Fotos: Ganaderia Sorrosal Mediana de Aragon (Zaragoza) (Santiago Bayón Vera)
Entretanto,
el folklore primitivo de las culturas montaraces se puebla de monstruos y
liturgias paganas, sobre todo cuando tanto reformados luteranos y calvinistas
como católicos tridentinos desaten la caza de brujas y se lancen a la cruzada
de cristianizar los márgenes. A despecho de la devoción religiosa que siempre
tuvieron los mesteños. La respuesta es un aferrarse a las libertades
montañesas, con cuya barrera tropiezan el orden político y social de las
tierras llanas, hasta convertir a aquéllas en un mito literario, por donde
transitarán los arquetipos del buen bandido, el anacoreta, el perseguido por la
ley, el milenarista y, ya en nuestros días, el guerrillero y el ecologista. La
huida de la civilización se dirige a los desiertos, las islas y los bosques
incontaminados. Como sentenciaba el viajero ilustrado: “Los lugares más
escarpados han sido siempre el asilo de la libertad”.
Por
otra parte, fruto de las construcciones mentales, el mundo de la ganadería presenta
referentes sociales, religiosos y literarios. El pastor como grupo
socioprofesional, diferenciado del propietario ganadero y de los oficios
complementarios a la trashumancia, es portador de una cultura privativa en la
que plasma su vida empírica y naturalista que va del conocimiento astronómico al geográfico, del relato oral a
las artes decorativas, y donde tienen cabida los elementos simbólicos y los
prodigios maravillosos.