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Foto :Requejo (Zamora) (Santiago Bayon Vera)
La gran red de las vías pecuarias españolas constituye un extenso, rico y diverso entramado que serpentea de Norte a Sur por el territorio de la Península. Los pastores, conduciendo sus rebaños, en primavera se desplazaban por cañadas, cordeles, cabañeras y veredas, hacia los pastos de verano o agostaderos, en las sierras norteñas, regresando en otoño hacia el Sur, en busca de invernaderos.
La gran red de las vías pecuarias españolas constituye un extenso, rico y diverso entramado que serpentea de Norte a Sur por el territorio de la Península. Los pastores, conduciendo sus rebaños, en primavera se desplazaban por cañadas, cordeles, cabañeras y veredas, hacia los pastos de verano o agostaderos, en las sierras norteñas, regresando en otoño hacia el Sur, en busca de invernaderos.
La decadencia
de la ganadería, la disolución de La Mesta,
la aparición del ferrocarril
primero y del automóvil después, la profunda modificación de
los usos tradicionales debido
a los modelos de desarrollo potenciados
en nuestro país a partir de los años sesenta, entre otros, han
sido factores determinantes del
deterioro galopante
de esta reliquia histórica
que, conservada durante
muchos siglos, hoy está gravemente amenazada.
La salvaguarda de la red de vías pecuarias
pasa necesariamente por la aplicación de la Ley de Vías Pecuarias aprobada por el Consejo de Ministros en 1995, acordada básicamente con
los gobiernos autónomos y las entidades locales, y redactada con criterios conservacionistas que contemplan
la reconstrucción
y la reutilización de la red, mediante la definición
de nuevos usos, compatibles
con
los prioritarios de
facilitar y potenciar el tránsito
ganadero y las comunicaciones agrarias, pero que también responden
a las actuales necesidades que reclaman
los ciudadanos.
El gran interés y preocupación que vienen de- mostrando por las vías pecuarias y su futuro los investigadores y especialistas, la presión de las asociaciones ecologistas y de defensa
del patrimonio, así como la receptividad de los responsables de las instituciones, tanto
del Estado, autonómicas y locales, como de las europeas,
nos hacen concebir esperanzas
de que la demanda de tantos estamentos genere en breve
el marco legal que, respaldado por una decidida
voluntad política de hacerlo
cumplir y potenciado por una movilización social activa,
ponga en valor este patrimonio único que estamos obligados a conservar para uso y disfrute de las generaciones venideras.
Gran trabajo de investigación.
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