de Villalobar de Rioja donde enlaza con la Vía Pecuaria denominada Calzada de los Romanos.

Su continuación hacia el norte está perdida. Se considera que esta cañada tiene una superficie actual reducida en un 71% de la originaria.

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Las vías pecuarias en La Rioja

La extensa red de vías pecuarias del territorio español refleja la importancia de este patrimonio social, cultural y ecológico que nos ha dejado la Mesta. El deterioro más acusado corresponde lógicamente a las vías de menor categoría. En las vías pecuarias principales, que constituyen las célebres Cañadas Reales, la situación es más variable.

De las nueve, cuatro  Cañadas Reales parten de las sierras riojanas, lo que da una idea de la importancia que la trashumancia tuvo en la  Comunidad de La Rioja. Aunque La Rioja, y los ganaderos riojanos, aparecen escasamente en la historia de la trashumancia, por pertenecer la comarca camerana hasta 1.833 a la provincia de Soria y en términos mesteños a la "cuadrilla" de Soria. No obstante, existen documentos que constatan la existencia de trashumancia en La Rioja desde sus comienzos, el primero de ellos data del año 923 y se conserva en el Archivo de la Villa de Canales.

Las cuatro cañadas, Segoviana, Galiana y Sorianas, han sido el enlace de las montañas del Sistema Ibérico riojano con las llanuras extremeñas, manchegas y andaluzas. La Segoviana nace en la zona de Urbión - Neila y pasando Segovia llega a Badajoz. La Galiana parte de Villoslada, pasa por Santa Inés y Vinuesa, Jadraque, cerca de Madrid capital y Toledo se une en Ciudad Real con la Soriana Oriental. La Soriana Occidental tiene una trazado diagonal de nordeste a suroeste, atravesando otras cañadas reales en su trayecto de Soria a Extremadura. Por último, la Cañada Real Soriana Oriental tiene varios ramales que entran en La Rioja por Piqueras, Poyales y Alcarama uniéndose en Almazán (Soria) y continuando hacia el sur llega hasta Sevilla.