jueves, 15 de septiembre de 2011

Trashumancia Valle de Alcudia - Campo de Calatrava - 1

El Valle de Alcudia, situado en el suroeste de la provincia de Ciudad Real, ha sido durante siglos una de las mayores dehesas de invernadero para la trashumancia en España. La amplísima superficie de pastos de esta comarca ha configurado un tipo de sociedad estrictamente agropecuaria, en la que el aprovechamiento ganadero constituye la base de su actividad socioeconómica.
La organización del territorio, que se remonta a los siglos XII y XIII, en que la Corona confió a las órdenes militares la repoblación de esta comarca, ha permanecido casi intacta hasta el siglo XIX.
La Orden de Calatrava, fundada en 1158, recibió en 1189 el privilegio de la asignación del Valle de Alcudia y el Campo de Calatrava para su repoblación. A lo largo de los siglos XIII y XIV la Orden iría repoblando paulatinamente la comarca a partir de los primeros 20.000 pobladores, procedentes de Navarra y Castilla, traídos por el Abad de Fitero. A los nuevos pobladores se les asignaron tierras para labor y para la cría de su ganado, otorgándose a los concejos dehesas para aprovechamiento comunal y para el sostenimiento de las cargas municipales. La Orden, por otra parte, se reservó la propiedad de una gran parte de las tierras de la región, incluida la totalidad del Valle de Alcudia, cuyas rentas servirían para el mantenimiento de sus encomiendas, maestrazgo, sacristanía, obrería, etcétera, beneficiándose asimismo de la recaudación de diversos impuestos sobre las tierras pertenecientes a los concejos y a particulares. La continua ampliación de los territorios y privilegios recibidos por la Orden debido a su aportación a la Reconquista determinó que en 1280 se reglamentase su división. De este modo, la mitad de las tierras se otorgaron al Maestre, de donde surgiría la Mesa Maestral, y el resto se dividió en partes que se asignarían, cada una, a distintos caballeros y que darían origen a las Encomiendas. Éstas, regidas cada una por su comendador, nombrado por el Maestre, se convirtieron en «meras recompensas para cortesanos, aristócratas y militares distinguidos».

La escasez y poca calidad de las tierras asignadas a los pobladores y a los concejos motivaron que los vecinos de la comarca arrendasen o adquiriesen tierras de la Orden ya en el siglo XIV. En el transcurso del siglo XVI, y como consecuencia del incremento demográfico que se produjo, se avivó el antiguo conflicto entre agricultores y ganaderos, así como las diferencias entre los ganaderos trashumantes y los locales. Durante la primera mitad de este siglo se roturaron y labraron arbitrariamente muchas tierras, tanto públicas corno de la Corona, siendo estas roturaciones particularmente importantes entre 1593 y 1602. El motivo de las mismas era la escasez de tierras de labor, que contrastaba con la abundancia de terrenos y pastos baldíos. Esta situación indujo a la Corona a legalizar dichos rompimientos mediante la venta y adjudicación de estas tierras a los concejos y a particulares.
La necesidad de tierra parece disminuir a mediados del siglo XVIII, probablemente por la regresión demográfico respecto a los dos siglos anteriores. No obstante, pocos años después se produce una nueva etapa de roturaciones que tiene su origen en el paulatino aumento de la presión demográfica y en las nuevas condiciones que se crean, que favorecieron la expansión de la agricultura.

El desarrollo agrícola de la comarca durante el siglo XVI podría resumiese en el cultivo casi exclusivo de cereal de secano, principalmente trigo y cebada. Los viñedos eran muy escasos y las legumbres rara vez se cultivaban, no existiendo aún el olivar. Los cultivos de regadío no adquirieron importancia hasta el siglo XVIII, estando dedicados principalmente al cereal, aunque existían algunas pequeñas plantaciones de frutales, de las que merece destacar el naranjo en Mestanza. Durante el siglo XVIII y el primer cuarto del síglo XIX se produce un avance en el desarrollo agrícola de la región que se traduce en la introducción y posterior avance del olivar, la expansión del viñedo y las leguminosas y la introducción del cultivo de la patata.
No se dispone de ninguna documentación sobre la distribución del suelo en la comarca anterior al Catastro del Marqués de la Ensenada (1752), en el que, por otra parte, no figura el Valle de Alcudia, a excepción de Mestanza, por ser en aquella época propiedad de la Corona. No obstante, los datos que se poseen sobre el Campo de Calatrava y la villa de Mestanza muestran que tan sólo un 15% de la superficie estaba cultivada, correspondiendo el 85% restante a pastos, montes y eriales. Este desequilibrio sería aún más acentuado si se pudiesen incluir los datos de Alcudia.

La distribución de los aprovechamiento en los terrenos cultivados es claramente favorable para los cereales de secano, a los que correspondía un 86,2% de la superficie cultivada frente al 1,4% que ocupaban las tierras de regadío, correspondiendo el 12,2% restante a plantaciones de viñedo y olivar. La información disponible sobre la superficie no cultivada es algo imprecisa, adjudicándose un 53,7% del total de la región al monte alto y bajo y un 21,3 % a las tierras de pasto, aunque dichos porcentajes encubren las enormes diferencias que existían entre los distintos términos. No obstante, y a pesar de la escasez y parcialidad de los datos, se puede afirmar que el porcentaje de superficie cultivada era muy superior en los términos enclavados en terrenos miocénicos, alcanzando un mínimo en los municipios asentados sobre terrenos silúricos, como el Valle de Alcudia. Como ejemplo podría citarse la villa de Mestanza, en la que sólo un 4,5% de su superficie estaba cultivada, sin existir, por otra parte, posibilidades de expansión en el terreno agrícola, ya que prácticamente toda la tierra apta para el cultivo estaba entonces dedicada a este fin.
El régimen de aprovechamiento en los terrenos cultivados también difería notablemente de unos municipios a otros, aunque los cereales predominaban en todos ellos. La asociación viñedo-olivar, que alcanzó gran importancia en el borde nordoriental de la región, estaba, sin embargo, ausente en el Valle de Alcudia.
Fotos. Santiago Bayon Vera 

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