La ganadería en la península Ibérica tenía una incontestable
originalidad, especialmente en la Edad Media. Dentro del contexto europeo,
salvo algunas excepciones, la agricultura era tan precaria que requería una estrecha
asociación entre cultivos y ganadería. Esta última proporcionaba abono y fuerza
de tiro pero necesitaba tierras que recorrer y forraje. Una rotación cada ciertos
años en el cultivo de cereales, esencialmente para alimentar a los hombres, y
el barbecho para pasto de los animales, se había puesto cuidadosamente en
marcha según las aptitudes de cada región. Además, era necesario cuidar y
proteger los bosques, a menudo muy escasos, con el fin de ofrecer al ganado un
complemento al pasto. Es decir, la ganadería que se llevaba a cabo era
esencialmente no trashumante, salvo en las regiones de montaña. No obstante, al
final de la Edad Media, después de la sangría demográfica del siglo XIV y de
principios del XV y solamente en algunas condiciones, quizá pudo producirse una
cierta disociación entre cultivos y ganadería, en el paisaje y en la economía,
y una especialización en la actividad pastoril, principalmente ovina o bovina,
con fines especulativos.
Por el contrario, la ganadería peninsular ha podido, en
ciertas circunstancias, llegar a ser especulativa, distinguirse totalmente de
los cultivos, presentar una aparcería variada, grande y pequeña, sin que la especulación
ovina, rasgo típica mente mediterráneo, parezca abrumadora. La naturaleza del
ganado, el tipo de ganadería están estrechamente ligados a las aptitudes
geográficas. La maciza Península, con clima continental en el centro, tiene
influencias mediterráneas al este, y condiciones climáticas atlánticas al oeste
y noroeste. Se presenta por tanto como una marquetería de terrenos con
aptitudes variadas, que permiten la práctica de dos tipos de ganadería
diferentes y yuxtapuestos: el estante o local, algo diferente a la cría
tradicional europea por su asociación con los cultivos, para responder a las
necesidades locales, pero que puede igualmente ser objeto de una especialización
tanto con el ganado mayor como con el menor, y el trashumante, muy original y
típico de algunas regiones mediterráneas, completamente disociado de los
cultivos, tratándose esencialmente de los ovinos.
Por último, el ganado podía
realizar un simple desplazamiento hacia una localidad limítrofe, asociada por
un acuerdo de comunidad de pasto, llamado el estante o riberiego, o una corta
trashumancia, lo que le daba el nombre de transterminante. Sin embargo, la mayoría
de los desplazamientos eran largos, incluso hasta de muy largo alcance, según
si se trataba de una simple subida hacia los pastos de verano, los pastos de la
montaña, llamada trashumancia «normal», o de un descenso hacia las llanuras, al
clima dulce del sur en invierno, de aquí su nombre de trashumancia «inversa». Esta
yuxtaposición, muy característica y hecha posible por los contrastes orográficos,
ofrecía muchas variedades locales, unidas a aptitudes particulares, como a la
latitud y a la altitud.
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