jueves, 21 de julio de 2011

Trashumancia en el Mediterraneo - 5


El comercio lanero
En la Edad Media, el comercio lanero del sur del Reino de Aragón dirigía su tráfico por el mar Mediterráneo, bien hacia Barcelona y Mallorca, o bien hacia Italia; desde los puertos de Terrosa, Peñíscola, Vinaròs, Castellón, Sagunto, Valencia, Gandía, Alicante o Cartagena, etc., las expediciones se embarcaban hacia los puertos italianos de Génova, Pisa, Talamonte, Venecia, etc., con destino a los centros fabriles de Toscana, Lombardía, o para su redistribución hacia Europa central.
En los siglos XII y XIII, mercaderes barceloneses y del Languedoc operaban en las tierras del sur de Cataluña y de Valencia, principalmente desde Tortosa, donde hasta el siglo XIV poseyeron franquicia de lezda y peaje. En el siglo XIV ya había florecido entre los propios repobladores de Valencia y el Maestrazgo un sector de comerciantes y de drapers. En este sentido, familias como los Valls de la Salzadella, los Santalinea de Morella, los Spígol de Catí, o los Comí de Sant Mateu, constituían ya en el siglo XIV una oligarquía local que, amparada en el ejercicio de diversos cargos públicos, ejerce el control de la comunidad rural y de su actividad ganadera, comercial y manufacturera. A comienzos del siglo XIV los gravámenes que pesaban sobre la lana inglesa obligan a los tejedores italianos a buscar la materia prima en otras regiones, y durante este siglo los mercaderes italianos empiezan a controlar comercialmente este territorio, que adquiere una destacada importancia en el siglo XV, cuando las lanas del Maestrazgo y de Levante en general dominaron los mercados de Toscana y Lombardía. La importancia del mercado italiano se mantendrá durante toda la Edad Media y parte de la Edad Moderna, justamente hasta el siglo XVII, cuando sus centros textiles entran en crisis.


En los inicios del siglo XIV, el proteccionismo real sobre la lana (disposiciones de Jaime II en 1326-1332 y de Pedro el Ceremonioso en 1342) limitó la actuación de los mercaderes toscanos y lombardos por su superioridad económica y técnica, respondiendo así a los intereses de los drapers- mercaderes valencianos, probablemente de la misma capital. Situación que se mantuvo hasta 1402, en el reinado de Martín el Humano, cuando éste anuló un decreto anterior de expulsión de los mercaderes italianos, quienes, tras lo cual, y apoyándose en las nuevas técnicas comerciales (creación de compañías, presencia de fattori que operan directamente en los mercados de origen ... ), alcanzan un destacado control en el mercado de la lana hasta mediados del siglo XV.
Sirva de ejemplo una compañía, la de los Datini de la localidad de Prato, que estableció agencias con almacenes en las principales villas del Maestrazgo (Sant Mateu, 1393, Morella, 1396 y Salzadella, 1399), creando una red que controlaba la producción incluso antes del esquileo.
La entrada de esta zona en el mercado internacional supuso la consolidación y el enriquecimiento de la oligarquía comarcal, que concentró el mayor número de rebaños y de negocios, entre los que destacaba la compra y las transacciones de lana con los mercaderes italianos.


Esta situación determinó su influencia en el ordenamiento jurídico local en favor de la ganadería, y en la distribución de la cabaña ganadera comarcal, pero, a pesar del importante auge económico, éste no se extendió al resto de capas sociales, y cuando el mercado de la lana entró en crisis, una parte importante de estos mercaderes se trasladó a las ciudades de Valencia y Barcelona, y la zona del Maestrazgo se mantuvo anclada dentro de una economía rural de subsistencia.
Los mercados importantes se instalan en Teruel, Sarrión, Tortosa, Morella, Sant Mateu, Valencia, etc., concentrando casi todo el volumen del comercio; así entre, 1397 y 1398, Sant Mateu giró la cantidad de 210 toneladas de lana, y solo en el año 1436 se exportaron desde Tortosa a Italia otras 450.


En la ciudad de Valencia se advierte en el siglo XV una estrecha relación entre el negocio de la carne y el de la lana, e incluso se firmaron contratos entre carniceros y pelaires para la explotación conjunta de los rebaños; mercaderes como Joan Bou se convirtieron cada vez más en protagonistas de las compras de ganado, ejerciendo a la vez de carniceros, comerciantes de lana e intermediarios para la reventa.
En el extremo sur, en el contexto del comercio lanero medieval, Cartagena representaba para Castilla la única posibilidad de competir con los puertos valencianos y catalanes en la exportación de lanas hacia el mercado mediterráneo. Alfonso XI había dispuesto en 1349 que la mitad de la lana de los ganados que invernasen en el Reino de Murcia la llevasen a la aduana de Murcia o de Lorca (de esta y otras referencias indirectas, por la mención de lana delgada o fina se puede deducir ya la presencia de lanas merinas en Murcia).


En el proteccionismo o la liberalización del comercio radicaba la importancia de los rebaños; de este modo, la cabaña murciana experimentó una drástica caída en el siglo XV a causa de una ordenanza que autorizaba la entrada de patios extranjeros, tras lo cual los regidores expusieron que por ese motivo muchos vecinos habían emigrado, y los que tenían ganado lo vendieron, de manera que de cincuenta mil ovejas no quedaron ocho o diez mil; la súplica fue atendida por los Reyes Católicos, restringiendo la entrada de paños extraños.
Fotos: Santiago Bayon Vera

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