sábado, 16 de julio de 2011

Trashumancia en el Mediterraneo - 1


Mediterráneo

 Fotos. Santiago Bayon Vera 

Hablar de la trashumancia y salirse de los caminos de la Mesta castellana supone, sin lugar a dudas, entrar en terrenos pantanosos. La referencia mesteña se ha fijado en la cultura española como tópico explicativo de la historia pecuaria peninsular, hasta el extremo de extenderse incluso hacia aquellas áreas en las que esta institución no estuvo presente. En los territorios de la antigua Corona de Aragón la trashumancia se desarrolló independientemente de la organización centralizada que representó la Real Mesta, y si bien es cierto que su importancia o, mejor, el conocimiento de su historia, ha quedado ensombrecida por el carácter local de las estructuras de organización pecuarias, no por ello esta actividad adquirió menor desarrollo.
El carácter local de esta organización supone una dificultad a la hora de abordar el estudio de la evolución histórica de la actividad trashumante en este contexto geográfico. A excepción de algunos estudios, ya sean referidos a la época medieval o bien se ocupen de la época moderna, la mayoría de las referencias bibliográficas son obras locales dispersas y fragmentarias, y no aportan una visión global de la ganadería, ni de su contexto histórico, ni de su organización territorial.
Aunque, como señalamos a continuación, el tránsito trashumante es anterior a la conquista cristiana - hay abundantes indicios de ello- situaremos el punto de partida de nuestra exposición en el siglo XII, época en la que se sientan las bases organizativas y se constituye el entramado de relaciones que sustentó esta actividad durante siglo.

LOS SIGLOS XII-XIII: LA CONQUISTA Y LAS BASES DE LA TRASHUMANCIA
La organización territorial
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El dominio de los reinos musulmanes de Valencia y de Murcia fue muy prolongado (siglos VIII - XIII), a pesar de los sucesivos cambios y convulsiones internas (dominio califal, reinos taifas, invasiones almohade y almorávide, etc.), y cuando a mediados del siglo XII, al ocupar Ramón Berenguer IV Tortosa, la frontera norte quedó establecida en el río de la Senia, al sur del Ebro, el territorio musulmán se organizó en torno a las demarcaciones de Valencia, Xátiva, Denia y Murcia y de otras circunscripciones menores.
La explotación agrícola del territorio que se extendía del norte de Castellón a Murcia, y en particular la de la zona regable de Morvedre, Valencia, Alzira, Elx, Orihuela, Murcia, etc., era ya notable en época árabe. La ganadería también se desarrolló, ya que el pastoreo tenía una larga tradición entre árabes y bereberes; ovejas y cabras eran la fuente básica de carne para los musulmanes, y la lana era apreciada para la elaboración de tejidos; por otra parte, las montañas y las tierras de secano alejadas de las huertas eran las áreas más apropiadas para el pastoreo (en el norte, en Alcalá de Xivert, cada propietario mudéjar poseía de 11 a 100 cabezas). El impuesto conocido como «zadaka» se aplicaba de forma progresiva a todos los ganados (por este concepto, los propietarios de ovejas y cabras pagaban una res si contaban con más de 40 cabezas, dos si eran más de 120, tres si eran más de 200, etc.).


Tras la conquista de Tortosa (1148) y Teruel (1170), Alfonso II estableció en la frontera de los territorios cristianos, por el norte en el río de la Senia y por poniente en las altas tierras de Teruel, un verdadero, «cinturón de seguridad» conformado por los feudos de las órdenes militares (Hospitalarios, Calatrava, Temple ... ) u otros señoríos. La zona fronteriza árabe era un amplio espacio controlado por una serie de castillos alrededor de los cuales se instalaban poblaciones campesinas, pero el deterioro de la situación del reino musulmán de Valencia a lo largo de los siglos XII-XIII (desintegración del poder almoravide, dominio almohade, sublevaciones internas, incursiones cristianas, pactos de vasallaje... ) propició que en los primeros años del reinado de Jaime I se ocupasen las plazas de Ares y Morella (1231); seguidas de Burriana y los castillos de Cesera, Xivert, Peníscola y les Coves (1233), y que capitulasen las de Vall d'Uxo, Nules, Moncofar, Silla y Valencia (1238).
Después de la conquista comenzó rápidamente la organización jurídica y la actividad repobladora de los mismos territorios con objeto de fortalecer el poder feudal y favorecer el poblamiento. La Corona compensó a los colaboradores en la cruzada (órdenes militares, señores feudales o eclesiásticos), a la vez que buscó la continuidad de la población musulmana a través de los pactos establecidos en las capitulaciones, y, en las zonas en las que hubo despoblamiento, el rey o los señores feudales favorecieron la llegada de cristianos de Teruel y el Bajo Aragón o de Lérida y el Bajo Ebro, fomentando la ocupación y explotación económica mediante las fórmulas del «repartiment», y las cartas puebla; se aplicaron en la repoblación, entre otros fueros, las Costumbres de Zaragoza y Daroca, Tortosa, Barcelona, y, sobre todo, los Furs de Valencia.
Al sur del río Vinalopó, la peculiar situación geopolítica de la región a caballo de dos reinos musulmanes antagónicos y rivales (el de Zayan en Valencia y el Ibn Hun en Murcia) condicionó la conquista de estos territorios por parte de las coronas aragonesa y castellana, que a su vez rivalizaban entre sí por la ocupación del SE peninsular. Después de la conquista aragonesa de Valencia (1238) y de la incorporación posterior de otras ciudades al sur del río Júcar (Xátiva, 1244; Biar, 1245, etc ), los valles del Vinalopó, el Campo de Alicante y el Bajo Segura permanecieron formando parte del reino árabe de Murcia, situándose temporalmente en la órbita castellana por el acuerdo de homenaje vasallático firmado en el pacto de Alcaraz, y la ocupación posterior por parte de Alfonso X durante la segunda mitad del siglo XIII.


Alfonso X hubo de tomar por las armas la mayoría de ciudades del reino hudita de Murcia que, aun estando bajo protectorado castellano en virtud del pacto de Alcaraz (1243), rechazaban su obediencia, a excepción de Murcia y Crevillente; Jaime I lo ayudó a sofocar la revuelta mudéjar de mediados de siglo. Posteriores tensiones entre las dos coronas llevaron a Jaime II a no respetar el tratado de Almizra (1244), llegando a tomar en 1296 el dominio de las ciudades de Murcia y Cartagena; por los acuerdos de Elx (1305) quedaría fijada definitivamente la frontera meridional del reino de Valencia, incorporando las tierras alicantinas desde Xixona a Orihuela, y devolviendo Murcia a Castilla.
Jaime II, con posterioridad a 1308, otorgó a las principales villas alicantinas (Orihuela, Alicante, ese.) su carta magna local dentro del marco de los Fueros valencianos, aunque conservando los usos y costumbres locales. A este respecto sirve de ejemplo el Fuero de Benidorm (1325), por el que se otorgan a los pobladores distintos privilegios para el ejercicio de la actividad pecuaria: «Et asi mesmo tengan las yerbas y pasturas, prados y dehesas para los animales y ganados vuestros franca y libremente por los términos de dicho lugar de Benidorm y también por todos los otros lugares nuestros (de Bernat de Sarría) franca y libremente.
Otrosi que los animales y ganados vuestros tengan derechos de términos francos y libres sin herbages ni beurage, el cual derecho de herbage no beurage no seays tenidos de dar ni pagar a nos ni a los nuestros, y tengais los abeuradores según se contienen en el fuero de Valencia y aquéllos que fueren necesarios. »
En algunas zonas, como en Xivert, Borriol, la sierra de Espadán, la Canal de Navarrés, las sierras de Mariola y Aitana, o en las tierras de Orihuela y Murcia, donde los musulmanes se rindieron por capitulación, se respetó la permanencia de la población en sus localidades y el mantenimiento de sus costumbres, y en particular de los privilegios relacionados con la ganadería. Esta tésis que no es compartida por todos, puesto que la conquista significó una verdadera ruptura con el período anterior y conllevó el sometimiento de los vencidos. De las cartas de Población de l'Aldea, Xivert, Eslida, Uixó, etc., se infiere que los musulmanes conservaron sus ganados y el aprovechamiento de los pastos. En las cartas de rendición y de poblamiento de los mudéjares de Valencia se integran todas la imposiciones pastorales en una sola categoría general (el tradicional «atzake», o «zadaka,», que era el tributo que gravaba a las cabezas de ganado en Tortosa, l'Aldea, Xivert, Eslida, Uixó, Xeraco, Benamer, u otras comunidades mudéjares.

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