En los espacios agrícolas extensivos, donde apenas quedan restos de vegetación natural, una adecuada gestión que favorezca la conservación del pasto en las cañadas, puede hacer que éstas tengan una clara repercusión en la conservación de especies. Sus suelos profundos, ribazos y zonas pedregosas sirven de refugio a micromamíferos, mustélidos, reptiles y diversos grupos de invertebrados. Las aves de medios esteparios encuentran también lugares adecuados para anidar entre los herbazales y el matorral de las cañadas. Su importancia se refiere tanto a especies con áreas vitales pequeñas (anfibios, reptiles, micromamiferos), como a otras con áreas vitales mayores (aves, mamíferos) pero que utilizan los hábitats de la cañada para actividades concretas, en momentos esenciales de sus ciclos o en determinadas épocas del año.
Hay que recordar que su superficie es en pocas ocasiones uniforme y con frecuencia presenta el añadido de áreas temporalmente encharcadas o balsas permanentes construidas o acondicionadas para abrevadero, que favorecen las poblaciones de anfibios. Por su carácter disyunto, estas poblaciones poseen gran interés ecológico y biogeográfico.

Para las poblaciones más frágiles de plantas y animales, en particular para la fauna edáfica, una característica relevante de las cañadas, o buena parte de las mismas, es el no haber estado nunca sometidas a abonado químico ni tratadas con sustancias biocidas. Representan así un tipo de situación (naturaleza nunca contaminada) cada vez más infrecuente en los países de nuestro entorno y, por lo tanto, de interés creciente en los estudios naturalísticos referentes a los espacios agrícolas más afectados por dichas prácticas.
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