martes, 12 de noviembre de 2019

El discurrir y el discurso de las vía pecuarias - 5

Institucionalización  de las vías pecuarias - 1 




La primera referencia escrita sobre la existencia de las vías pecuarias se remonta a los siglos VI y VII, en que el Fuero Juzgo incluía en sus disposiciones el tránsito de los ganados por los caminos y sus derechos de pastoreo.
En concordancia con ello se promulgaron preceptos similares en el Fuero Real y en las Siete Partidas. Es Alfonso X “el Sabio”, en 1273, quien confiere al Honrado Concejo de la Mesta la tutela y defensa de las vías pecuarias.
La trashumancia se convierte así en un elemento crucial de gran importancia económica y social, que decaerá paulatinamente hasta la disolución de la Mesta en 1836. Generalmente se atribuye a La Mesta la mayor responsabilidad en el origen y defensa de la red de vías pecuarias. Según señalan Sáenz Ridruejo (1986) al referirse al Honrado Concejo “nada semejante hubo en el mundo bajomedieval..., y una de las muchas consecuencias de tal singular fenómeno fue la gestación de una red de caminos específicos de la que aún se conservan más de 100.000 kms.”. Sin embargo, teniendo en cuenta que la actividad de tan autóctona y poderosa organización de ganaderos se limitó en su origen a los territorios peninsulares de la Corona de Castilla, y en la práctica sólo a una parte de ellos donde el negocio lanero tenía relevancia, es fácil deducir que no debió ser esa la única razón por la que surge y se estructura un entramado de caminos pastoriles que rebasa ampliamente el antiguo espacio económico de Castilla, sino razones más básicas relacionadas con las características mismas del territorio peninsular, la disposición de sus principales cordilleras, la amplia representación del clima mediterráneo con un limitante verano seco que agota la producción en las dehesas y el carácter climático continental de la mitad norte no atlántica, con inviernos largos y rigurosos que impiden el aprovechamiento durante un tiempo superior a cinco meses de la producción de los puertos de montaña.
Este conjunto de causas, acotando las alternativas para otros tipos de explotación, están en el origen de una red de cañadas que hacía posible el uso complementario de los pastos. Precisamente en territorios de la Corona de Aragón ajenos a la influencia de la Mesta, la red de vías pecuarias alcanzó también una considerable representación, incluso más densa que la correspondiente de Castilla.
La ganadería mesteña movilizaba cada primavera y otoño entre dos y cuatro millones de cabezas de ganado, empujados por las condiciones climatológicas. En verano se dirigían desde los llanos a las montañas, a los agostaderos, en busca de hierbas verdes con que alimentar a las reses. Por el contrario, el frío invierno les obligaba a emprender rumbo hacia el sur, a los invernaderos de Andalucía, Extremadura y sur de Castilla.