domingo, 17 de julio de 2011

Trashumancia en el Mediterraneo - 3


La actividad trashumante en el territorio: una polarización incipiente
El desarrollo de la ganadería en la fachada mediterránea del Levante peninsular muestra ya desde la Edad Media una notable polarización en torno al mayor desarrollo que esta actividad alcanza en los dos extremos, Norte y Sur.
La mayor especialización pecuaria de estas dos áreas, norteña (comarcas del Ebro y el Maestrazgo) y sureña (vegas de Orihuela y Murcia), debe buscarse no sólo en la aptitud del terreno, sino también en la posición fronteriza que ocupan en distintos Períodos (la septentrional, en los siglos XII-XIII, y la meridional, en los siglos XIII-XV), y en la ubicación periférica que comparten ambas.
No obstante, la ganadería trashumante también alcanzó cierto relieve en otras comarcas conectadas directamente con los agostaderos; esto es así en el valle del Palancia, comunicado con la sierra de Gúdar, y en la comarca de los Serranos, en conexión con las serranías de Albarracín y Cuenca.
A lo largo de los siguientes cuatro apartados, encontramos una descripción pormenorizada por comarcas:


a) Comarcas del Ebro y Maestrazgo
En el siglo XII, cuando la frontera se hallaba en el Senia, la trashumancia interfronteriza ya era practicada entre las tierras musulmanas y cristianas, y así consta que los sarracenos levantinos llevaban en verano sus ganados a Teruel; del mismo modo, el gobernador moro de Valencia ofrecía protección al Monasterio de Poblet para que sus ganados pudieran transitar por su territorio sin ser molestados. La conquista de las tierras musulmanas iba a permitir a los cristianos un acceso más fácil a los pastos meridionales o levantinos; así, por medio de su participación en la conquista, algunos feudatarios obtenían ciertos derechos de pastos en estos territorios meridionales; sirva de ejemplo la donación que hace Jaime I al Monasterio de Poblet de los derechos de pastos en los montes de Benifazá y en los términos de Cervera, Peñíscola, Xivert y Pulpis, o los privilegios que reciben las cabañas de Teruel en el territorio levantino.
Hay que hacer notar que el asentamiento de las órdenes militares, originalmente de carácter estratégico, adquirió luego un acentuado interés rentístico en el marco de la trashumancia en el Mediterráneo; las citadas órdenes establecieron algunos de sus dominios en reciprocidad en el área de agostada y en la de invernada. Esta complementariedad es la que establece la orden del Temple entre la Encomienda de Xivert, en el invernadero, y las de Cantavieja y Castellote, en el agostadero, o bien la orden del Hospital entre la Encomienda de Aliaga y las de Amposta y Ulldecona, respectivamente. Las órdenes, no obstante, aquí no alcanzaron el protagonismo en el ejercicio de la ganadería, que conseguirían en otras regiones, aunque sí participaron de esta actividad y sobre todo regularon su ordenamiento por la rentabilidad que esta actividad les reportaba (los ingresos de la orden de Montesa por la concesión de la dehesa en la baylía de Cervera suponían el 28% de la renta maestral, y el herbaje significaba el 46% de los beneficios de los arrendamientos).
La reconquista de las tierras del Maestrazgo supuso la incorporación de un territorio apetecible desde el punto de vista pecuario, en especial para las cabañas de la extemadura aragonesa, mientras que el desarrollo de la actividad ganadera entre la población asentada en las comarcas litorales fue posterior. Esta dicotomía, impuesta por los condicionantes naturales de una y otra zona, se aprecia en la mayoría de los textos de las cartas de población del territorio costero, que posee un marcado carácter agrícola, aunque no por ello iba a quedar relegada la ganadería a un lugar secundario, sino que, por el contrario, seria un pilar básico de la economía medieval. La pujanza local de la ganadería, presenta las primeras manifestaciones en el área de Morella, una villa de realengo donde la posibilidad de acumular patrimonio por parte de sus pobladores libres provocó, unas décadas después de la conquista, la necesidad de la delimitación de su dehesa en los valles de Vallivana y Salvassoria (1242), la organización del Lligallo (1271) y la concesión de Jaime I a Morella y sus aldeas de la exención del impuesto de herbaje en todo el reino de Valencia y en Teruel (1273); esto es, en definitiva, un desarrollo ganadero tendente a favorecer los movimientos trashumantes o trasterminantes de una cabaña en aumento, tendencia que se consolidó en el siglo XIV en el resto de territorios del norte de Castellón comprendidos en el actual invernadero mediterráneo. Al igual que Morella, Benifassà y Peñíscola también gozaban de las exenciones del herbaje, carnaje, peaje, etc., por privilegio real.

La trashumancia pone en estrecha relación estas comarcas con los pastizales y ganados de las bailías y encomiendas mencionadas y de las aldeas más próximas de las sierras de Teruel en el alto Maestrazgo turolense y en el sector norte de la sierra de Gúdar, como se demuestra por los acuerdos de reciprocidad de pastos establecidos a finales del siglo XIII. Además de los desplazamientos W-E, practicados entre las localidades del agostadero turolense y las del invernadero levantino, y de otros movimientos N-S, como los que se dan entre esta zona de invernada y la del Monasterio de Poblet, hay que señalar, por extraordinarios, los movimientos trashumantes que se efectúan entre los pastizales veraniegos transpirenaicos del Alto Ariege y los pastos invernales de la región baja del Ebro (Flix, Tortosa, Ulldecona ... ) y norte de Castellón (Morella, Peñíscola y Sant Mateu) a finales del siglo XIII y comienzos del XIV. Entre los otros movimientos pecuarios documentados, muchos tienen aquí el carácter trasterminante de los recorridos cortos entre términos próximos (de Benifissà y Morella hacia Peñíscola o les Coves; de Càlig a Peñiscola; de Ulldecona a Benifassà, etc.).


b) Valles del Palancia y del Mijares
Las noticias sobre la ganadería estante en este período son más abundantes que las que se refieren a la trashumancia, y en ellas aparece mencionada a menudo la población musulmana, que seguía manteniendo sus derechos de pasto como en tiempos del dominio islámico; tal acontece en la Vall d'Uixó, Onda, la sierra de Espadán, etc.
El ejercicio de la actividad pecuaria por parte de los pobladores cristianos de esta zona es muy temprana, como se muestra en antiguos privilegios; así, por ejemplo, en el año 1246 el rey concedió a Onda su bovalar, incluso con anterioridad a la Carta de Población del lugar. Pero la ganadería extensiva precisaba de grandes superficies pastables; de ahí que por virtud de un privilegio dado a Segorbe por Jaime I en 1256 el primero que recibió esta ciudad sus habitantes podían apacentar los rebaños no sólo en el término de dicho lugar, sino también en los términos próximos. También Jaime I otorgó al concejo de Castelló derechos de "emprius" en los términos vecinos de Borriol, Almassora y Montornés, donde podían pastar sus rebaños.
Aparte de esta actividad estante o trasterminante, no hemos hallado para este período otras referencias que a buen seguro aparecerán después de nuevas investigaciones sobre la actividad trashumante en esta área castellonense; posiblemente porque no revistiese en estos siglos la importancia que iba a adquirir más tarde.

c) Llanura central valenciana
El desarrollo de la ganadería, de la estante en particular, se apoyó aquí en la definición de ampríos, dehesas y bobalares y, en general, se limita en las ordenanzas de sus Establiments locales. También en esta zona se constata el papel de los musulmanes en el ejercicio del pastoreo en localidades como Cheste, Xeraco, Xeresa, etc.
Por su parte, la actividad trashumante evolucionó de forma desigual por la diversidad del terreno de este amplio espacio, tomando una mayor intensidad en las poblaciones situadas al Norte y Oeste, más próximas a los agostaderos y con un relieve más apto para pastos, que en el Este y el Sur, con predominio de la huerta; así parece deducirse del cobro del herbaje en Chelva, Tuéjar, Lliria, etc. Al sur de estas comarcas, si tomamos el ejemplo de Montesa y Vallada, una zona de señorío y de relieve algo más irregular, se cobra el herbaje a los rebaños de Aragón; sin embargo, en Xátiva, villa de realengo y con un término algo más llano, la carta de población posee un carácter marcadamente comercial e industrial, y no especifica las cargas sobre animales o pasturajes, fuera del derecho de carnicería.
El ejercicio de la trashumancia queda más o menos regulado por distintos privilegios locales; Jaime I, en 1247, exime a los rebaños de la Universidad de Teruel del pago a su paso por el señorío de Alzira; por contra, Pedro III ordenaba al baile y justicia de Lliria en 1276 que exija el derecho de herbaje a los propietarios de ganados, entre ellos a los trashumantes que debían pagar al rey los derechos de asadura y borra. Se entrevé una gran diversidad en la localización de los agostaderos para la cabaña que viene a Valencia: las sierras de Gúdar, Javalambre y el territorio de la serranías Albarracín (se conocen, entre otros, los movimientos entre las aldeas de Teruel y Valencia, o la noticia de unos bueyes aprehendidos a unos vecinos de Lliria en Albarracín en el año 1277).


d) El Marquesat, Corredor del Vinalopó y Vega del Segura
En este sector debemos diferenciar el territorio septentrional, incluido en el dominio de la Corona catalano-aragonesa, del sector meridional, que se integra en la órbita castellana. El reino de Murcia es, a mediados del siglo XIII y principios del XIV, un territorio de baja densidad demográfica, y con escasa base agrícola, en el que predomina la actividad silvo-pastoril. En este contexto de despoblación, con una débil apropiación privada del suelo, se ve favorecido el uso colectivo en la organización y en la explotación del espacio rural, superando incluso el ámbito de la comunidad local. Por ello, más allá del privilegio de comunidad de pastos confirmado por Alfonso X, surgen acuerdos de compascuidad en toda la extensión del reino, bien se trate de convenios entre Comunidades (Yeste-Lorca, Mula-Alguazas, Cartagena-Lorca, Lorca-Totana ... ), o de concordias que, a su vez, conllevan confrontaciones por los límites (Murcia-Cartagena ... ). Este es el marco de una economía pecuaria extensiva, cuyos beneficiarios, los oligarcas locales, tratan de mantener su privilegiada posición a través del poder de los concejos que controlan.


En el siglo XIII ya consta la trashumancia de rebaños castellano-manchegos de Cuenca (Huete, Jávega y Alarcón) y Albacete (Alcaraz) a tierras de Murcia. Tal debía ser su importancia que ya en el año 1267 Alfonso X dicta una disposición en la que se favorece decididamente dicha trashumancia mediante el establecimiento de franquicia; por contra, se dificulta la trashumancia aragonesa, al elevar al ocho y medio el diezmo de almojarifazgo para sus rebaños. Recíprocamente, en Orihuela, zona de dominio de la Corona aragonesa, quedaba establecido en el siglo XIII que los rebaños del Reino de Valencia pagasen 6 cabezas por millar en concepto de montazgo, mientras que la misma tasa era el doble, 12 cabezas, para los castellanos.
Por su parte, en tierras alicantinas, es conocida la mayor cabida ganadera de las comarcas meridionales (saladares, marjales y vertientes montañosas de Elche y Orihuela), frente a las tierras septentrionales (margen derecha del río Vinalopó), de mayor densidad de población y sometidas a usos más intensivos del suelo. Es escasa la documentación al respecto (privilegio de Jaime a favor de los cabañeros de Elche en 1258; ejercicio de la actividad ganadera por parte de los mudéjares en 1268, relativa al cobro del "zaq de lbestiar", en Pego, Benarner, etc., y por ahora alguna poca documentación más); aunque, en cualquier caso, las informaciones sobre la ganadería estante son más abundantes que las que se refieren a la trashumante.
Fotos: Santiago Bayon Vera 

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