miércoles, 21 de mayo de 2014

Pastores, trashumancia y Pirineos - 6


Foto: Salamanca (Santiago Bayon Vera)

Fase que terminaba hacia mediados de mayo, cuando se retornaba hacia los lugares de origen, cuando se regresaba hacia las montañas que desde pequeño se habían visto, vivido y recorrido, concluyendo con esta vuelta el ciclo completo pastoril e iniciando, por ende, uno nuevo que conllevaría la repetición de todas las peculiaridades descritas, que revitalizaría la vida en medio de la montaña por medio de la actividad ganadera y pastoril, que , en definitiva,  posibilitaría la continuación de esa vida  en un entorno hostil y duro, al que estaban perfectamente acostumbrados y del que no sabían desprenderse.
Todo un mundo, toda una forma de vivir que se ha ido perdiendo de forma vertiginosa y acelerada, debido principalmente a los grandes cambios que de todo tipo se han vivido en los últimos treinta o cuarenta años. Una cultura, con sus manifestaciones y elementos cotidianos, que paulatinamente se nos ha escapado de la mano, ya que no ha podido soportar ni arrostrar la caída sociodemográfica y ganadera del Pirineo, derivándose de ello el que se haya dado al traste con este eslabón de! ciclo pastoril.  Caída acelerada en lo que nos atañe por e! constante carácter marginal de lo pastoril, aun en las comunidades más ricas, donde el pastor siguió sumido hasta la aparición de la industrialización en un arcaísmo inamovible, basado por otra parte en la fuerte jerarquización de la institución de la casa.
De este modo, la vida pastoril y su hacedor, el pastor, ha ido poco a poco diluyéndose, desapareciendo sistemáticamente cada uno de los aspectos que la configuraban, conllevando lo anterior la práctica imposibilidad de volver, a ver alguna de las manifestaciones del ciclo pastoril.   Postreros coletazos de una actividad y de unas culturas, a cuyo desarrollo se le concedía especial y vital importancia, pues en torno a ella giraba el devenir diario y cotidiano. Desaparición, por tanto, de una figura especial y noble, de múltiples saberes y de grandes dotes humanitarias, constituyendo la principal figura de la sociedad tradicional montañesa, y la que mejor representaba las dos fases que la han caracterizado, que han llegado a sintetizar y delimitar al hombre en su conjunto: el nomadismo y el sedentarismo.

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