La gran variedad de suelos, climas, sistemas de explotación del ganado y características socioeconómicas de las distintas regiones de España, entre otras razones, han dado lugar a un elevado número de poblaciones ovinas y caprinas de caracteres específicos diferentes y bien definidos en cada caso, que determinan la amplia gama de razas españolas para estas especies.
Debido al medio difícil en que generalmente se desenvuelven se han configurado en nuestro país unas razas que tienen como denominador común su elevada rusticidad y su perfecta adaptación a estos medios, en base a una selección natural producida a lo largo de siglos. Esta situación les permite a nuestras razas ovinas y caprinas jugar un importante papel en la economía nacional, al aprovechar los recursos pastables de grandes zonas desfavorecidas, en las que difícilmente pueden ser sustituidas por otros grupos étnicos
El movimiento del ganado a través de los viejos caminos pecuarios, además de implicar la práctica de una actividad económica, la generación de empleo y de productos cárnicos de calidad (su potenciación constituye una alternativa a la Política Agraria Comunitaria), permite la conservación de las vías pecuarias por el propio movimiento del ganado, así como la preservación de un importante caudal genético (biodiversidad) de razas autóctonas de la península ibérica (vacas de raza avileña - negra ibérica o morucha, ovejas de raza rasa aragonesa o merina, caballos de raza andaluza o castellana, cerdos como el negro ibérico o el rubio andaluz, perros como el mastín, cabras como la serrana de Castilla o la Verata, etc.), y la de ecosistemas como la dehesa que, sin la intervención y manejo del ganado sufrirían un deterioro irreversible
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